Anis Mojgani

El pescador

El pescador tira sus redes.
De noche, cuando come,
se sienta solo.
Su plato es redondo como la luna,
pone una vela en su mesa.
Corta el pescado con el cuchillo y el tenedor
sacándole la piel como si estuviera en la cama, destapándolo.
Suele levantarse antes de que el sol salga
porque los peces no duermen mucho.
Algunas de esas noches
en que estuvo tomando mucho,
va a la escollera y les lee a los peces.
Les lee poemas,
poemas que están en libros,
poemas sobre la condición humana,
sobre los músculos que, dentro suyo,
cuestionan y tiemblan y se estremecen y duermen.
Con la botella en una mano, el libro en la otra,
los libros agarrándose de los poemas
como si fueran madres con miedo
de dejar que sus hijos salgan
al suave miedo de la noche eléctrica,
y como si él fuera el atrevido que les muestra este mundo.
Su madre nunca va a tomarlo como ahora.
Piensa: Soy muy grande.
Con el libro en una mano, la botella en la otra,
mientras las tormentas forman detrás suyo un rebaño
como cadáveres inflados que se acercan,
él recita a gritos estos poemas, gritando las palabras
como si fueran dientes que ya no se necesitan más.
Arrastra sus gritos como un predicador borracho
cortando las sogas. Levanta los poemas como piedras
para arrojar a los pies del trono de Dios,
seduciendo una palabra con otra palabra
y otra, esperando que alguna puerta se abra
dentro de alguna nube negra pero no pasa nada.
La lluvia cae, las olas van y vienen
y los peces duermen y se despiertan y duermen
y se despiertan una y otra vez
en medio de las sacudidas del océano. Él está parado
como un Noé rodeado de baldes
rebalsados y todo lo que tiene para atrapar
este relámpago mojado es esta boca abierta
y así les sigue leyendo.
Les lee sobre cosas que ninguno de ellos
va a ver jamás. Sobre las flores abriéndose,
sobre pájaros grandes como acantilados
agarrando héroes con sus alas plateadas,
llevando guerreros hacia la gracia abierta
de los dioses y hacia la sagrada providencia
donde este pescador está parado,
los escudos y los hombros pulidos
lo suficiente como para cegar al sol.
Se vacía a sí mismo
y las olas van y vienen.
Se va a su casa, se tira en su cama.
Todo el día siguiente lo duerme.
La noche entra por su ventana como un sueño,
una fiebre, una madre viniendo a abrazarlo.
Despierta dentro de sus brazos, va a la cocina,
prende una vela, pone la mesa, cocina su audiencia
y le saca la piel como si estuviera destapándolo
antes de meterse adentro. 

Anis Mojgani



Sacudan el polvo

Esto es para las chicas gordas.

Esto es para los hermanos menores.

Esto es para los tímidos en el patio del recreo, y para los chicos malos que los atormentaban.

Esto es para la ex reina del baile, y para los que juegan al fútbol con latitas pisadas.

Esto es para los que comen cereal a la noche, para los jubilados que trabajan dando la bienvenida a la gente en la puerta de un Shopping.

Sacudan el polvo

Esto es para los bancos de plaza y la gente que está sentada en ellos,

para los colectiveros manejando un millón de himnos quebrados,

para los que tuvieron que trabajar en tres lugares distintos sólo para mantener a sus hijos,

para los que van a la escuela nocturna y para los que ciclistas de medianoche tratando de volar.

Sacudan el polvo.

Esto es para los bebés de dos años que nadie los entiende porque hablan un poco en castellano y un poco en dios.

Sacudan el polvo.

Para los chicos con hermanas hermosas

Sacudan el polvo.

Esto es para las chicas con hermanos que se están volviendo locos,

para los que mienten su SAF (Sin Actividad Fisica) en las clases de gimnasia y para las chicas de doce que temen darse duchas en público,

para el chico que siempre llega tarde a clase porque se olvida de la combinación de su locker,

y para la chica que ama a otro.

Sacudan el polvo.

Esto es para los hombres duros, hombres duros que quieren amar pero saben que eso no va a pasar.

Para los que todos olvidan, para aquellos que las reformas no defienden.

