Ledicia Costas

"A veces, la Ledicia escritora discute con la Ledicia traductora."

Ledicia Costas



"Creo en la justicia cósmica, en la vida y en la literatura. En la vida debería darse en más ocasiones, pero cuando sucede es fantástico. Soy una persona a la que le gusta mucho observar. Me encanta descubrir casualidades y situaciones en las que la justicia cósmica pone a cada persona en su lugar. Supongo que por eso a menudo lo acabo trasladando a la literatura."

Ledicia Costas



"Creo que hay que tratar a los lectores infantiles como las personas inteligentes que son. Es absurdo que jueguen a videojuegos donde cortan cabezas y matan indiscriminadamente y luego tener que dulcificar un libro «por si se asustan». No se asustan. Creo que la literatura tiene que ser honesta por encima de todo. No me gustan los libros llenos de azúcar."

Ledicia Costas



"Escribo en gallego porque es el idioma en el que me comunico a todos los niveles, y no quiero renunciar a algo tan especial. Creo que el idioma nos singulariza y nos sitúa en el mapa del mundo. El gallego está viviendo una situación muy delicada. Las nuevas generaciones, especialmente en las grandes ciudades de Galicia, tienen serias dificultades para expresarse en gallego. La relación que tienen con nuestro idioma es como si fuese una lengua extranjera. Esto es durísimo, porque pone en peligro la pervivencia del gallego. Cuando eres escritora, apostar por un idioma como el mío implica muchas renuncias. Hay muy poquitas autoras y autores que escriban el gallego y sean conocidos en el resto del Estado. Debería ser natural tener obras publicadas en las cuatro lenguas cooficiales, y no es así. El sistema funciona de una forma algo perversa. Escribimos para que nos lean en todas partes y la realidad es que el sistema literario gallego es un gran desconocido en el resto del Estado. Para mí es importante luchar por algo tan valioso como un idioma. Peleo por las traducciones, sueño con la internacionalización y creo en ella firmemente, pero sin renunciar a mi lengua."

Ledicia Costas



"Llovía en alta definición. Quinto día de agua, sin apenas descanso, y todo apuntaba a que el cielo de Galicia iba a seguir vomitando frío. Emma siempre se había sentido como una persona de invierno, de agua y de luna, por ese orden. La lluvia no afectaba a su estado de ánimo, pero consideraba que, por imperativo legal, los grandes cambios deberían ir acompañados de un punto de luz al que aferrarse. Miró hacia el cielo a través del parabrisas, buscando la materialización de esa esperanza. Gris hasta las entrañas. «La lluvia es tan anárquica como el amor», susurró algo defraudada.
La carretera atravesaba un monte tupido y hermoso como las cosas incorruptas. A un lado y a otro, los árboles semejaban criaturas extrañas y desproporcionadas. Sacudían sus extremidades con torpeza por el impulso del viento. El movimiento dislocado de las ramas la hizo viajar a un episodio de la infancia. Recordó aquel espantapájaros que ella y su hermana Marina habían fabricado con piezas de ropa de cuando su madre era joven. Había sido un verano especialmente caluroso, casi abrasador. Hacía mucho tiempo de eso, quizás veintitrés o veinticuatro años. No sabría precisar. Lo que sí recordaba con toda claridad era la cabeza del espantapájaros. Y también que Marina aún estaba viva. Entre las dos hermanas acordaron decapitar su muñeca de trapo. Se la cortaron con las tijeras de la caja de costura... «Así tendrá una nueva vida —le había dicho para convencerla—.Una vida de pájaros, soles y cerezas.»
—¿Cerezas gordas?
—Gordísimas —le confirmó Emma.
—Vale. Pero le ponemos un sombrero, para que no le arda el cerebro con tanto sol.
Escupieron en sus manos y se las estrecharon para cerrar el trato, igual que los hombres en las películas. Terminar el espantapájaros les llevó tres días. A pesar de tener cabeza de muñeca y una fértil melena rosa, le llamaron William Brazos Largos. El inglés les parecía un idioma elegante y tenían que compensar de alguna manera la estética terrible de aquella criatura que acababan de crear. Les salió así sin querer. Lo imaginaron perfecto, pero la belleza no se puso de su parte. Los brazos le llegaban hasta las rodillas, aquel vestido de encaje le quedaba demasiado grande y la sonrisa que le pintaron en la cara con un rotulador, en vista de que la expresión de la muñeca no les acababa de convencer, era una línea torcida y grotesca. Lo clavaron orgullosas en el suelo, en medio de una plantación de maíz. Al remover la tierra apareció una escolopendra enorme que echó a correr entre los pies de Marina, arrancándole un grito de terror."

Ledicia Costas
Infamia


"Me gustan desde siempre los globos aerostáticos, las aeronaves, las máquinas que funcionan a vapor. A veces creo que mi cabeza también funciona a vapor."

Ledicia Costas


"Me gusta escribir partiendo de la realidad, buscando las grietas que existen en la Historia. A partir de esas grietas empiezo a tejer la trama. Nunca planeo cuánto de realidad y cuánto de ficción debe tener una novela. Surge de manera natural, a medida que escribo. Soy incapaz de planificar. Escribo por instinto, sin normas. En el futuro me gustaría homenajear a Angela Sommer-Bodenburg y a Mary Wollstonecraft Shelley. Admiro a ambas escritoras."

Ledicia Costas


“Mi primer libro se publicó en 2000 y yo lo había escrito con 16 años, pero ya era el tercero que escribía.”

Ledicia Costas


"Mi proceso creativo acostumbra a ser así: una imagen se cruza en mi mente y la historia se precipita."

Ledicia Costas


"Muchas adolescentes siguen teniendo el convencimiento de que el amor duele."

Ledicia Costas


"Quizás lo más importante que he aprendido es que si persigues algo con la fuerza suficiente, aquello que más ansías puede acabar convirtiéndose en realidad."

Ledicia Costas


“Recuerdo mi experiencia en el bufete como algo terrible. Donde he presenciado las mayores injusticias fue en el juzgado. Yo tenía una concepción romántica del Derecho, que se fue derrumbando al trabajar día a día. Además, hay que mentir muy bien y enseñar a mentir a tus cliente.”

Ledicia Costas
















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