Jakob Julius David

"Las acogedoras habitaciones estaban bastante llenas, pero no al punto de resultar desagradables. Prevalecía el vestido de noche de carácter festivo, al amparo del carnaval y del baile popular de salón. Risas, luz, conversaciones triviales en voz alta. Los dos se sentaron en una pequeña mesa, sin haber echado siquiera una pequeña mirada al espejo. Se sentían satisfechos de sí mismos: hombres guapos, de mediana estatura, barbilampiños y de sonrosadas mejillas, bien alimentados e impecablemente vestidos. La habitual pregunta sobre el estado de salud parecía fuera de lugar tras el primer vistazo, pero de cualquier forma hubieron de responder por cortesía. Un vaso de ponche se alzaba ante ellos, se frotaron las manos para entrar en calor, sintiendo el efecto tonificante en toda la cadena de venas ramificadas. Agitaron con una cuchara la rojiza bebida, suspirando ante su poderoso olor, se llevaron la copa a los labios y bebieron un sorbo. Uno de ellos dijo en voz baja: "No les envidio demasiado. Hoy desde luego no. No tenía necesidad de algo tan fuerte, pero estaba tan cansado..."
Fritz Grätzer pidió que le trajeran un brandy, mientras asentía satisfecho: "Te has tomado esa historia demasiado a pecho. En realidad no es tan importante. Ésa es la cuestión."
Bernhofer negó con la cabeza. "Realmente me duele, pero quizás más porque soy perfectamente consciente de que él no era apto para ese negocio, pero no veo otro remedio y me gustaría tener uno. En una oficina o en otro lugar. Me preocupa. Estoy acostumbrado al trabajo regular. Es realmente difícil aprender todo de nuevo."

Jakob Julius David
¿Un poeta?



"Se trata de una mirada retrospectiva triste y desagradable. La pesadilla de sentir de nuevo la opresión del acoso durante tanto tiempo.
En medio de la oscuridad perfecta tratamos de perseguir el menor atisbo de luz pálida, apenas lo suficientemente brillante para poder percibir de forma imperiosa cualquier forma borrosa y desterrar la incertidumbre.
Un examen detenido de la propia voluntad permite la observación, dolorosamente afligida, de justificar el valor psicológico del reclamo, difícil de preservar, antes de que sólo queden ruinas. La caprichosa fiebre quema incluso las flores, dejándolas crecer, para luego verse desmoronadas y marchitas en la propia mano que trata de conservarlas.
El 9 de septiembre de 1905 había regresado de Gmunden con la intención de pasar el invierno en Viena. Hasta el día siguiente no fui consciente de hasta qué punto me obsesionaba el sufrimiento, como si fuera una derrota crónica. El ataque en cuestión parecía tan suave que no tenía por qué alterar las perspectivas y los planes inmediatos de viaje. El Tirol era una ciudad tan hermosa en todos los aspectos.
Como el sol, que a menudo escapa de las nubes, trataba de evitar permanecer en cama, aquejado de una fiebre persistente, desafiando las artes de los propios médicos, preocupados por la posibilidad de una infausta recaída."

Jakob Julius David
Alucinaciones









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