Haroldo Conti

"Cada novela mía es un pedazo de mi vida, son vidas que he vivido con la misma intensidad con que se vive una vida. En la medida en que quiero esas vidas, quiero esas novelas."

Haroldo Conti


 "Cada persona tiene destinado un paisaje y debe coincidir con él."

Haroldo Conti


"Con el respeto que ustedes merecen por el sólo hecho de haber obrado con lo que se supone es un gesto de buena voluntad, deseo dejar en claro que mis convicciones ideológicas me impiden postularme para un beneficio que, con o sin intención expresa, resulta cuanto más no sea por fatalidad del sistema, una de las formas más sutiles de penetración cultural del imperialismo norteamericano en América Latina. No es sólo ni principalmente la cuestión de la beca Guggenheim en sí misma, sino de la política de colonización cultural de la que forma parte, en la que el imperialismo norteamericano no escatima en esfuerzos de organizaciones estatales, paraestatales y privadas."

Haroldo Conti



"Cuba es una especie de colina de América desde donde se divisa todo el continente. Desde La Habana tomé conciencia de América Latina."

Haroldo Conti



“De nuevo me marcho. Nací para un camino solitario. No es un castigo, es simplemente mi destino. Desde él es como amo a la gente. Es mi forma de ser y de amar. Nací para la libertad que hasta ahora es el dolor del mundo. Tú, capitán, harás lo que yo no puedo: que sea su alegría. Te llevo en mi mano. Eres la llamita que levanto alto y alumbra mi camino. Hasta siempre, mi querido capitán. Papá.”

Haroldo Conti


"Esta vez no hubo discursos. Farseto se despidió de todos, casa por casa. Se detuvo un momento frente a la ventana de la señorita Ana Rosa. El maestro Cernuda abrazó y besó al Príncipe en nombre de Tapado. La caravana arrancó del extremo del cementerio y desfiló a lo largo de la calle.
También ella paró delante de la casa de la señorita Ana Rosa Vasallo y Perinola fue y vino saltando hasta la ventana. El capitán von Beck marchaba con Budinetto a la rastra. Farseto, temblando de orgullo, golpeaba el bombo en lugar del Nuño. Frente al almacén de don Pedro Centurión comenzó a tocar la bandita de sicuris. Oreste abandonó la trompeta y sopló su flauta. El viejo Ponce rebatió la campana de la iglesia de Santa Margarita Mana de Alacoque. El pueblo entero acompañó la caravana hasta el pie del primer médano. El loco Garbarino y los chicos la siguieron otro poco.
El carromato trepa el médano bamboleándose como un barco. Cuando llega a lo alto se detiene y Farseto saluda con una mano por última vez.
Tapado se hunde detrás del médano. Sólo quedan en el aire los golpecitos de la campana. Por delante se extiende un mar de arena. El Nuño mete a Budinetto en la jaula y el carromato se interna en aquel mar quieto, fulgurante. Al rato lo borra el relumbre.
El sonido de la flauta persiste, se dilata con la luz. Se ajusta con el viento.
Las cosas comenzaron a cambiar después de Tapado. En realidad estuvieron cambiando todo el tiempo. Ése es el punto."

Haroldo Conti
Mascaró, el cazador americano


"Hacía un par de años que Oreste no veía al tío pero estaba seguro de encontrarlo igual. La misma cara blanca y esponjosa salpicada de barritos y de pelos con aquellos ojos deslumbrados que se empequeñecían cuando miraba algo fijo, el moñito a lunares marchito y grasiento, el mismo sobretodo negro con el cuello de terciopelo, el chambergo alto y aludo que se calzaba con las dos manos y el par de botines con elásticos. La estación Pacífico se había empequeñecido con los años. Eso parecía, al menos. En realidad era un mísero galpón con un par de andenes mal iluminados. En otro tiempo, sin embargo, veía todo aquello coloreado por una luz misteriosa. La propia gente estaba impregnada de esa luz. Era espléndida, leve y gentil, como si no fuera a cambiar ni a morir nunca y la estación lucía como un circo. Pero la gente había cambiado de cualquier forma y la vieja estación Pacífico lucía ahora como lo que era, un mísero galpón de chapas lleno de ruidos y olor a frito."

