Nelly Dorronzoro.

Los chacales

Creí que los chacales habían saciado su hambre
de venganza,
que ya nada más tenían que buscar en los despojos
que dejaron abandonados
en el infinito yermo de la desventura.
Pero no es así. Vuelven cada tanto,
husmean la sangre,
desgarran, perversamente, las heridas que jamás permitirán
que cicatricen
No cesan de aullar.
Han bebido la sangre del hombre
pero no se conforman con la muerte.
Han recibido premios, resplandores de gloria,
fueron saludados como héroes
y siempre tienen un sirviente
que debe repetir la mentira
hasta el cansancio,
hasta que se les convierta en verdad.
Pero no se conforman con la muerte, y vuelven.
Un día será el último.
Sobre los aullidos de los monstruos,
sobre las huellas de sus patas,
sobre sus mentiras y sus trampas
se levantará un viento oscuro
con la sangre y los silencios de los muertos,
con la memoria del dolor.
Sobre la escoria de los chacales
se levantará la clara presencia
de los que fueron silenciados.

Nelly Dorronzoro


“No tengo coraje para la despedida; poco a poco he ido perdiendo todo lo que quería, todo lo que en un tiempo era la vida de esta casa, ¡pobre casa! Ahora sólo hay silencio, soledad y una infinita pena. Estoy muy destrozada y trato de juntar los pedazos de mi vida y seguir adelante. A pesar de todo lo que me digan, a pesar de que mi psiquiatra desde el primer día me dijo que debía partir de cero, que no tengo que esperar la vuelta de Dardo, siempre, siempre me quedaba un chiquito de ilusión, acaso prefabricada por mí para seguir viviendo, acaso como una instintiva defensa. Pero el otro día, cuando vos me dijiste: sé fuerte, Dardo no va a volver, no sigas esperando, sentí, Osvaldo, que todo se derrumbaba dentro de mí. Recién entonces tuve la exacta dimensión de la realidad, de mi realidad y no puedo soportarla, no puedo. No sé qué hacer con mi vida, ando a la deriva, esperando, esperando, esperando, no sé qué. Esperando contra toda esperanza, hundiéndome cada vez más en mi dolor y sólo sé llorar. El día que te vi hice el viaje de vuelta llorando hasta llegar a casa y cuando abrí la puerta sentí que, como un monstruo, se arrojaba sobre mí la soledad. [1979]”.

Nelly Dorronzoro










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