Juan de Zabaleta

Concurrieron a un convite, que hacía un amigo a muchos amigos, Solón y Periandro, dos hombres de muy venerado entendimiento. Empezóse la comida y hablaban todos; solamente Solón era el que callaba. Reparó Periandro, que era opuesto suyo, en aquel silencio y díjole en voz recatada al que estaba a su lado: "Solón calla de entendido o de bobo." Oyólo Solón y dijo, también en voz baja, volviendo un poco el rostro hacia ellos: "Los bobos no callan en los convites." Celébralo y admíralo Juan Estobeo

Discurso

1. Los convites los inventó la amistad o para empezarse o para rehacerse. En ellos el cariño o se engendra o se alivia. En un banquete llama la amistad a la naturaleza humana a recrearla y entretenerla. Lo menos a que convida es al gusto de los manjares: éste no sirve sino de señuelo. Lo grande a que convoca es al dulcísimo sabor que hallan los hombres en el concurso de los amigos. Aquí van a divertirse los unos a los otros. El alterno decir y el alterno escuchar hace en todos un deleite continuado.

2. Irse a callar a un convite es una de las mayores frialdades que puede hacer un hombre, porque no sólo priva a los otros del gusto de verse ayudados en la conversación sino que los desanima para que lo digan, porque el que calla parece que se enfada de que los otros hablen y allí se teme mucho el enfadarse unos a otros. Dejar caer la cara sobre el trinchero y no servirse de la boca más que para comer es hacer un remedo muy parecido de una bestia en un pesebre. En los convites hay un plato que, con ningún dinero, lo puede hacer nadie en su casa estando solo, que es el gusto de la bulla festiva. Quien no come de este plato, coma en su casa. Una de las cosas que más nos diferencian de los brutos es convidarnos unos a otros. Los animales sin discurso, en cogiendo la presa, buscan el rincón. Coger un hombre el plato y meterse con él en su silencio es salirse del convite y desmentirse de hombre.

3. Si la gula es mala, el hablar en los convites es bueno. Que la gula es mala no tiene duda. Luego tampoco la tendrá que es bueno hablar en los convites, pues es contra la gula. Comer y hablar a un mismo tiempo no hay quien lo haga. Oír y comer a un tiempo mismo, lo hace cualquiera. Los que oyen y comen en un convite acaban primero aquella parte que les ha tocado de la vianda que está servida. En viendo que están algunos parados, introducen otro manjar los ministros; entonces les es preciso a los que hablan dejar casi entero el plato que tenían por hacerle lugar al que entra de nuevo: con que el que habla en un convite no sólo está más festivo sino más templado. Al que yo viere en un banquete no hablar y comer, le tendré por glotón; al que viere que ni come ni habla, le tendré por insensato. Yo confieso que se ha reñido más veces por hablar que por callar; pero también conozco que se han empezado más amistades hablando que callando. Muchas veces ha habido disgustos en los convites y muchas, también, han empezado a ser amigos en ellos los que no se conocían. Si el hablar tiene un riesgo, el callar tiene otro. Ninguna cosa hay tan cabal que no tenga alguna parte mala. El silencio, por la mayor parte, es bueno y es malo en alguna parte. La prudencia es quien la perfecciona. El hombre cuerdo ha de ser callado, pero no ha de ser mudo. La lengua es bien que se guarde, pero no que se ate. La moderación en el hablar tiene virtud de silencio. Nada hace superfluo la naturaleza. Si fuera bueno callar siempre, no le hubiera dado al hombre facultad de articular palabras. Vigor tiene de espada la lengua. No siempre la espada ofende. Buena es cuando defiende. No es mala cuando adorna. La lengua cuando ofende es perversa, cuando defiende es precisa y cuando deleita es gala. Culpable está dondequiera el que habla injurias, loable el que habla razones, amable el que dice donaires. A descansar de racionales van los hombres a los convites. Allí es discreción decir boberías blandas; prudencia es allí no tener prudencia. En la lengua está el sentido del gusto. Trampa es conocida en los banquetes recibir el agasajo por la lengua y negar en la lengua el agasajo. Por la lengua se recibe el sabor de los manjares; justo será que la lengua dé a los oídos el gusto de las palabras. Quien se queda con lo que debe siempre comete culpa. Culpa cometerá la lengua que no paga el gusto que debe. En la lengua está el sentido del gusto, pero no en toda la lengua; en un nervio que hay en medio della [de ella] escondido se limita. En la lengua está la facultad de formar palabras, pero no en la lengua toda; el extremo anterior es el que las articula. En los convites ni ha de ser todo hablar ni todo comer, pero se ha de comer y se ha de hablar, pues ni es toda la lengua para hablar ni toda para comer.