Para los que les dicen que deben hablar sólo cuando les hablan y a quienes después nadie les habla jamás. Hablen cada vez que se pongan de pie así no se olvidan de ustedes mismos.

No dejen pasar un solo momento que no les recuerde que su corazón late 900 veces por día y que hay suficientes litros de sangre para hacer un océano.

No se conformen con dejar que estas olas se calmen y que el polvo se junte en sus venas.

Esto es para el pedófilo célibe que sigue luchando,

para las profesoras de poesía y para la gente que se va sola de vacaciones.

Para las gotitas de transpiración que salian de los labios de Michael Jackson cuando cantaba y para la pollera de Tina Turner sobre sus agitadas caderas, para los cielos y los infiernos en los que Tina vivió.

Esto es para los cansados y los soñadores y para esas familias que nunca van a ser como los Pérez Companc con cenas perfectas e hijos jugadores de polo para La Martina.

Esto es para los racistas,

esto es para los sexistas,

esto es para los asesinos.

Esto es para la casa grande, los gatos condenados por la pluma convirtiéndose en redentores y para la primavera que siempre aparece después del invierno.

¿Esto? Esto es para vos.

Asegurate de que cuando el pescador vuelva vos ya no estés ahí.

Porque igual a los días, yo quemo ambos extremos y todo el tiempo escribo, cada vez que abro mis ojos estoy cortando un pedazo de mí para dártelo a vos.

Así que sacudí el polvo y llevame con vos cuando lo hagas, porque nada de esto fue alguna vez para mí.

Todos esos tirones y empujones, tirones y empujones, fueron para vos.

Así que tomá este mundo por las puntas y sacudílo una y otra vez y saltale encima y vayan a dar una vuelta y cuando te bajes de un salto, sacudílo de nuevo, porque esto es tuyo.

Hacé valer mis palabras, no hagas de éste un poema más escrito por mí, un simple poema más como otra simple noche que pesa encima de todos nosotros.

Entrá a él caminando, respiralo, dejá que atraviese por los pasillos de tus brazos hasta penetrar en los millones de años de millones de poetas viajando como la sangre que empuja y te recorre haciéndote vivir sacudiendo el polvo.

Así que cuando el mundo golpee a tu puerta, agarrá la manija, abrí rápido y salí corriendo hacia sus brazos extendidos, dándote la bienvenida con tus propias extremidades hacia delante, con la punta de los dedos temblando… como si aun pudieran.

Anis Mojgani
Versión de Seba Kirzner y Tom Maver



Te metes en la ducha y preguntas:
¿Me haces compañía?
Me siento en la tapa del retrete
y mientras te lavas y riegas
al mismo tiempo los helechos la planta araña
los potos que se extienden por el azulejo
maravillándote en voz alta de lo mucho que disfrutas
regándolas mientras te duchas
te leo de un libro que tuve una vez
y que justo esta mañana he vuelto a comprar
porque hoy no quería escribir ningún poema
pero sí que quería leerlos hoy
para que lo que toca la luz las praderas que florecen salvajes en mí
para que esa luz ocurra leyendo a otra persona
los poemas que una vez me mostraron las formas
en que mi corazón podría agrandarse
poemas del mar y de la tierra y de la llamada que surge de
todo cuanto brota y nace del amor y el amor
y te leo lo que brota
digo en voz alta lo que nace
contigo al otro lado
de la cortina de la ducha — con tu cuerpo detrás
como un pastel de Degas
con la luz de la ventana sosteniendo tus hombros y yo
lanzando al aire temblorosas las palabras del chileno
leo y leo en alto y en alto tú
apartas el velo
y con gotas de agua
en tu boca
te inclinas por delante de la enredadera que recorre la pared
fuera de la ducha para tocar
con tu mano mi rostro
el pulgar sobre la mejilla
la palma envolviendo la mandíbula
tocando mi piel como una seda con que vestirte
levantando mi barbilla y bajando la tuya
para besarme
tus labios húmedos contra los míos
y dejas respirando a mi corazón
tras su propia jungla de hojas húmedas
la lengua más suave contra mis dientes
el agua de ti en mi boca

Anis Mojgani









No hay comentarios: