Robert Sheckley

"Cada uno de nosotros está solo en las vastas regiones de su cráneo, tanteando el mundo con los precarios instrumentos que recibimos al nacer."

Robert Sheckley
de una conferencia pronunciada en Londres, 1975


El Deseo
 
    Frank Morris era un hombre que tenía una obsesión. Otros como él coleccionaban montañas de periódicos o kilómetros de cintas; o se pasaban toda su vida tratando de inventar un sistema infalible de apuestas, o un método seguro de hundir el mercado de valores. La obsesión particular de Frank Morris era la magia.
    Vivía solo en una habitación alquilada, y sólo tenía un gato por compañía. Las mesas y las sillas de la habitación estaban repletas de libros y manuscritos antiguos, las paredes cubiertas con herramientas propias de un brujo, y los armarios llenos de hierbas y esencias mágicas. La gente lo dejaba solo, y a Frank le gustaba que fuera así. Sabía que algún día terminaría por encontrar el hechizo adecuado, que entonces aparecería un demonio y le concedería un deseo glorioso. En eso soñaba por la noche; y por la mañana seguía trabajando en sus fórmulas. 
    Se había acostumbrado tanto al fracaso, que el éxito lo tomó por sorpresa. Una nubecilla de humo apareció en el pentágono trazado en el suelo. Un demonio adquirió forma lentamente; y Frank, que tanto había anhelado aquel momento, se encontró temblando de miedo. De algún modo, durante todos aquellos años nunca había llegado a decidir exactamente qué pediría cuando apareciera un demonio.
    La nubecilla de humo se convirtió en una enorme forma gris. Frank deambuló de uno a otro lado de la habitación, se retorció las manos, acarició al gato, rechinó los dientes, se mordió las uñas y trató desesperadamente de pensar. Un deseo y sólo un deseo, ésa era la regla. Pero, ¿qué podía pedir? ¿Riqueza? ¿O acaso el poder era más valioso? ¿Debía considerar la posibilidad de pedir la inmortalidad? ¿O sería más seguro un deseo algo más modesto?
    Ahora, el demonio ya había adquirido su forma. Su cabeza puntiaguda rozaba el techo y sus labios se hallaban retorcidos en una expresión demoníaca.
 -“¿Cuál es tu deseo?” -preguntó el demonio con un tono de voz tan fuerte que tanto Frank como el gato retrocedieron.
    Pero, después de veinte años de esfuerzos, Frank quería pedir el mejor deseo posible. Volvió a pensar en las diversas ventajas que le ofrecían el poder, o la riqueza, o la inmortalidad. Y entonces, cuando estaba a punto de decidirse, vio que el demonio lo miraba con una sonrisa burlona.
-“Es algo irregular -dijo el demonio-, pero creo que cumple con las condiciones”.
    Frank no supo de qué estaba hablando el demonio. Entonces se sintió invadido por una oleada de vértigo, y la habitación se oscureció. Cuando recobró la visión, Frank vio que el demonio se había marchado.
“Una ocasión perdida”, pensó. El demonio había desaparecido y todo seguía como antes.
    Bueno, no exactamente igual. Porque Frank notó que sus orejas se habían alargado, y que su nariz se había agrandado aún mucho más. Tenía un pelo grisáceo en lugar de su piel, y le había salido un rabo. ¡Aquel demonio traicionero lo había convertido en una bestia!
    Entonces, Frank escuchó un ruido tras él. Y se dio cuenta de lo ocurrido. Echó a correr con la velocidad que sólo da la desesperación, alrededor de una habitación que ahora parecía enorme.
Un solo golpe cayó sobre él, y vio un rostro con bigotes y unos dientes gigantescos listos para morder...
    Y Frank supo entonces que sus dudas habían provocado su ruina. Ahora, le resultaba evidente que su gato había tenido un deseo antes que él..., un deseo que el demonio había aceptado.
    Y, del modo más natural, su gato había deseado cazar un ratón.