Juan de Zabaleta
Errores celebrados, Error IV



"El escudo de armas de los anglos es rosas y leones. El mismo escudo tiene el deleite, holgura y estrago. Placeres hay que acarician; pero entre los placeres, leones que despedazan. Presto se hará esto patente.
Conciertan por el mes de Mayo cinco amigos juntarse en un jardín la tarde de un día de fiesta. Se encarga de un plato para la merienda cada uno, porque no se tienen por vivos los que no echan á perder el tiempo que viven. Llega el día señalado y se juntan junto al jardín todos. Entran, y aquel todo repentino hace á los ojos repentino y sabroso agasajo. Entran á quitarse las capas y espadas en una sala en que hay cosillas, bufetes y pinturas y aligerados ya de alguna parte del peso del adorno van á parar á una fuente que engalana una garrafa de agua que se vierte en una taza de alabastro.
Divídanse en dos por las calles del jardín y el más risueño de todos anda de unos en otros. Quedan los unos en una calle que por una parte es pared cubierta de jazmines y por otra vallado de rosales. Los otros toman por otra calle, que es por una parte pared de naranjos y por otra pretil de murtas. Estando en el embeleso de esta contemplación, se llega el risueño diciendo: Los jardines son lugar de bolear y no de discurrir. Vámonos de aquí.
Fueron andando y salieron á un mismo tiempo con los otros á una calle través á quien tapaban el cielo con otro cielo unos hermosísimos emparrados. Tenían á los dos lados unos escaños de madera teñida de verde. En el de mano derecha estaba sentado un hombre de edad madura, aún más encanecido que viejo, de rostro mal figurado, de aspecto profundo y de silencio misterioso. El hombro era de capa y espada, su vestido de bayeta que, como empezó por Octubre, no podía estar buena por Mayo. La ropilla daba señales de tratada con descuido. En descuidándose la fortuna con el aliño de un hombre, se descuida él con el aliño. Tenía la mano izquierda en la mejilla y en la derecha una hoja de yedra y una rosa. Los ojos tan hacia su pensamiento que aun á los que tenía delante no veía."

Juan de Zabaleta
Día de fiesta por la tarde




Embestir el primero es bizarría
hija de un corazón muy de provecho.

Juan de Zabaleta
A la muerte de don Martín de Alarcón
Tomada del libro de Vicente Vega Diccionario de frases célebres y citas literarias, página 657




En tiempo de Dionisio Siracusano hubo una mujer llamada Erina, natural de una isla cuyo nombre es Telos. Ésta era muy inclinada a los estudios y muy entregada a la poesía. No hacía otra cosa más que versos. Escribió un poema y muchos epigramas. En esto gastó su vida. Celébrala Propercio y acuérdala Ravisio Textor.

Discurso

No sé qué me diga de la poesía. Llamarla locura parece engaño, porque no se puede obrar sin grande entendimiento. Llamarla cordura es error conocido, porque hace a los hombres inútiles y desatentos. Trabajar mucho en no hacer nada, es desatino patente. Este desatino hacen los poetas, ¿cómo tendré ánimo para llamarlos cuerdos? Que grandes versos no se pueden hacer sin entendimiento grande es verdad infalible, y tan infalible verdad que los malos no se pueden hacer sin tenerle bueno. La prueba es fácil. Oigan en prosa a los malos poetas y los oirán hablar con muy buena razón. Pues si para ser poeta sin nombre es menester entendimiento más que ordinario, ¿qué entendimiento será menester para ser buen poeta?

No fuera tan culpable la poesía si se hiciera como se lee. Léese por ociosidad y ella no se hace sin grande ocupación. Quien no quiere hacer nada, lee un soneto; quien se determina a molerse, le hace. Entre cuantas obras hay del entendimiento, ninguna se apodera con tanta crueldad del hombre. Tanto es lo que se trabaja en esto que revienta de fatiga la humana capacidad y se sale de sí misma. En nada se echa tanto de ver que el escribir versos es locura como en esto, pues los hacen los hombres estando fuera de sí.

