Alejandra Costamagna

“A mí me gusta que mi vida siga siendo normal, que escribir y publicar sea mi felicidad. Que se mantenga mi vida cotidiana, porque a partir de eso escribo. Esa es mi inspiración. Si eso se empezara a distorsionar lo lamentaría. No quiero que mi trabajo se convierta en una carrera por el éxito, tener que responder a una expectativa editorial gigante. No me veo así.”

Alejandra Costamagna



"Eso de que las mujeres son más lloronas y que escriben con más sentimentalismo es un estereotipo que le hace muy mal a la igualdad de géneros. Y eso sucede con las preguntas del deber ser de las mujeres con casarse, tener hijos y formar una familia feliz."

Alejandra Costamagna




"La idea de la familia compuesta por madre, padre, hijos, nanas y mascotas me parece súper encasilladora, pobre y conservadora. Más allá de que mi opción personal sea no ser madre, creo que tener hijos es súper bonito."

Alejandra Costamagna



“Me gusta este silencio medio contaminado por el ruido de los autos, de la ciudad que se mete a lo lejos. Es como estar sola, pero acompañada. Y si necesito hablar, tengo a Pascual, mi gato. Pero me gusta estar en silencio. No hablar demasiado.”

Alejandra Costamagna



“No creo que nada, nada vuelva a la normalidad.”

Alejandra Costamagna



"Una bruma pesada lo confunde todo. No veo. Es como si me hubieran cerrado los ojos con una venda. Y yo sigo rastreando la esquina entre las calles desoladas. Mis pasos son intuiciones. El cemento de las avenidas se mezcla con el aire y muy pronto el pavimento desaparece y es un camino pedregoso el que me toca aplastar. Voy a gritar y confirmo que no tengo voz. Tampoco escucho con claridad. Me parece oír murmullos lejanos, palabras apretadas. ¿Qué son esos ruidos? Tapo mis oídos para no seguir confundiéndome. Huele a humedad en este laberinto. Tal vez llueve y no tengo paraguas. Estiro la palma de mi mano hacia arriba esperando recibir gotas del cielo. Nada. No hay agua, no hay truenos, no hay nada. Por momentos me parece estar debajo de la tierra. Quizás lo que llueve son terrones de barro. ¿Dónde están, por favor? Cada vez es más oscuro y brumoso el aire. Me cuesta caminar. ¿No estaré yendo hacia atrás? La panza me cuelga, tengo la sensación de que se va a desprender de mí. Debería cosérmela al cuerpo. Es imposible; no veo hospitales. Ni siquiera veo una puerta que permita abrir la noche. Qué descuidada, debí haberme cosido antes de partir. Pero no recuerdo el minuto de mi partida. ¿De dónde partí?
Las piernas ya no me sostienen, que peso tan intolerable. Si encontrara una tijera podría acabar con esta gordura inútil. Crece a cada minuto y de a poco se apropia de mis sentidos. Ahora me tiene sin respiración. Es una brutalidad seguir guardando esta carne. Me duele. Debo agacharme y gatear para continuar la búsqueda. No doy un paso sin que la panza me estorbe. El viejo de la lámpara vuelve a aparecer detrás de un farol. Juega conmigo el viejo de mierda: aparece y desaparece riéndose. Deme una tijera, le pido. Me parece distinguir un metal brillando entre sus manos, pero es solo una ilusión. Sáqueme este bulto, por favor. Entrégueselo a ella, le ruego. ¿A quién?, pregunta antes de soplar nuevamente su lámpara. A ella, insistió. A mi madre, señor. La oscuridad se lo lleva definitivamente y vuelvo a estar sola, sola con mi cuerpo deforme."

Alejandra Costamagna
Sin voz










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