Ellery Queen

"Entonces vino el momento de los huidizos escalones, que uno se apuraba en subir, sólo para comprobar que no conducían a ninguna parte, ya que estaban sujetos a un mecanismo giratorio. Otros incidentes desagradables fueron: el muro que caía sobre las cabezas, el pasillo del laberinto (cuya anchura era para los hombros de un hombre normal, pero su altura apenas para un enano que caminara erguido); las ráfagas de aire helado que pasaban por entre las piernas, el cuarto del terremoto, y otras tanta cosas agradables muy propias de esta morada."

Frederic Dannay
La aventura de la casa oscura


"Miss Wichingame había tenido una hermana gemela, y mientras que en todos los aspectos físicos eran idénticas, en gustos diferían profundamente. Miss Wichingame, por ejemplo, había mostrado ya desde muy joven, preferencia por la ginebra y por las juergas; en cambio su hermana gemela consideraba que las bebidas eran los lubricantes del diablo, y poseía una moral muy rígida.
Esta disparidad, por desgracia para miss Wichingame, se extendía también a sus gustos de hombres. Miss Wichingame se enamoró de un hombre moreno, menudo y guapo... un español; pero su hermana, en cambio, entregó su corazón a “un puro nórdico”, según dijo miss Wichingame al Padre Bowen... a un tal Erik Gaard, de Fergus Falls, Minnessota; un vikingo alto y serio, que pertenecía a la iglesia anglicana y que se hizo misionero.
El español de miss Wichingame la abandonó sin casarse con ella, dejándola llena de recuerdos agradables aunque no muy respetables. El Reverendo Gaard, en cambio, propuso santo matrimonio, y fue aceptado triunfalmente.
A los Gaard les nació un hijo, y cuando cumplió ocho años, sus padres zarparon con él a Oriente. Durante un tiempo, la esposa del misionero se fue escribiendo con su hermana; pero como Miss Wichingame cambiaba tanto de dirección y las cartas de la misión de Corea tardaban en encontrarla, la correspondencia cesó.
—Así que —dijo Ellery, moviendo cautelosamente la pierna izquierda—, cuando su feligresa se arrepintió de sus pecados, le pidió que localizara a su hermana.
—Realicé pesquisas a través de nuestra sección de misiones —asintió el Padre Bowen—, y averigüé que el Padre Gaard y su esposa fueron asesinados hace años— los japoneses pusieron muchas dificultades a las misiones cristianas- en Corea—, y que su misión fue arrasada. Se cree que su hijo John escapó a China. Mi feligresa —continuó el Padre Bowen agitándose —, reveló en este punto una inesperada firmeza de carácter. Insistió en que su sobrino estaba vivo, y en que debería ser encontrado y traído a los Estados Unidos, para que ella pudiera abrazarle antes de morir y darle todo su dinero. Quizá recuerde la publicidad de los periódicos, mister Queen. No abusaré de su paciencia contándole los detalles de nuestra búsqueda; fue cara y desesperada. Desesperada para una persona de tan poca fe como yo. Debo aclarar que miss Wichingame estaba plenamente segura del éxito.
—Y el sobrino John fue encontrado.
—Sí, míster Queen. Dos.
—~Cómo?
—Aparecieron dos en mi rectoría; cada uno procedente de Corea, y cada uno insistiendo en que él era John Gaard, hijo de Erik y Clementine Gaard, y que el otro era un impostor. Un lío tremendo. Francamente, no sé qué hacer.
-Me imagino que se deben parecer.
-En absoluto -A pesar de que los dos son rubios y de unos treinta y cinco años —la edad correcta— no guardan entre sí ningún parecido, ni se parecen tampoco a los Gaard, de los que conservamos una vieja foto. Pero como no existe ninguna fotografía de John Gaard, es imposible basarnos en el aspecto físico. "

Frederic Dannay
La hechicera de Times Square


"Velie salió a escape y el inspector se acomodó a la expectativa en su sillón giratorio. El sargento regresó al momento con el propietario del speakeasy, a quien el inspector ordenó silencio mientras Velie desaparecía por otra puerta, retornando a poco con una mujer y un hombre. Ambos penetraron en el despacho vacilantes. La mujer era una verdadera Brünnehilde, alta, rubia y amazónica. El hombre parecía su adecuado compañero: un gigante imponente, en la cuarentena, con una narizota irlandesa y duros ojos negros.
- Mrs. y Mr. Jeremiah Odell, inspector - anunció Velie.
El policía indicó sillas y ambos se sentaron rígidamente. El anciano comenzó a revolver entre algunos papeles de su escritorio, exhibición ésta puramente mecánica destinada a surtir sus efectos. La singular pareja pareció sentirse convenientemente impresionada y sus ojos cesaron de girar por toda la habitación para concentrarse en las delgadas manos del anciano policía.
- Bien, Mrs. Odell - comenzó el inspector -, le suplico no amedrentarse, que este interrogatorio no es más que pura formalidad... ¿Conoce usted a Albert Grimshaw?
-¿Eh? ¿Cómo? ¿Se refiere usted al individuo estrangulado en el ataúd de... de...? -preguntó con voz ronca.
-Sí... ¿Le conocía usted?
-Yo... No... ¡No!... Sólo por los diarios, señor inspector.
-Ya, ya -el policía se volvió hacia Barney Schick, sentado inmóvil al otro lado del despacho-. Barney, ¿reconoce usted a esta señora?
Los Odell se volvieron con precipitación, y la mujer lanzó una exclamación estrangulada. La mano velluda de su esposo oprimió su brazo y la amazona recobró su compostura mediante un intenso esfuerzo sobre sí misma.
-Seguro que la conozco -respondió el tabernero, cuya frente estaba perlada de transpiración.
-¿En dónde la vio por última vez?
-En mi local de la calle 45, señor, una semana atrás... o casi dos semanas... Creo que fue en la noche del... del miércoles."

Ellery Queen es el seudónimo de dos escritores estadounidenses de novelas policiacas llamados Frederic Dannay y Manfred Lee
El misterio del ataúd griego







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