Alfonso Domingo

"Era muy difícil de admitir, por parte de algunos, que un libertario (Melchor Rodríguez García) se dedicara a imponer la legalidad republicana que suponía no hacer sacas ni paseos, juzgar a todos los presos y mientras tanto guardar su vida en condiciones de dignidad."

Alfonso Domingo


"Es bien conocida la gesta de las Brigadas Internacionales, de la Brigada Lincoln, pero quizás no tanto la de los ochenta y cinco afroamericanos que combatieron en sus filas, que no solo venían a combatir al fascismo, sino también al racismo que les negaba los mismos derechos civiles que al resto de la población en su país."

Alfonso Domingo




"La conversación con la viuda del cineasta anarquista había conseguido conmover los cimientos de algunas certezas que Montes tenía de aquel asunto. La vedette, esa Tina de Jarque que sólo había visto una vez en fotografía, le resultaba ahora un misterio insondable. No le había prestado mucha atención, pero su cerebro deductivo y amante de la verdad trabajaba en todo momento buscando las contradicciones de la historia, los puntos débiles. Había creído que se trataba de una artista frívola de las variedades, de una mantenida de lujo de grandes capitalistas, quién sabía lo que había hecho aquella mujer con el infeliz de Abel. En esto no era muy diferente de la opinión de otros compañeros libertarios. Pero ahora emergía otra Tina distinta, con matices, informaciones que provenían de un compañero que la conocía y la había dirigido en su última película. A eso se añadía el sigilo con que el régimen franquista llevaba a cabo la investigación, como si tampoco creyeran la versión de que había sido acaparada por un rojo que al final, la había llevado a la ruina utilizándola como tapadera. No sólo se trataba de averiguar aquel cierre de novela policíaca, sino que la resolución de aquel enigma le atañía directamente.
Tendría consecuencias sobre su familia, y también sobre sus propias convicciones. Si los compañeros del Comité Nacional la habían condenado sin razón, habría sido otro más de sus errores. Los responsables de la CNT no habían estado a la altura en toda la guerra, y aquel era un asunto más, pero no un asunto baladí. Había además joyas por medio. ¿Hasta qué punto esas joyas habían servido a la causa? ¿Hasta qué punto el fin justificaba los medios? Esa siempre había sido una diferencia entre comunistas y anarquistas. Al final, como en todas las novelas policíacas, se mostraban los elementos más importantes de la condición humana. Allí danzaban, con la muerte, la ambición, el poder, el dinero y el sexo. Demasiados elementos, demasiadas pistas, demasiadas cosas que lo atañían. Y la realidad le traía muchos más elementos de preocupación. En aquella novela de la vida, no había ningún escritor, ningún guionista, como el loco de Armand Guerra, que pudiera escribir un argumento coherente, ni ningún público que decidiera la solución final. Todo era absurdo, espeso, difícil. Y, de momento, él podía hacer poco. O nada."

