Rafael Delgado Calvo-Flores

Agua mía…

a Arcadio Ortega

A ti, agua secreta, vital agua;
de las fuentes de mi amor, primigenia;
la que fuiste, de mi existir, la esencia;
tierna agua, la maternal agua; mi agua.
A ti, la instintiva, la apasionada;
la que un torrente de juventud eras,
desbordante agua de mi primavera;
efímera agua añorada agua; mi agua.
A ti agua musa de mi poesía,
para sus veneros, la dulce linfa,
de mi lírico huerto, sol y cristal.
A ti, te ruego, mi agua, agua mía,
nunca seas como el agua vencida,
abandonada a su fin en la mar. 

Rafael Delgado Calvo-Flores


El tránsito 

a José Manuel Delgado

Desde un anhelo se transformó en humo,
ascendido lentamente del suelo,
coronando montes y valles,
vagabundo entre las nubes;
difundido en todo lo que palpaba.
Pero era animal de tierra,
materia prieta,
 pies con apoyo;
y añoró su condición de hombre.

También huyó al mundo de la palabra,
expresión del pensamiento,
sonido y ritmo;
nexo y comprensión.
Pero quedó pronunciado,
flotando en el aire,
 víctima de lo efímero;
y regresó a su lugar de hombre.

Convirtióse entonces
en agua de montaña,
juguetona y espumosa,
jovial y extrovertida;
cristalina y verdiazul.
Pero acabó sintiendo la opresión
de un solo cauce,
un tiránico curso prefijado.
Y volvió a ser hombre.

Un sentimiento de amor,
inmaterialidad sensible y bella,
libre de ataduras.
¿Pero dónde hallar quién lo albergase?
¿Cómo hacer vibrar
las delicadas substancias de su alma,
endurecidas con el paso de los años?
Dolorido, ocupó
nuevamente su estado de hombre.

Marchó entonces a la luz de las estrellas.
Vigilante invisible del día,
presencia eterna de la noche;
a desvelar el alma del universo,
perderse en el vacío extraño y obscuro.
Pero poco a poco, sin pausa
—vagabundo largo tiempo—
sintió corroerse de nostalgia,
retornando a ser hombre.

Por último, se contempló en el fuego,
la llama, la energía candente,
la brasa y el crepitar;
uniéndose a ellos,
disipándose en la oscuridad,
absorto en la sobrenaturalidad de la energía.
Pero el tránsito fue breve,
extintas las llamas,
 agotado su fulgor. 

Rafael Delgado Calvo-Flores




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