Sorj Chalandon

"Le dije que no. Miraba cómo los soldados nos miraban. Eran jóvenes. Estaban tensos. Caminaban sin decir una palabra. Una radio oculta hacía ruido. Jim iba dando tumbos. Cathy se ponía bien el zapato. Todo estaba en silencio, el club estaba lejos, las ventanas, desiertas. Por la avenida, los últimos taxis negros circulaban lentamente. Algunos gritos aquí y allá, algunos clamores de borrachera. El viento. Una gaviota llegada desde el puerto. El anaranjado de las farolas. Los papeles grasientos de patatas fritas y pescado rodaban por la acera. El helicóptero. Siempre nos seguía, por todas partes, desde lejos, con su ruido de paletas secas y el blanco luminoso de su reflector. No nos seguía a nosotros, evidentemente. Pero también a nosotros, evidentemente. Quizá también a mí, el francés que caminaba con Jim, Cathy, y que acababa de conocer al inmenso Tyrone Meehan.
Entramos en el salón. Jim se sentó en su sillón. Unos restos de turba y carbón humeaban en la chimenea. Sólo unos restos. Esas hogueras llameantes que encontramos grises al volver de la lluvia. La habitación estaba húmeda y fría. Siempre he conocido la casa así, con el papel despegándose, goteras en el cuarto de baño, grandes grietas en el techo y el cristal de mi habitación sustituido por un cartón. Era una casa sencilla, una casa obrera, de ladrillos sucios y techo de pizarra, pegada a una casa idéntica, ya otra, ya otra, y a otra más, alineamiento infinito, sinuoso, católico y triste. En la acera de enfrente había casas idénticas, e idénticas en el callejón de al lado, y en la calleja de detrás, y en todas las calles de los alrededores. La casa de Jim y Cathy era como las demás. Una puerta daba a la calle, otra puerta, acristalada, daba al salón y a la escalera que llevaba al piso de arriba. El salón era estrecho. Una televisión sobre una mesita, un sofá tapizado de tela, un sillón y un aparador. En la pared, una foto del papa Pablo VI en un marco dorado, una imagen de Jesús y un cartel de los tejados de París que se habían traído del viaje de bodas."

Sorj Chalandon
Mi traidor


"¿Que si había salido del bar con Dravelle? Sí, claro. Lo acompañó hasta el coche. Y luego regresó. Y volvieron a verse. Un par de veces, quizá. Y después nada. El parisino no dio más señales de vida. A nadie. Dravelle incluso vino a Chez Madeleine para saber si se había dejado caer por aquí. El porion andaba medio preocupado. ¿Que qué quería de él el parisino? El ave cantora no tenía ni idea. El dueño del bar tampoco. ¿Que cómo se apellidaba? No lo sabían. Lo llamaban Michel. Un forastero extraño que ahogaba su silencio en cerveza. Por lo demás, a nadie le importaba un comino.
El policía me los pintó con detalle. Y yo me los imaginé. Todos habían puesto cara de testigo. Preparados para la policía, para el juicio, para la tele incluso. Maquillados de luz, eran los que habían frecuentado al desgraciado. Habían cometido el error de saludarlo, pero ahora le retiraban la palabra. Algo habían intuido, por supuesto. Sospechaban desde el principio. Miná no tenía un pelo de tonto. El dueño rubio tampoco era tonto. A la gente así la olían a la legua. Como la casera, que detectaba los problemas y a los malos pagadores antes de que pusieran un pie en su casa. Todos ellos habían adivinado que aquel Michel escondía algo tras su máscara de visitante. Pero no sabían qué exactamente. Y se sentían heridos en su amor propio. Lo contarían en el juzgado. Tendrían tiempo para pensar en ello. Para escribir su discursito en un rincón de la cabeza. Se sacarían las manos de los bolsillos, dejarían de mascar chicle. Testificarían. Se dirigirían al juez con palabras inteligentes, escogidas con esmero, y frases bien construidas. Imitarían lo que entendían del lenguaje de los poderosos. Algo sabían. Habían visto películas, con el acusado en el banquillo. Claudette Liénard se pondría su vestido gris perla. Ellos el traje de domingo. Mostrarían la actitud digna y grave de los ciudadanos convocados al estrado por la justicia."

Sorj Chalandon
El día antes


"Responder a una pregunta con otra pregunta, la táctica de los hombres sin respuesta."

Sorj Chalandon













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