Francisco Just y Valentí

Canto de amor a Dios

Eterno ser Omnipotente y pio;
Supremo Autor de cuanto existe creado,
a tu morada celestial envío
como el incienso del altar sagrado
esta pobre expresión, que el pecho mío.
Conságrate anhelante ¡Oh Padre Amado!
Y fuera distinción inmerecida
que encontrara en mi Dios buena acogida.
Eterna gratitud de los mortales,
por tu inmensa bondad, Señor, mereces:
Tu escuchas nuestras preces,
y a todos nuestros males
remedio aplicas eficaz, seguro,
si de algún corazón sencillo y puro,
de ambición desprovisto, y de malicia,
un suspiro percibe tu justicia.
Que si grande es Señor tu providencia.
Tu infinita piedad y tu ternura
para la triste, la infeliz criatura,
cuya amarga existencia
por los rigores de su cruel destino
soporta con paciencia,
no es menos infinita tu clemencia,
tu gran misericordia;
sin limites tu hermoso amor divino
incitando a la paz, a la concordia
de esta mundo a los tristes moradores,
Cristianos o judíos,
esclavos o señores.
Más de todos los bienes otorgados
a la afligida humanidad terrena,
ninguno rinde frutos más preciados
que sea fuente de amor que el orbe llena,
Amor tan puro como el mismo Cielo,
que infundiste en nuestra alma, generoso,
para eterno consuelo
del pobre ser que lucha en este suelo
sin tregua de reposo.
Por ti, Señor, la Caridad bendita,
con cielo religioso,
el hambre calma del que se halla hambriento;
la sed apaga del que está sediento;
Viste al desnudo con afán piadoso,
y del bien mensajero, a toda hora
enjuga el llanto del que sufre y llora.
¿Qué fuera del mortal, Dios soberano
sin ese amor hermoso,
Esencia de tu Ser, cual tu divino?
¿Qué fuera del acusado peregrino;
del naufrago, del ciego, del leproso;
de aquella que perdió a su tierno esposo;
del anciano impotente;
del huérfano inocente;
de todo aquel que el infortunio oprime,
sin esa Caridad que le redime?
¡Gracias, Supremo bien! ¡Gracias, Dios Santo!
¿Cómo pagarte beneficio tanto?
El más indigno soy, Padre Amoroso;
más si el llanto redime y purifica,
ved brotar de mis ojos a raudales
lágrimas de dolor, y fervoroso,
como el hijo perdido
que vuelve al patrio hogar arrepentido,
elevo a las regiones celestiales
este canto de amor, y a tu clemencia
suplícole me otorgue su indulgencia,
ansiando con afán que llegue el día
en que pueda gozarte el alma mía.

Francisco Just y Valentí









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