Que es mayor el trabajo de la poesía es tan indubitable que, si a alguno de los hombres doctos en teología o en la jurisprudencia, que hacen versos con mucha destreza y mucha gracia (que hay entre ellos muchos que los hacen), le dijesen a un mismo tiempo que respondiese por escrito a una duda gravísima de su facultad y que escribiese unas décimas a unas manos blancas, trabajaría mucho menos en responder a la duda, siendo obra loable, que en escribir las décimas, siendo obra vacía. Dichosos ellos, pues no hacen las décimas, sabiendo hacerlas, y desdichados de los versos, pues sabiendo ellos hacerlos, no los hacen.

No sé cómo no hay quien se avergüence de escribir versos, viendo que, si lo que dicen en ellos lo dijera hablando en prosa, le tuvieran todos por loco. La naturaleza siempre está opuesta a lo malo, nunca lo aplaude; si el antojo lo sigue, es sabiendo que yerra. La naturaleza está opuesta a la poesía. Vese claramente en que, para preguntar un hombre a un poeta si escribe algo, sin poder más consigo, se lo pregunta sonriéndose, como burlándose de lo que pregunta.

¡Oh, si yo fuera tan bien afortunado que, a la juventud de España, principalmente a la que está en las universidades, pudiera persuadir a que no se ocupase en ocio tan moledor y en tan desaprovechada fatiga! Que si yo fuera tan bien afortunado que se lo persuadiera de aquellos entendimientos que trabajan en hacer locuras, entregados del todo a lo útil en que allí se trabaja, sacara España gloriosas conveniencias.

No hay, en fin, sustancia en la poesía; nada de cuanto dice importa nada. Como música deleita, como ignorancia ofende. Las cadencias hacen gusto, las palabras hacen enfado. La necesidad de los números y de las consonancias obliga a introducir muchas voces o sobradas o forzadas o impropias. El oficio de la poesía es fingir lo que es o figurar lo que es, de tal manera que quede en otra especie. La mentira, de mentira a fuera, es nada. Nada es la poesía en apartándola de los números. Algunas veces quiere ser algo y, entonces, es algo malo, es sátira o lisonja. La sátira es murmuración y toda murmuración es vileza. Son los poetas satíricos unos testigos falsos que, donde no hay delito, lo ponen, y donde hay delito, ponen más delito. ¡Infame defecto! La lisonja es tan dañosa que hace de los entendidos bobos y de los bobos locos. El entendido, a quien alaban de lo que no tiene, bien sabe él que no tiene aquella perfección de que le alaben, pero se emboba de suerte con la dulzura del sonido que se alegra de que le alaben, como si la tuviera. El bobo, a quien la lisonja ensalza, cree cuanto le dice la lisonja y vuélvese loco. De manera que la poesía, si no alaba o vitupera, no es nada, y si alaba o vitupera, es perniciosa.

Juntemos, pues, ahora las propiedades de la poesía con los defectos y propensiones de una mujer y veremos lo que resulta. Miedo me da pensarlo. En la poesía no hay sustancia, en el entendimiento de una mujer tampoco: muy buena junta harán entendimiento de mujer y poesía. La necesidad de las proporciones obliga a poner en la poesía muchas palabras o impropias o forzadas o sobradas. La mujer, por su naturaleza, no sabe poner nada en su lugar; mírense cuál estarán sus palabras en las dificultades de la poesía. El oficio de la poesía es fingir, el ansia de la mujer es maquinar; darle por obligación la inclinación es acabar de echarla a perder. Cuando la poesía es sátira, es murmuración, es chisme. La mujer naturalmente es chismosa; si la añaden la vena de poeta, no parará de hacer sátiras con que ande chismando al mundo las faltas ajenas. Cuando la poesía es lisonja, es estrago de los entendimientos. Lisonja en labios de mujer hace más daño que lisonja; porque de un hombre se puede presumir que inventa las perfecciones que pinta, pero de una mujer, como es menor su capacidad, se piensa que pinta las perfecciones que halla. De donde se colige que, si la lisonja ordinaria hace de los entendidos bobos, y de los bobos locos, ésta hace locos de entrambos, porque entrambos la creen muy aprisa. De suerte que la mujer que es poeta jamás hace nada, porque deja de hacer lo que tiene obligación, y lo que hace, que son versos, no es nada. Habla más de lo que había de hablar, y con más defectos y superfluidades. Añade otra locura a su locura. De día y de noche está maquinando disparates que, sobre los que ella había de maquinar, hacen desatinadísimo tropel de quimeras. Si alguien la ofende, no cesa de hacerle sátiras. Si ha menester a alguien, le enloquece o le emboba a lisonjas. Esto hace una mujer que hace versos: ¡buena debe de andar su casa! Mas, ¿cómo ha de andar casa donde, en lugar de agujas, hay plumas y en lugar de almohadillas, cartapacios? Yo apostaré que una mujer déstas, las sábanas que rompe de noche buscando, a vuelcos, los conceptos, no las remienda de día por escribir los conceptos que buscó entre las sábanas y leérselos a sus conocidos. También apostaré que, si estando escribiendo ve que se le cae un hijo en la lumbre, por no levantar la pluma del papel, le socorre tarde o no le socorre. ¡Fuego de Dios en ella!