Haroldo Conti
Perdido


Hic meus locus pugnare est hinc non me removebunt
(Este es mi lugar de combate, y de aquí no me moveré.)

Haroldo Conti



"La cosa empezó de esta manera. Yo era alumno de una escuela de pupilos. En aquel tiempo no había cine, y reemplazábamos esa diversión dominical con unas funciones de títeres. Yo me ocupaba de escribir los libretos que, como en todas las seriales, se acababan en el momento de mayor suspenso y se continuaban en el próximo domingo. Así nació en mí una parte de esa vocación por la literatura.
La otra parte se la debo a mi padre. Él siempre fue un gran cuentero y lo es todavía. Mi padre era un viajante, un tendero ambulante y yo salía a recorrer el campo con él; se encontraba con la gente y antes de venderle nada se ponía a charlar y contar cosas. Así recibí ese hábito de contar oralmente."

Haroldo Conti


“La vida de un hombre es un miserable borrador, un puñadito de tristezas que cabe en unas cuantas líneas. Pero a veces, así como hay años enteros de una larga y espesa oscuridad, un minuto de la vida de un hombre es una luz deslumbrante.”

Haroldo Conti


“Los hombres de alguna manera tratamos de construir monumentos eternos, nos aferramos a cosas. El río es el tiempo irrecuperable. Es un paisaje de olvido, es lo que más representa la vida del hombre.”

Haroldo Conti


“Los libros yo los escribo como vida que vivo, no como monumento literario que dejo.”

Haroldo Conti


"Los pinos estaban pelados, de manera que siguió el planeo del pájaro a través de las copas como una gran sombra azotada por las ramas. El viejo calculó que iba a caer un poco más allá de la curva. Sin embargo, cuando todavía estaba dentro del campo, se empinó dos o tres metros y pareció que volvía a remontar el vuelo. Trepó en el aire limpiamente y quedó un instante colgado de las alas, más grandes y negras que nunca. Después hizo un volteo a la izquierda y comenzó a planear o más bien a caer, esta vez en dirección a la casa. Fue la segunda vez que entrevió el rostro, intensamente blanco contra las alas, y las manchas de las manos que golpeaban en el aire en el momento que arremetía contra el molino. Un metro antes, o menos todavía, el pájaro o lo que fuera se ladeó un poco, giró sobre sí mismo como un trompo y cayó a plomo sobre la huerta levantando una nubecita de polvo.
Para esto el viejo estaba corriendo hacia allí mientras el Titán ladraba como un condenado, atado a la cadena. En el momento en que saltaba el alambrado el tipo emergió entre las hileras de tomates y el viejo se paró en seco porque nunca en su vida había visto un tipo semejante, si es que era un tipo en definitiva. Parecía muy grande por el casco y las alas y esa especie de coraza que sujetaba el mecanismo pero el viejo, que estaba acostumbrado a apreciar la encarnadura de las aves de un solo vistazo, adivinó el cuerpo magro y pequeño debajo de todo aquel aparejo. Tenía un mameluco pegado al cuerpo, una pía de botines muy livianos, de badana o de lona, un par de rodilleras y un casco con una almohadilla alrededor, posiblemente de corcho.
Usaba unos anteojos redondos y relucientes sujetos a la cabeza por una cinta que unía las patillas. Pero lo más notable era esa especie de coraza con el peto de aluminio y el espaldar de cuero sujetos con hebillas y correas que, pasando entre las piernas y bajo los brazos amarraban al cuerpo aquellas alas de tela encerada, una de las cuales arrastraba por el suelo y la otra tenía la punta quebrada hacia arriba como una navaja a medio abrir.
Cuando vio al viejo el tipo vaciló un instante. Estaba cubierto de polvo y sangre pero trató de sonreír. Parecía preocupado por los tomates. Después echó a andar hacia el alambrado de una manera lenta y complicada. Al caminar producía un ruido como de resortes."

