Gilbert Durand

"Anatole France usa el epíteto "modesta" para gratificar el alma "delicada" y "benévola" de Xavier de Maistre; se puede aplicar sin dificultad al conjunto de la obra del noble saboyano. Pues modestas son, en primer lugar, las dimensiones e las Obras completas, que no superan el elegante volumen publicado en 1825. Modesto el lugar que ocupa la obra literaria en la vida del propio autor. Como escribe mi amigo Henry Planche, "estas obras no ocupan más de un pequeño volumen que sólo exigió unas pocas horas en un largo destino"; destino consagrado más a la pintura, la vida brillante de los salones, el duro oficio de las armas, antes que a las tareas literarias. Modesto también el lugar ocupado por el hijo segundo de los De Maistre, a la sombra del mayor, Joseph, cuyas Soirées de Saint-Petersbourg eclipsaron a menudo el liviano El viaje alrededor de mi habitación. Demasiado modesto, finalmente, el lugar que la literatura francesa ha reservado a este escritor ocasional, exiliado en la lejana Rusia, editado en Lausana y San Petersburgo mucho antes que en París, pero cuya obra anuncia a la vez la obsesión lamartiniana pro el tiempo que huye o la epopeya de Miguel Strogoff, y estas reversiones de la epopeya romántica, estas situaciones "oximorónicas" que tanto interesaron a mi amigo el crítico Léon Cellier. Uno se sorprende al ver al piadoso vizconde escribir en 1790: "No puedo reprimir cierto interés por este pobre Satán [...] incluso creo que le ayudaría gustoso, pese a la vergüenza que me retiene.". Esta curiosa "admiración" por la "firmeza", la "grandeza de su valor", constituye un preludio precoz a tantos famosos "fin de Satán" románticos."

Gilbert Durand
De la mitocrítica al mitoanálisis


"Desde el momento en que se exorciza "la inferioridad" de lo "prelógico", y en particular de los procedimientos de participación, de similitud, de homeología (es decir, los procedimientos que dejan un lugar legítimo a la alteridad, al "tercer elemento", e incluso a la "confusión"), la ciencia del hombre en sociedad puede abordar todas las declinaciones -las "derivaciones"- del pensamiento imaginario. Muy significativo es, desde hace ya más de medio siglo, el cambio de valor de las terminologías. Las nociones peyorativas de "pre-lógico", de "primitivo", de "pensamiento místico" se sustituyen poco a poco por las de "arquetipo", "de otra lógica", de "participación", etc. Todas estas "lejanías", o mejor dicho estos terrenos mantenidos al margen por las ciencias sociales clásicas, y especialmente la sociología francesa, vuelven a recobrar su dignidad y su derecho. Muy ejemplar con respecto a esto es la noción de "salvaje". Durante mucho tiempo ha significado "bárbaro", con connotaciones de infantilismo, de crueldad, de rudeza, de incultura, y se oponía radicalmente a la noción de "civilizado". Nuestro último medio siglo ha invertido totalmente esta relación: el conocido libro de Claude Lévi-Strauss, El pensamiento salvaje (1962), significa, al contrario de cualquier europeocentrismo, que "los hombres han pensado siempre igual de bien" y que en todo hombre subsiste un patrimonio "salvaje" infinitamente respetable y precioso. Este título y esta posición filosófica han hecho escuela desde entonces."

Gilbert Durand
Lo imaginario


"Ciertamente, la más lejana de nuestras herencias ancestrales es la del monoteísmo afirmado por la Biblia. La prohibición de la confección de cualquier imagen (eidôlon) como substituto de lo divino está fijada en el segundo mandamiento de la ley de Moisés (Éxodo, XX, 4-5); por otra parte, el judaísmo ha influido ampliamente en las religiones monoteístas que emanan de él: el cristianismo (Juan, V, 21;Ii. Corintios, viii, 1-13; Actas, XV, 29…) y el Islam (Corán, III, 43; vii, 133-134; xx, 96, etc.)"

