Alima Madina

Carnetierra 

Soy carnetierra
una carne de tierra
una carne que algún día recuperará
la forma vulgar de sus orígenes.

No soy sino polvo
nacido de una tierra arcillosa
el milagro que hace de mí una carne
permanece enterrado en los arcanos celestes.

Mañana cuando decline el día
cuando el aura divina borrará mi ser
hacia otros irresistibles horizontes
la madre-tierra se precipitará sobre mi cuerpo

Irreconocible en la extensión
de los colores del desierto o de Sahel
regresaré como la única de las bellas
inmutables sustancias de la naturaleza.

Alima Madina



Las armas de honor 

Armas de honor, me dices
¿por quién resuenan ?
Incluso bajo los bellos colores de la patria
ellas nunca levantarán una capilla.

Las armas de honor no existen.
Un arma, va siempre acompañada
de un cierto deshonor
de una afrenta o un daño irreprochable.

Jamás engendrarán una victoria
sin sollozo.
Extraña gloria al lado de la cual
nunca corre la sangre
de reyes y princesas todopoderosos.

Las armas de honor son deshonor
que vuelven un drama  nuestra vida:
miseria, caos, un torrente de lágrimas.
Nunca contribuirán a la felicidad.

La que cae bajo esas balas
en tierra, en el agua, bajo una lápida
no es sino una parte de nuestro ser
carne de nuestra carne.

Alima Madina



Las últimas horas 

A menudo las últimas horas de una vida
se acompañan con un poco de nostalgia
y ese remordimiento de partir hacia lo desconocido
nos une al señor de los cielos.
 
Momento de dolor intenso
ante el llamado de lo alto,
el alma se vincula con otros horizontes.
Sufre el cuerpo la separación.
 
Comienzo y fin de una vida
se engendran plenamente en el dolor.
El alma sale en llanto de la etapa fetal
y en llanto también deja la vida.

Alima Madina



Por una brizna de amor

Deliré como un hada
por una brizna de amor suave
buscando incluso por los aires
un sésamo perdido por el mar. 

Oh corazón mío, vuelvo a notar cómo,
he dado vueltas en torno a Mongo-Tandu
entre la choza de Ana y aquella de Germaine.
Soñé con un amor a la romana. 

Por una brizna de amor inconstante,
me armé de un inmenso coraje,
atravesando bosques, tumbas y ríos.
Qué fuga la de aquellos días jubilosos.

Me enfrenté al perfume de las Kalachnikov,
en los bajos fondos de Makabandilou,
para mirar de reojo a un amor prohibido.
¿Acaso no supe amar como se debe?

¿Qué pecado creen que les haré blandir?
No tatúen más mi alma herida.
De Dios, espero el fruto del trabajo
de todas las lágrimas que perdí por el camino.

Alima Madina (Alima Ngantchouin)








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