Servando Clemens

Cavilaciones de un hombre de hojalata

El robot entra a la última casa de la lista, revisa todos los rincones de los dormitorios, y al no encontrar algo que le provoque interés, se dirige a la cocina. Pasa la mano derecha por la cubierta de polvo del refrigerador y escanea los dibujos pegados con un imán, los cuales fueron hechos por un niño de cinco años.

Toma el esqueleto de un hurón que murió encima de la mesa y los huesos se desvanecen entre sus dedos. Inspecciona un montículo de cenizas de cigarrillo dentro de un vaso de cristal y le vienen a la mente los anillos de humo blanco que lanzaban por la boca algunas personas. De un potente soplido esparce un grupo de hormigas que en vida había devorado los restos de un durazno. Saca de un cesto de basura el fémur de un adulto y lo arroja por la ventana.

«Definitivamente no hay vida en este recinto —reflexiona, mientras regresa hacia el refrigerador—. Solo queda suciedad y muerte. El aire aún está infectado».

Analiza con sumo detenimiento el dibujo de un androide, lo despega y lo destruye con el incinerador.

«El dibujo no se parecía en nada a la realidad».

Abre el grifo del lavatrastes y las tuberías oxidadas emiten un ruido parecido al de un eructo.

«Siento que algunas escenas de mi infancia se vienen de golpe a mi mente, dicha situación me provoca… no, no puedo dejar que los sentimientos me dominen».

Él recuerda cuando era un pequeño de cinco años y la gente empezó a enfermar de la nada. En las noticias de la noche, un reportero decía que el fin de la humanidad era inminente y que no había salvación para ningún tipo de organismo en la Tierra.

Rememora la sombría escena en la que su padre lo cubría con una manta y le decía:

—Existe una manera para que sigas viviendo, hijo, pero la decisión es solamente tuya. Tú no mereces morir tan joven.

En un principio creyó que sería divertido convertirse en un robot, después la idea le pareció horrible. Toda su vida se transformó en una pesadilla sin final, porque él era un ente fabricado solo para servir.

A finales del año 2039, algunos cerebros fueron elegidos para formar parte del proyecto denominado: «SALVACIÓN», cuyo objetivo era preservar la vida humana, fuera como fuera.

«Insertaron mi cerebro dentro de esta máquina tosca y por eso he vivido más de cien años —piensa— ¿Acaso esto es vida?».

Toma la cabeza de un muñeco de plástico que quedó depositada en el lavatrastes, observa un ojo que parece hacerle un guiño. Levanta la vista y mira el patio delantero de la vivienda. Recuerda la textura y los olores de las plantas, del barro y de su amado perro Bulldog.
«Pronto fabricarán los nuevos cuerpos y seremos algo semejante a un humanoide, entonces quizá pueda parecerme a mi padre y por fin dejaré de tener el aspecto de un hombre de hojalata; sin embargo, jamás podremos sentir con nuestras manos, será imposible admirar los colores del arcoíris con nuestros ojos, no escucharemos el latido de nuestro corazón y jamás existirán niños que se diviertan con este tipo de juguetes».

Aprisiona la cabeza del muñeco con la mano izquierda, la cual funciona como una pinza; la parte por la mitad y deja caer al piso los dos fragmentos.

«No tiene caso seguir existiendo de esta manera —continúa con su introspección y si tuviera ojos humanos, ya estaría arrojando algunas lágrimas—, no le veo el sentido a continuar aferrado a una vida insípida».

Sale de la casa por la puerta trasera, camina arrastrando sus pesados pies, se arranca el tubo que alimenta su cerebro, se sitúa en la orilla de una alberca que contiene aguas negras, y antes de dejarse caer, dice:

—No… ya no tengo ganas de sufrir.

Servando Clemens



Si Adelita se fuera con otro...

Adela trabajó en un afamado circo de México en la época de la Revolución, ella, junto a su novio, eran la mayor atracción de aquel espectáculo. La chica se paraba contra un muro con las extremidades abiertas y su novio, quien era ciego, lanzaba cuchillos a su alrededor, clavándolos cerca de su cuerpo, pero jamás lastimando a la hermosa modelo. Con el tiempo fue tanta la fama, que aparecieron los celos.
—A mí deberían pagarme más 
—dijo el joven lanzador de cuchillos
—. Yo soy la principal atracción del circo. Yo tengo cualidades sobrehumanas. También exijo mayores comodidades.
—Comprende que la situación del país no está para pagar más —refutó el dueño del circo—. Estamos en medio de un conflicto.
—Si no concedes lo que te pido, me voy. Un circo chino hace tiempo me echó el ojo.
—Bueno. Pero haremos ajustes. Quizá podríamos reducir el sueldo a tu novia para pagarte más a ti.
—De acuerdo, además ella no hace nada.
 Simplemente pone su cuerpo y yo hago la magia con mis cuchillos.
Una vez dicho lo anterior, el dueño del circo le comunicó a Adela los nuevos ajustes salariales. Ella no estuvo de acuerdo.
—No puede ser —dijo ella—. Yo arriesgo mi vida por él porque lo amo. Yo necesito el dinero.
—Él estuvo de acuerdo, Adela.
—No puede ser —dijo ella.
—Acepta. Será fácil encontrar a otra muchacha que ponga su linda figura… Creo que hasta por menos dinero.
—No, gracias.
Adela tomó el primer tren y se marchó. A la siguiente semana, encontraron a otra mujer. El joven lanzó la primera daga contra la chica, la cual se incrustó en su corazón. La modelo murió al instante.
—¡Asesino! —gritó el padre de la chica—. Tú dijiste que tenías Poderes especiales y que nada pasaría.
La gente del pueblo linchó al lanzador de cuchillos junto al dueño del circo. Lo que nadie sabía, era que Adela poseía los poderes especiales, con los cuales podía desviar objetos metálicos. Ella era la artífice de la fama de su ex-novio. Adela se unió a la Revolución mexicana. Ella era la encargada de desviar las balas cuyo objetivo era llegar a un tal Pancho Villa, historias que cuentan por ahí.
Relato fantástico de Servando Clemens, de la historia conocida de la Adelita, quien por supuesto nunca tuvo poderes.

Servando Clemens
Relato fantástico de la historia conocida de la Adelita, quien por supuesto nunca tuvo poderes









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