Robert Sheckley



 “—El Mal —dijo el sacerdote, después de haberse colocado confortablemente en el mejor sillón de Barrent— es esa fuerza que llevamos dentro y que inspira a los hombres a realizar actos de fuerza y resistencia. El culto al mal es esencialmente el culto a uno mismo y por consiguiente el único culto verdadero. El mismo al que se adora es el ser social ideal; el hombre está contento en su nicho en la sociedad, pero está preparado para agarrar cualquier oportunidad que pueda servirle de avance; el hombre que encuentra la muerte con dignidad, que mata sin sentir el vicio degradante de la piedad. El Mal es cruel, puesto que esto es un reflejo verídico del universo desamparado e insensato. El Mal es eterno e invariable, aunque venga a nosotros en diversas formas de vida proteiforme.
    — ¿Tomaría una copa de vino, Tío? —preguntó Barrent.
    — Gracias, es usted muy amable —respondió Tío Ingemar—. ¿Cómo va el negocio?
    — Bien. Algo flojo esta semana.
    — La gente no se toma ya el mismo interés en los venenos —dijo el sacerdote, bebiendo poco a poco la bebida que le había ofrecido Barrent—. No es como cuando yo era un chiquillo, recién degradado y trasladado desde la Tierra. Sin embargo, le estaba hablando del Mal.
—Sí, Tío.
—Adoramos al Mal —dijo Tío Ingemar— en la personificación del Negro, ese espectro cornudo y horrible de nuestros días y noches. En el Negro encontramos los siete pecados capitales, los cuarenta crímenes y los ciento un delitos. No hay crimen que el Negro no haya realizado, impecablemente, como corresponde a su naturaleza. Por consiguiente nosotros seres imperfectos nos modelamos de acuerdo con sus perfecciones. Y a veces, el Negro nos premia apareciéndose ante nosotros con la terrible belleza de su encendida carne. Sí, Sobrino, en realidad yo he tenido el privilegio de poder verle. Hace dos años apareció en el final de los Juegos y también se apareció el año anterior.”

Robert Sheckley



“En Omega, la ley es suprema. Oculta y revelada, sagrada y profana, la ley gobierna las acciones de todos los ciudadanos, desde los más inferiores en lo inferior hasta los más altos de lo alto. Sin la ley, no podría haber privilegios para aquellos, que hacen la ley; por consiguiente la ley era absolutamente necesaria. Sin la ley y su austero cumplimiento, Omega sería un tremendo caos en el cual los derechos del hombre se extenderían tan sólo hasta donde y hasta lo que él personalmente pudiera imponer. Esta anarquía significaría el final de la sociedad de Omega; y en particular, significaría el final de aquellos ciudadanos decanos pertenecientes a las clases gobernantes que habían ido aumentando de categoría, pero cuya habilidad en el manejo de las armas había pasado hacía tiempo la cumbre.
    Por consiguiente la ley era necesaria.
    Pero Omega era también una sociedad criminal, compuesta enteramente por individuos que habían roto las leyes en la Tierra.
    Era una sociedad que, en el análisis final, daba importancia al esfuerzo individual. Era una sociedad en la que el rey era el que infligía la ley; una sociedad en la que los crímenes no eran tan sólo consentidos sino también admirados e incluso premiados. Una sociedad en la que la desviación de las reglas era juzgada solamente en su grado dé éxito.
    Y esto daba como resultado la paradoja de una sociedad criminal con leyes absolutas que estaban hechas para ser rotas.”

Robert Sheckley


"Eso de escribir es como un subidón, una especie de droga, y una vez la has probado nada vuelve a ser lo  mismo. La vida corriente parece una condena a prisión comparada con la libertad de escribir."

Robert Sheckley



"La desconcertante llegada a nuestro planeta de un alienígena dotado con el don del camuflaje. O los persuasivos talentos de la telepatía interracial. O la soledad de un hombre y su robot en un planeta pelado. O dos viajeros perdidos en un planeta extraño, recubierto de afilados picos de montaña, de cumbres no edificables, en busca de alimento. Son estas las cosas que brotan despojadas en sus cuentos."

Robert Sheckley



"La espora que, paciente, viaja por el espacio exterior hasta dejarse seducir por los dulces aromas de la Tierra, para desesperación de la humanidad. Los ejércitos que se enfrentan suicidándose. Unas máquinas voladoras programadas para evitar asesinatos no se convierten, contra todo pronóstico, en el baluarte de la paz que tendrían que haber sido. La voz descorporeizada que oye un tipo en su cabeza, y cómo a partir de ahí se desmorona todo."

Robert Sheckley



"Me gustaba cuando la ciencia ficción era un campo extraño, cuando no había que pensar en los premios de libros. Cuando se podía básicamente escribir y vender (…) Ahora es muy grande, un poco incómodo para mi pequeña comprensión."

Robert Sheckley


"Si una persona siempre escuchara la voz de la razón, nunca le pasaría nada interesante."

Robert Sheckley






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