Charlotte Delbo

Auschwitz 

Ese punto en el mapa
esa mancha negra en el centro
de Europa
esa mancha roja
esa mancha de fuego esa
mancha de hollín
esa mancha de sangre esa
mancha de cenizas
para millones
un lugar sin nombre.
De todos los países de Europa
de todos los  puntos del 
horizonte
convergían los trenes
hacia lo innombrado
cargados de millones de seres
que eran descargados allí y no
sabían dónde estaban
eran descargados con su vida
con sus recuerdos
con sus pequeños dolores
y su gran asombro
con su mirada que preguntaba
y no veía sino fuego,
que ardieron allí sin saber dónde
estaban.
Hoy se sabe
Desde hace algunos años se
sabe
Se sabe que ese punto del mapa
es Auschwitz
Se sabe eso
Y se cree saber el resto.

Charlotte Delbo



"El horror es infinito y, aun así, el cuerpo aguanta porque no sabe morir."

Charlotte Delbo



“En un almiar de cadáveres bien ordenados, como en un almiar de verdad, en el claro de luna y la nieva, de noche. Pero miramos los cuerpos sin temor. Sabemos que nos situamos en los límites de los soportable y nos prohibimos ceder.”

Charlotte Delbo



"Experimentábamos una profunda ternura por los hombres. Los veíamos dar vueltas en el patio, durante el paseo. Les lanzábamos notitas por encima de la alambrada, burlábamos la vigilancia para intercambiar unas cuantas palabras con ellos. Los amábamos. Se lo decíamos con los ojos, nunca con los labios. Les habría resultado extraño. Habría sido como decirles que sabíamos lo frágiles que eran sus vidas. Disimulábamos nuestros temores. No les decíamos nada que pudiera revelárselos, pero espiábamos cada una de sus apariciones, en un pasillo o en una ventana, para que sintieran siempre presentes nuestros pensamientos y nuestras atenciones.
Algunas, que tenían entre ellos a su marido, solo lo veían a él, localizaban enseguida su mirada entre el manojo de miradas que nos buscaban. Las que no tenían marido amaban a todos los hombres sin conocerlos.
Ninguno de ellos era mi hermano ni mi amante, pero yo no amaba a los hombres. No los miraba nunca. Rehuía sus rostros. Los que me abordaban por segunda vez —furtivamente, cuando iban a buscar la sopa a las cocinas— se extrañaban de que yo no reconociera ni su voz ni su silueta. Frente a ellos, sentía una conmiseración inmensa y un terror inmenso. Conmiseración y terror en los que no participaba realmente. Albergaba en lo más hondo de mi ser una indiferencia terrible, la indiferencia que nace de un corazón hecho cenizas. Me prohibía guardarles rencor. Guardaba rencor a todos los vivos. Todavía no había hallado dentro de mí una plegaria de perdón para los que seguían vivos.
Los hombres también nos amaban, aunque miserablemente. Experimentaban una sensación más punzante que cualquier otra, la de ver mermados su fuerza y su deber como hombres, pues no podían hacer nada por las mujeres. Si nosotras sufríamos por verlos infelices, hambrientos, desposeídos, ellos sufrían más aún por no estar ya en condiciones de protegernos, de defendernos, de no asumir ya solos el destino. Sin embargo, las mujeres, desde el primer momento, los habían descargado de toda responsabilidad. Los habían exonerado enseguida de su preocupación masculina hacia las mujeres. Querían convencerlos de que ellas, las mujeres, no corrían ningún riesgo. Su feminidad las amparaba, como se creía aún. Y si bien ellos, los hombres, tenían mucho que temer, ellas, por su parte, podían estar tranquilas. Solo necesitaban tener paciencia y valor, dos virtudes que estaban seguras de poseer, pues formaban parte de su día a día. Y por eso consolaban a los hombres, no dejaban traslucir ni desánimo, ni tristeza, ni, sobre todo, inquietud. Serían dignas de ellos, que sabían de la amenaza que se cernía sobre sus vidas. Los hombres, por su parte, se esforzaban por mostrar su lado más natural y cotidiano."

Charlotte Delbo
Ninguno de nosotros volverá



Vosotros que habéis llorado dos mil años
al que agonizó tres días y tres noches
qué lágrimas tendréis
para los que agonizaron
mucho más de trescientas noches y mucho más de trescientos días
cuánto
lloraréis
a los que agonizaron tantas agonías
y eran innumerables

No creían en la resurrección eterna
Y sabían que no lloraríais.

Charlotte Delbo



Oh, ustedes que saben

¿Sabían que el hambre hace brillar los ojos
y la sed los opaca?
Oh, ustedes que saben
¿Sabían que uno puede ver a su madre muerta
y permanecer sin lágrimas?
Oh, ustedes que saben
¿Sabían que en la mañana uno quiere morir
y en la tarde uno tiene miedo?
Oh, ustedes que saben
¿Sabían que las piernas son más vulnerables que los ojos,
los nervios más duros que los huesos,
el corazón más sólido que el acero;
sabían que las piedras del camino no lloran
que no sólo hay una palabra para el espanto,
una palabra para la angustia,
¿Sabían que el sufrimiento no tiene límite,
el horror no tiene frontera?
¿Lo sabían,
ustedes que saben?

Charlotte Delbo



Tú que pasas por aquí
a ti te ruego
que hagas algo
que aprendas un paso de baile
algo que justifique tu existencia

porque no tendría sentido 
a la postre
porque son muchos los que han muerto
mientras tú sigues vivo
y no haces nada con tu vida

Charlotte Delbo



Un conocimiento inútil

He vuelto.
¿No sabíais,
vosotros,
que de allí se vuelve?
Se vuelve de allí,
e incluso de más lejos.
Vuelvo de otro mundo
a este mundo
del que no había salido
y no sé
cuál es el verdadero
decidme, ¿he vuelto
del otro mundo?
Para mí
aún estoy allí
y muero
allí
cada día un poco más
vuelvo a morir
la muerte de todos los que han muerto
y ya no sé si el verdadero
es el mundo de aquí
o el mundo de allí
ahora
ya no sé
cuándo sueño
y cuándo
no sueño.

Charlotte Delbo



“Y todo el día y toda la noche todos los días y todas las noches las chimeneas humean con el combustible de todos los países de Europa.”

Charlotte Delbo








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