La mujer poeta es el animal más imperfecto y más aborrecible de cuantos forman la naturaleza, porque no hay animal de tantas tachas que no sea bueno para algo, sola ella no es buena para cosa desta vida. Esto asentado, veamos ahora, por qué alaban a Erina, Propercio y Rabisio. Claro está que porque hacía versos. Por lo que ellos la alaban, si me fuera licito, la quemara yo viva. A1 que celebra a una mujer por poeta, Dios se la dé por mujer, para que conozca lo que celebra.

Juan de Zabaleta
Errores celebrados, Error VIII



"Entre cuantos gozan grande entendimiento, ningunos parece que están tan obligados de la mano de Dios como los poetas grandes.
Todos los hombres insignes en las demás facultades con saber lo que otros hombres insignes supieron en ellas se hacen insignes; con decir lo que ellos dijeron quedan famosos. Decir lo que nadie ha imaginado es ser poeta. Hallar camino nuevo es ir al Parnaso; ir por donde los otros han ido es rodear para no llegar. En la poesía no puede haber maestro, porque no puede ser aprendida, ni nadie sabe tanto de ella, que pueda enseñar de ella algo. Los versos buenos son cosa tan mayor que la humanidad, que nadie los hace, ellos se vienen. Quien dice que hace buenos versos se engaña: nadie los hace, todos los esperan. Muchos son tan desgraciados que no se les ofrece ninguno: algunos son tan dichosos que bajan á su cerebro muchos.
Estos entendimientos elige Dios para sus alabanzas. Estas plumas habían de estar siempre celebrando las grandezas de Dios, acordando sus beneficios, aplaudiendo las virtudes de sus santos y trayendo, en fin, el cielo á la tierra para que la tierra se confundiese con el cielo. La poesía es dada á los hombres para estos ejercicios, pero muchos usan de ella para malos fines. En Armenia se ve algunas veces la nieve colorada, siendo siempre blanca la nieve. Casta y pura es la poesía; mas si cae en corazón encendido de amor, ella también se enciende; el color de la tierra en que cae es el que toma.
Despierta al amanecer del día de fiesta el poeta enamorado: le ha pedido su dama que la pinte en unos versos, y él quiere hacer lo que le ha pedido. Empieza á hacer en la idea la pintura y la va formando de comparaciones. Con el sol hace el cabello, con la nieve la frente, con el ébano las cejas, con las estrellas los ojos, con las rosas las mejillas, con plata encañutada las narices, con dos nácares las orejas, con perlas los dientes, con rubíes los labios y con alabastro la garganta."

Juan de Zabaleta
Día de fiesta por la mañana



Este es don Juan de Zabaleta; (...) es excelente poeta, y es de los mayores; ha escrito muy buenas comedias; aunque le sucedió un desmán con la de Aún vive la honra en los muertos, que fue tan mala; pero esta redondilla dirá el suceso de aquel día:

Al suceder la tragedia
del silbo, si se repara,
ver su comedia era cara,
ver su cara era comedia.

Juan de Zabaleta



"Los convites los inventó la amistad o para empezarse o para rehacerse. En ellos el cariño o se engendra o se alivia. En un banquete llama la amistad a la naturaleza humana a recrearla y entretenerla. Lo menos a que convida es al gusto de los manjares: éste no sirve sino de señuelo. Lo grande a que convoca es al dulcísimo sabor que hallan los hombres en el concurso de los amigos. Aquí van a divertirse los unos a los otros. El alterno decir y el alterno escuchar hace en todos un deleite continuado."

Juan de Zabaleta
Errores celebrados





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