Haroldo Pedro Conti 
Ad Astra


“Mi obra es una obsesiva lucha contra el tiempo, contra el olvido de los seres y las cosas.”

Haroldo Conti


"No sé si tiene sentido pero me digo cada vez: contá la historia de la gente como si cantaras en medio de un camino, despójate de toda pretensión y cantá, simplemente cantá con todo tu corazón: que nadie recuerde tu nombre sino toda esa vieja y sencilla historia."

Haroldo Conti


“…No soy un hombre de fortuna, como tampoco lo son la mayoría de mis compañeros, porque en Latinoamérica ser escritor es casi sinónimo de pobre, pero me parece inaceptable postularme para un beneficio que proviene del sistema al que critico y combato y que, por otra parte, y eso es lo más grave, de alguna manera me complica con él. No reniego que en el orden personal, habría significado una gran oportunidad para mí, ni critico, por otra parte, a quienes careciendo inclusive de las oportunidades que yo tuve aceptaron esta beca. Yo entiendo que no puedo hacerlo y que mi gran oportunidad en este momento es América, su pueblo, su lucha, la enseñanza y el camino que nos señalara el Comandante Ernesto Guevara.”

Haroldo Conti



“Nuestra obligación es hacer las cosas más bellas que la de los demás, sobre todo de lo que la puede hacer el adversario."

Haroldo Conti



"Se encogió de hombros y marchó en dirección a la casa, envuelta en las sombras del crepúsculo. Observó el jardín y, más allá, el río, a través de los negros parantes vencidos por la humedad. El río estaba oscuro.
Pasó por debajo de la casa y salió al frente. Muy pronto sería de noche. Hacía un poco de frío. La casa, el bote, los árboles parecían sumidos en un extraño sopor. Los ruidos del monte se habían atenuado, casi habían desaparecido. Un gran silencio brotaba de la oscuridad. Arrancó algunas tablas y se dispuso a encender un buen fuego que ahuyentara a los fantasmas del invierno. Estaba recogiendo unas ramitas y de tanto en tanto observaba hacia el lugar en donde había dejado al hombrecito. No podía ver muy bien porque la luz era escasa. Quizá se había marchado. Sin embargo, tenía la sensación de que lo estaba observando desde alguna parte.
En ese momento apareció el perro, muy cerca de la casa. Entonces descubrió al hombrecito apostado sobre la galería. Era apenas una sombra levemente inclinada hacia él.
-Hola, amigo -gritó hacia el perro, a despecho de las sombras, y su voz resonó muy extraña, ahí en la soledad y el silencio y la media luz
El hombrecito bajó de la galería y le pareció que se había puesto a recoger algunas ramas.
Armó el fuego sobre las cenizas de la tarde anterior. La tierra estaba ahora húmeda y fría pero, de alguna manera, perduraba allí el espíritu del fuego. En eso estaba cuando se aproximó el hombrecito y puso a un lado el manojo de ramas. El hizo como que no lo veía, aunque se aprovechó de ellas.
Encendió el fuego y entonces se sintió menos solo. El hombrecito lo había hecho sentirse solo. Esto era algo que no le sucedió en todo el verano.
Lo miró, por fin, a la luz de las llamas. Sonreía, naturalmente. Era algo muy triste y desolado este hombrecito. Le pareció ver detrás de él todos los largos días del invierno, el cielo gris, los árboles secos, la tierra adormecida, la ropa constantemente húmeda y el barro, ese barro que se metía en todas partes y que era como la sustancia del invierno. Afortunadamente contaba con el fuego. Y después de todo el invierno tiene sus encantos, aunque es indeciblemente melancólico, aquí en las islas. Todo tiempo tiene sus encantos, todo tiempo tiene sus peces.
Encendió un cigarrillo con una ramita y se tumbó junto al fuego. Allá arriba, muy lejos, parpadeaban las frías estrellas."

Haroldo Conti
Sudeste







No hay comentarios: