José María Conget

"Ahora escribo diacrónicamente. Empiezo por el principio y voy avanzando hacia el final, con algún capítulo que reestructuro o coloco en otro lugar. Y además casi siempre tengo pensado el final de las novelas."

José María Conget


"Antes de cumplir los veinte años, Miguel Zabala había descubierto con horror que era un hipócrita incurable. Durante largos insomnios revisaba la conducta de aquel individuo que le suplantaba y convertía su vida en un pastiche. ¿Había, en el breve puente que le separaba de sus actos, un punto concreto donde se verificaba la usurpación? O acaso, semejantes a un emisario que por desmoronamientos de la memoria o gratuita maldad fuera deformando su mensaje a lo largo del camino, las palabras y gestos de Miguel se revestían en su trayecto de intenciones oblicuas y, disfrazados de la desnudez primitiva para seguir fingiendo la inocencia que acababan de perder, se parodiaban a sí mismos en la debilidad del ademán resuelto, las invisibles comillas de la franqueza en la mirada, el falso aplomo de los labios. Cómo no avergonzarse de las traiciones de su voz, cuando hasta su propia imagen, si reflejada de repente en un espejo, le sobrecogía de extrañeza antes de irritarle por su torpe infidelidad a qué modelo clandestino. Ni siquiera a solas disfrutaba de ese alivio de la anfitriona de una fiesta que, al llevarse por fin los últimos invitados los rastros de su sonrisa, se entrega, sin tapujos, al malhumor y la jaqueca; por la noche, en medio de un ataque de angustia, bastaba con pronunciar mentalmente la frase "estoy angustiado" para que toda la situación se caricaturizara, lo que, a su vez, provocaba una segunda crisis en la que la impotencia por no estar convincentemente deprimido lo alzaba hasta las cumbres de la desesperación desde las que descendía a un insondable autodesprecio apenas una vocecita candorosa enunciaba: "estoy en las cumbres de la desesperación". Nada le parecía tan genuino como el silencio ni, quizá, tan imposible, ya que el simple enarcamiento de sus cejas era un derroche de retórica. Pensaba que, del mismo modo que se puede mentir diciendo la verdad -de hecho, él solía ser veraz pero mentía siempre-, había seudosilencios (los suyos) tan gárrulos como un chalán de feria."

José María Conget
Gaudeamus


"-Comentarios (marginales) a la guerra de las Galias-
Llegaba, las noches sin viento, desde allá, desde el senderillo que cruzaba el puente y se iba haciendo lombriz entre las montañas. El niño, a oscuras -los padres sorbían, lejanísimos como el parte de las diez en radio nacional, su sopa de ajos-, escudriñaba el ángulo del biombo por donde habría de venir, detrás del azul o blanco de las cumbres. Ignorando a las dos gentiles japonesas que llenaban con su convención el jardín central -¿se abanicaban?: en mi memoria el mueble se ha descolorido y emborronado al mismo ritmo polvoriento que hubiera envejecido el original de sobrevivir éste a los traslados, al exilio de los desvanes y a los inviernos sin leña para la estufa-, sorteaba los arbustos, rodeaba el riachuelo y corría hasta el fondo para apostarse ínfimo en la vereda de la senda y vigilar: oiría en la hondura de su pecho los tácitos pasos del que llegaba de detrás de los montes, de detrás de la vaga vastedad del biombo.
Asomada al huerto, la madre miraba las higueras agitadas, el Moncayo. Traía en un plato el pan con aceite. Esperaba a que diera el primer mordisco. Que no se te caiga, decía, y luego, más bajito: sopla el cierzo. Y él sabía entonces que vendría con los vientos caballistas cabalgando sombras y que se posaría en la roca castillo de la loma y que desde allí -sin nombre pero enjuto como el torvo San Bartolomé de la parroquia, pero carraña como la muerte guadañera que segaba infantes en los anuncios de Hipofosfato Salud de la vieja revista Iberia del tío-abuelo, pero alado y colmilludo y escamoso como el demonio que en el altar mayor el pie de la virgen aplastaba aunque no tan enérgicamente que deshiciese la malignidad y el poder del nunca definitivamente derrotado- planearía con amplio silbo hasta manchar la luna, llegar a la ventana y llamar en los cristales con nudillos de algodón y borrosas palabras. Cómo vencerlo, retrasarlo al menos. El niño gritaba buenasnochesnosdédioooos. En la zona de la radio y de la luz respondían saludpesetas. Y era ya el dominio del que llegaba."

José María Conget
Comentarios marginales



"¿Conoce a algún escritor que no sea inmaduro? Yo me siento muy inmaduro. Tengo la sensación de que no sé nada de nada y no me atrevo a opinar, salvo de las cosas que estoy seguro que rechazo. Yo sé un poco de tebeos, y poco más."

José María Conget


"He procurado mantenerme siempre al margen de la vida literaria."

José María Conget


"Soy un narrador de la condición humana y en ella está la deslealtad, la vanidad, el engaño, y además hay otras cosas buenas: entre los personajes jóvenes, aunque también asoma la traición, en general son mucho más limpios que los otros."

José María Conget



"Uno de los grandes regalos de la vida es el enamoramiento."

José María Conget









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