Javier Echeverría

"Hay personas que se han convertido en capital. No ellos, sino su nombre, que pasa a ser una marca estimable y medible en términos de valor en el mercado por cualquier compañía de seguros. Y de ello viven."

Javier Echeverria Ezponda



"La concepción estructural dio un paso importante al incluir dentro de la estructura de las teorías a la propia comunidad científica, y con ella una componente pragmática que resulta indispensable para cualquier reflexión sobre la ciencia. Así se respondía desde la tradición analítica, y aunque fuera muy tímidamente, al revulsivo Kuhniano. Desde un punto de vista interno a la concepción estructural, la inclusión de aspectos pragmáticos en la propia estructura de la teoría (y por lo tanto al mismo nivel que los modelos, las ligaduras y las aplicaciones propuestas) plantea no pocos problemas; por otra parte no pasa de ser un desiderátum.
En efecto, las sutiles técnicas de reconstrucción y análisis del problema de los términos teóricos y observacionales no tienen su análogo a la hora de analizar la nueva componente estructural, a la que simplemente se denomina CC (comunidad científica). Nada se dice de su tipología, de sus componentes formales, de sus "ligaduras" y "vínculos" con otras comunidades, tanto científicas como no científicas. Pese a este tipo de insuficiencias (y otras muchas que se podrían mencionar), la aceptación "en principio" de esta nueva componente estructural conlleva un paso importante dentro de la tradición de la filosofía analítica de la ciencia. Por extraer una sencilla consecuencia, que será ampliamente desarrollada en lo que sigue, no hay leyes científicas sin comunidad (y cabría añadir, sin institución) científica que las acepte y difunda como tales. Y todavía más: la axiología es una componente básica de la acción de las comunidades científicas, así como de su investigación."

Javier Echeverría
Filosofía de la ciencia


"La distinción naturaleza/artificio no vale. Artificios hay muchos: la naturaleza también es un artificio. El término que yo utilizo para el primer entorno es physis; para el segundo, polis, y para el tercero, redes telemáticas. Lo que es el primer entorno es una entidad biológica, física, en la que hay cuerpos. Es la biosfera. El segundo entorno es ya la ciudad. En el primer entorno hay hombres; en el segundo ya hay ciudadanos. La polis, que más tarde se convertirá en el Estado, se superpone a la naturaleza y la urbaniza e implica gobierno, democrático o no. Y no hace desaparecer el primer entorno: sigue habiendo animales, plantas, cuerpos, seres humanos, tribus, comunidades… Después, a lo largo de su evolución, algunos países o naciones de ese segundo entorno generan industrias y aparece el capitalismo industrial, y a partir de la segunda guerra mundial surge una cosa que se llama tecnociencia. Las tecnociencias son varias, y una de ellas son las tecnologías de la información y la comunicación, que dan lugar a un sistema tecnológico que surge en Estados Unidos y en los países occidentales pero después se expande viralmente a todo el resto del mundo. Y eso es el tercer entorno, que se superpone desde el aire a las ciudades igual que las ciudades se superponen a la tierra. Mi distinción de los tres entornos es ésa. No tiene nada que ver con naturaleza y artificio, sino con sistemas tecnológicos concretos. Luego hay una cosa que es muy importante desde una perspectiva matemática: el primer y el segundo entorno tienen una estructura euclídea y están basados en las relaciones de proximidad y contacto, mientras que el tercer entorno no. Matemáticamente, topológicamente, métricamente, el tercer entorno tiene una estructura distinta. Las relaciones del tercer entorno no pasan por el prójimo, sino que se establecen a través de redes globales y supraterrestres. En el tercer entorno, tú puedes darle a un botón y bombardear a distancia un país entero; en el primero y el segundo, no. En el primer entorno, si tú matas a quince personas, al menos te enteras de lo que estás haciendo. En el tercer entorno puedes matar a miles desde las islas Bermudas sin enterarte de las consecuencias y manteniendo una buena conciencia extraordinaria."