Alfonso Domingo
El enigma de Tina


"La vida cotidiana del enlace exigía un esfuerzo enorme. En principio eran familias del campo, aunque después hubo enlaces también en los pueblos. Solían ser caseros que estaban al cargo de un cortijo cuyo dueño iba poco por allí. Estos caseros eran el soporte en la zona Centro-Sur. El hombre iba al pueblo y se enteraba de lo que pasaba, compraba tabaco y otras cosas. La mujer preparaba comida o lavaba la ropa de los guerrilleros. Si había que comprar muchos víveres, era la encargada de coger el burro e irse a un pueblo diferente para no levantar sospechas. Los niños de corta edad andaban por los alrededores del cortijo y eran unos buenos cómplices que vigilaban los caminos. En la Fresnadilla, término de Marmolejo, que frecuentaba la partida de Los Jubiles, compraron unos pavos y pusieron a los niños de los caseros a cuidarlos. Los niños veían cuándo venía la Guardia Civil y avisaban a la casa.
Eran años de hambre y las familias de los enlaces participaban también en el fruto de los golpes económicos de la guerrilla. Los guerrilleros les daban parte del dinero del atraco o del rescate. La filosofía de la guerrilla era pagar lo que les facilitaban, así que estos enlaces normalmente tenían una compensación económica que les permitía vivir mejor dentro de la pobreza. «Hubo un interés compartido, pero no siempre, porque también hubo enlaces politizados, enérgicos y valientes que lo hicieron por fidelidad a la causa», resume Francisco Moreno. Es un mundo muy complejo. Otras cosas que hay que tener en cuenta son los amoríos y los líos de faldas, en algunos casos con un desenlace trágico. Hay casos como el de Chaparro, en el pueblo de Huelma, en Jaén. Este guerrillero se enamoró de la casera del cortijo «Nicolasa», que se llamaba Magdalena Aranda, engañando al esposo. Aquella mujer se enamoró perdidamente del guerrillero y acabaron ahorcando al marido. Simularon un suicidio, pero aquello se sospechó y la Guardia Civil acabó poniendo cerco al cortijo. El guerrillero se había hecho un zulo y no lo descubrieron hasta que una noche salió a tomar el fresco y lo mataron a tiros. Ella salió queriendo protegerlo y allí mismo la mataron también.
Hubo bastantes amores entre guerrilleros y caseras e hijas de caseros. En Puertollano (Ciudad Real) se expulsó a un guerrillero de apodo Lavija por haber dejado embarazada a la casera siendo el marido un viejo militante del partido de toda la vida y un enlace extraordinario. El jefe de la división, absolutamente indignado por aquella humillación, le expulsó. Él exigió dinero y estuvieron a punto de liarse a tiros en la casa donde estaban recluidos. Le dieron menos dinero de lo que pedía para marcharse a Madrid. Él se vino pero se trajo a la casera de amante. Murió en noviembre de 1946 en un tiroteo con la Guardia Civil y con un amor conflictivo de por medio."

Alfonso Domingo
El canto del búho


"Me enviaron a París. Se sentía cada vez más cercana la guerra cuando llegué en el tren, con dos compañeros y el mandato del comité responsable, con el objetivo de conseguir recursos y adquirir pasajes para que muchos camaradas pudieran embarcarse camino del exilio.
Allí tenía conocidos de la época en la que militaba en la bohème y fregaba platos en un restaurante. Durante meses resolvimos lo que pudimos con las divisas que teníamos. Después utilizamos las hoyas y las obras de arte requisadas, no muchas, que habíamos podido sacar de España.
Me repugnaba todo lo que tuviera que ver con el tráfico artístico, lleno de arribistas, especuladores, gente sin escrúpulos, que sólo veían en las telas los dibujos del negocio, opacos al arte, incapaces de admirar la belleza. En esto, desde luego, se parecían a algunos de mis camaradas de la guerra, a los cuales aquellos cuadros de santos, vírgenes, escenas bucólicas o mitológicas, no les decían nada.
-Si nos sirve para comprar armas y luchar contra los fascistas, bienvenido será ese dinero.
Yo me había desgañitado discutiendo con comités de requisa, con los responsables de las incautaciones. Sólo algunos eran sensibles al hecho de que era arte que el pueblo merecía disfrutar. Si había sido realizado por los pintores, gente con oficio, para disfrute de los exquisitos. En aquellas obras también estaban representados nuestros antepasados, nuestros congéneres, los obreros, campesinos, criados, todos aquellos personajes que acompañaban a las figuras centrales.
París había cambiado, no era la misma ciudad que cuatro años atrás. También era posible que yo hubiera cambiado bastante en ese intervalo. Poco quedaba de la bohemia, la que yo conocí, tan joven, a los veinte años, uno antes de la Guerra Civil. Había ido a aprender con una beca del Gobierno y los ahorros de mis padres, maestros con inquietudes y ganas de cambiar un país injusto. La formación era el único lujo de mi familia. Antes de Francia pasé un curso en Alemania, pero Berlín no me encandiló. Me deslumbraba más París y su ambiente intelectual, donde, como muchos de mi generación, suponía que estaba la cuna del arte. Pero allí, aparte de los museos, apenas pude disfrutar del ambiente bohemio. Cuando me di cuenta, había gastado como un novato todos mis recursos invitando a cafés y almuerzos. No tuve más remedio que ponerme a trabajar en el mercado de Les Halles y lavar platos en un restaurante, hasta que reuní lo suficiente para regresar, evaporado el sueño del gran París."

Alfonso Domingo
El espejo negro


"Uno no escribe ni para mujeres ni para hombres, escribe lo que le sale."

Alfonso Domingo












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