Gilbert Durand


"El tan famoso freudismo en el arte de inventar en cada hombre un animal terrible, según signos completamente comunes..."Alain, Eléments de philosophie. Es indispensable que resumamos de manera muy genérica lo que constituye la armazón de la doctrina freudiana para hacer comprender mejor cuál es la concepción reductiva del método psicoanalítico.
El primer principio de Freud es que existe una causalidad específicamente psíquica; en otras palabras, que los incidentes psíquicos, incluso fisiológicos, no tienen forzosamente origen orgánico. De esto se desprende sobre todo que en el universo psíquico reina un determinismo tan estricto como en el universo material.
El segundo principio de Freud, que surge del ejercicio de ese esfuerzo terapéutico por exhumar las causas psíquicas cuyos efectos significativos son las neurosis, es que existe un inconsciente psíquico receptáculo de toda la biografía del individuo, depósito de las causas psíquicas "olvidadas". El tercer principio es que existe una causa del desvanecimiento, del olvido mismo. Es la censura, vale decir, una oposición, una prohibición social, parental la mayoría de las veces, que es la verdadera causa originaria del efecto neurótico. La censura rechaza al inconsciente lo que prohíbe. El cuarto principio, o causa general de la vida psíquica, es esa invencible pulsión que la censura restringe sin vencerla nunca: la tendencia sexual o libido. Ahora bien; esta tendencia sexual no se adquiere en la pubertad, sino que preexiste durante la infancia, pero en estadios presexuales, en que la sexualidad carece de instrumento, aunque no de objeto. La libido siempre busca satisfacer su necesidad irreprimible, se presenta como excitación erógena, y la meta a la que tiende es siempre suprimir la excitación. Ahora bien; las censuras vienen a desbaratar esta satisfacción sin hacer mella por esto en el dinamismo de la libido; de aquí surge un quinto principio, decisivo para nuestros propósitos.
La pulsión rechazada al inconsciente por una prohibición más o menos brutal y por acontecimientos más o menos traumatizantes, se satisfará por caminos desviados. Es entonces cuando la satisfacción directa de la pulsión se aliena, transformándose en "imágenes", que conservan la marca de los estadios de la evolución libidinosa infantil."

Gilbert Durand
La imaginación simbólica


"[…] la impugnación cartesiana de las causas finales, y la resultante reducción del ser a un tejido de relaciones objetivas, han eliminado en el significante todo lo que era sentido figurado, toda reconducción hacia la profundidad vital del llamado ontológico. Tan radical iconoclastia no se ha desarrollado sin graves repercusiones en la imagen artística, pintada o esculpida. El papel cultural de la imagen pintada es minimizado al extremo en un universo donde se impone todos los días la potencia pragmática del signo."

Gilbert Durand


"Parece que para estudiar in concreto el simbolismo imaginario hay que adentrarse resueltamente por la vía de la antropología, dando a esta palabra su sentido actual -es decir: conjunto de ciencias que estudian la especie homo sapiens- sin tener exclusivas a priori [...] situándonos en un punto de vista antropológico para el que “nada humano debe ser ajeno” [...] Para ello hemos de situarnos deliberadamente en lo que llamaremos el trayecto antropológico; es decir, el incesante intercambio que existe en el nivel de lo imaginario entre las pulsiones subjetivas y asimiladoras y las intimaciones objetivas que emanan del medio cósmico y social. Esta posición apartará de nuestra búsqueda los problemas de anterioridad ontológica, puesto que postularemos de una vez por todas que hay génesis recíproca que oscila del gesto pulsional al entorno material y social, y viceversa [...] De este modo, el trayecto antropológico puede partir indistintamente de la cultura o de la naturaleza psicológica, estando contenido lo esencial de la representación entre estos dos límites reversibles."

Gilbert Durand



"Sin duda me siento confundido al dar un salto desde los primeros siglos de nuestra era a unos doce o trece siglos más tarde. Tengo mala conciencia de dejar en el silencio a esos hermetistas mayores que son, entre otros, Arnau de Villanova y Basilio Valentín. Igualmente habría sido muy interesante para nuestro propósito tomar en consideración a Cornelius Agrippa von Nettesheim, J.B. Porta, Reuchlin, Pico de la Mirándola, sin olvidar al sucesor más prestigioso de Paracelso, el autor de De signatura rerum, Jacob Böhme. Pero falta espacio y me he quedado con Paracelso un poco como opción representativa: nuestros modernos están de tal manera obsesionados -incluso los menos sensibles a este género de obsesiones, como S. Hutin- por hacer de Paracelso el Descartes o el Lutero de la medicina moderna, pisoteando a Aristóteles y Galeno, el promotor de la moderna quimioterapia, el precursor de la antisepsia, de la anestesia con éter, de la urografía química, de la esplintomía, etc., que he elegido al médico de Einsiedeln para mostrar en él un caso típico de recurrencia del viejo hermetismo. Paracelso, médico moderno, bañado en el hermetismo más tradicional, es el ejemplo ambiguo más adecuado para ilustrar satisfactoriamente mi tesis: a saber -retomaremos este punto más adelante- que el hermetismo no ha quedado en el guardarropa de los viejos trajes pasados de moda de la ciencia moderna, pues esta última -en ese aspecto igualmente ambiguo que es para ella la medicina, ciencia de la positividad natural y a la vez arte antropológico -hereda a través de todo el movimiento moderno de la medicina una gran parte del principio de semejanza.
Sin duda el pensamiento sistemático de Paracelso, como el de todo investigador empírico, es difícil de captar, titubeante y a veces contradictorio. El autor inventa de continuo neologismos, que se destronan por aproximaciones sucesivas, para denominar un mismo fenómeno, lo que aumenta todavía más la confusión del lector. Sin embargo, si se quiere sistematizar el pensamiento del "médico maldito", creo que debemos hacer gravitar el sistema en torno a su terapéutica antigalénica, y descubriremos que esta terapéutica paracélsica está suspendida del principio de semejanza."

Gilbert Durand
Ciencia del hombre y tradición











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