Javier Echeverría


"Leibniz imaginaba a Dios como una especie de macroordenador universal capaz de calcular todos los mundos posibles en base a combinaciones de bueno/malo como las de uno/cero del cálculo binario. Hoy lo llamaríamos algoritmos de optimización, pero en términos leibnizianos hablaríamos de un combinador de esencias posibles, de individuos posibles, de especies posibles. Dios compara infinitas variables de bien metafísico —no de bien moral— y calcula instantáneamente el mejor de los mundos posibles. Leibniz es el gran creador de la ontología de lo posible: no se ocupa sólo del ser, que es el tema aristotélico clásico, sino también de lo que es posible, y encuentra una dimensión filosófica inmensa, que es ésa de los mundos posibles; de los mundos que no existen pero —según él— subyacen al que existe, al espacio-tiempo en el que vive la humanidad, y pujan por existir. De ahí vienen el arte y la imaginación: si yo no hubiera hecho esto y hubiera hecho esto otro habría dado lugar a otro mundo posible. Para Leibniz, cuando una persona elige una cosa u otra cambia el mundo entero, porque todo está interconectado."

Javier Echeverría



"Los experimentos que hoy se hacen en Sillicon Valley en busca de la inmortalidad humana son marketing puro y duro. No hay que creérselos para nada. Es como la criogenia: hay gente que se ha creído la criogenia y lleva veinte años pagando por mantener enchufado su cadáver en la esperanza de que la tecnología la resucite algún día. Quien quiera creer en eso, que lo crea. Aquí se lo creyó hasta Iñaki Goirizelaia, el exrector de la Universidad del País Vasco, que volvió de una época sabática hablando de la inmortalidad. Yo no sabía dónde esconderme. Eso es generar falsas esperanzas; engañar a la gente. Para saber que la inmortalidad no es posible basta con tener algunos años y saber lo que son los huesos. El cerebro es otra cosa; el cerebro podría vivir doscientos o trescientos años, eso no lo dudo, pero los huesos no. Por lo que yo sí estoy es por la eutanasia, que sería uno de los derechos de las tecnopersonas en la Constitución de Telépolis. Cada cual sería libre de elegir la criogenia o la eutanasia. Lo que no puede ser es que se obligue a la gente a ser inmortal, que ésa es otra: todos estos transhumanos dan por supuesto que todo el mundo va a querer la inmortalidad. Volvemos a lo de la tecnorreligión: esto es una religión pura y dura. Promete la resurrección y la inmortalidad."

Javier Echeverría



"Mi formación fue de matemático. Me interesaba mucho la lógica matemática e hice mi tesina la hice sobre Georg Cantor, el inventor de la teoría de conjuntos. Otra referencia para mí es Frege, que descubrió las paradojas de la propia teoría de conjuntos. Yo, desde 2001, cuando publiqué mi libro Ciencia y valores, opto por una ontología fregeana. No por la ontología del propio Frege, pero sí por evolucionar sobre las bases de la corrección fortísima que hizo Frege a las categorías de Aristóteles, Kant, etcétera. Luego, también cabe mencionar a Nietzsche. Yo de joven fui muy lector de Nietzsche y colaboré con lo que se llamaba los neonietzscheanos, y sigo manteniendo una simpatía por Nietzsche. Finalmente, y por no alargarme más, también tendría que citar el pensamiento anarquista, entendiendo el pensamiento anarquista como la ausencia de orden o de principio de orden: an-arché. Yo niego que exista un valor máximo que presida el mundo de los valores. Es la oposición a Platón. En Platón, la idea de lo Uno preside el mundo de las ideas, y lo uno, lo bueno, lo verdadero y lo bello son los cuatro valores máximos, pero yo niego que exista un valor máximo en cada uno de esos mundos. Niego que haya un principio de orden único que estructure todo el ámbito de los valores."

Javier Echeverría


"Para el bien metafísico, un mundo es mejor que otro si en él hay mayor cantidad de esencias, de especies, de individuos. Cuanta más variedad, multitud y biodiversidad, más preferible es el mundo. Ahora bien, ese mundo no deja de ser un mundo dramático. Unas especies devoran a otras y el mal —no sólo el mal humano, sino el de los seres vivos en general: la muerte, el dolor, el hambre, el padecimiento, el pecado…— va incluido en el mejor de los mundos posibles. El bien metafísico permite saber por qué existe el mal moral. Leibniz era un hombre creyente, protestante concretamente, y le obsesionaba como a otros el problema teológico, de enorme envergadura, de por qué Dios crea almas malvadas y depravadas que van a condenarse eternamente; por qué siendo bueno y todopoderoso crea un mundo en el que cabe el mal."

Javier Echeverría


"Vivimos en un nuevo feudalismo, pero no de la tierra, sino del aire."

Javier Echeverría















No hay comentarios: