Tankred Dorst

"Heine. Todos los que vienen a verme se asustan en cuanto me ven. La mayoría lo disimula hablando atropelladamente de las últimas tendencias de literatura, de las circunstancias que reinan actualmente en Prusia, de un huracán en algún lugar de Asia, de las acciones de los ferrocarriles, del futuro del comunismo, tal como se lo imagina el doctor Marx y sobre el loro de Mathilde. Yo escucho con atención, agotado, y lo único que saco en claro es: pero qué mal aspecto tiene, el pobre Lázaro. Se callan.
[...]
Heine. (Sarcástico) Querido ángel de la muerte, quieres seducirme con tu sonrisa. Pero yo no quiero morir, y aunque no sea más que un cadáver medio putrefacto e intoxique el aire de esta habitación con mis heridas pestilentes, yo quiero seguir viviendo, aunque ya apenas pueda paliar mis dolores con la morfina que echo siempre sobre la herida abierta que tengo en el cuello.
[...]
Mouche. "La vida es tan dulcemente cómica y el mundo está tan deliciosamente confuso, es el sueño de un dios ebrio de vino que ha salido a la francesa de la reunión de dioses bebedores para ir a dormir a una estrella solitaria y ni él mismo sabe que todo lo que sueña, también lo crea. Y las visiones adquieren a veces formas alocadamente abigarradas, o también armónicamente sensatas. La Ilíada, Platón, la catedral de Estrasburgo, la Revolución Francesa, Hegel, los barcos de vapor."

Tankred Dorst
Cabeza de Harry


"Indecisa, mira alrededor, cierra la puerta con enfado. A través de las contraventanas rotas entra la luz veraniega haciendo rayas de tembloroso polvo, dibujando grecas deslumbrantes en zig-zag sobre el suelo de suciedad encostrada. Palomas muertas, ya medio descompuestas, plumas, una escudilla con cortezas de pan duras como piedras, el muñón de una brocha de afeitar en el lavabo sobre el herrumbroso estante; el revoco se ha desprendido de las paredes agrietadas y está en el suelo hecho migajas. La condesa dibuja con el dedo los garabatos de la puerta. La silueta de un pene erecto y encima, aprovechando las vetas de la madera un óvalo alargado rodeado de una colina de pinchos profundamente grabados.
-¡Estás ahí! ¡Te estoy oyendo! ¡Respiras! ¡Te oigo respirar! ¡Noto que me estás viendo, que me observas! Que ves mi cara —dice volviéndose rápidamente— ¡mi cuello..., mis hombros..., estás embobado mirándome observándome y se te cae la baba!... ¡Gabri! Pero ahora en este rincón... ¡aquí está oscuro, aquí no me ves! Yate oigo respirar. ¡Que lástima que no me veas! Ahora me estoy quitando la combinación. Ahora me quito la camisa. No me estás viendo, si no te oiría jadear detrás de la pared.
Va corriendo hacia la otra parte, donde hay claridad.
[...]
Bailotea a lo largo de los palcos donde las señoras elegantes se inclinan hacia delante, para saludarle desde arriba. El hace una reverencia, lanza besos con la mano hacia las sombrillas y los sombreros que ondeaban, se columpia de un lado a otro, echa la cabeza hacia todos lados con tal rapidez que las correas de su gorra de aviador le revolotean en la cara. ¡Mirad todos acá! ¡Admiradme! ¡Aún estoy entre vosotros, podéis contemplarme de cerca! Casi igualo a los caballeros que habéis traído para enseñarles cómo ha de ser un hombre para que lo améis. ¡Camino, bailo y en seguida volaré! Va saltando por el prado hacia su aeroplano, trepa hasta el asiento. De repente parece inerte, un muñeco rígido, se ha convertido en una parte del avión. ¡El hombre cósmico! Lejos, muy lejos de esta explanada de fiestas, en medio de la guerra, arroja poemas sobre las ciudades en llamas.
[...]
-¡Me asusta! ¡El banco entero está verde y también el bordillo del estanque! El agua se filtra por encima del bordillo y se busca una nueva cama. Y el estanque está lleno de piedras -grita exaltado- ¡por algunos sitios ya se ven por encima de la superficie del agua que destella! Bajan de la montaña con el agua, los oigo, cómo se frotan y chocan unos con otros desmenuzándose, ¡tengo un oído tan fino! Toscanini me dijo una vez: tiene usted el oído de un músico privilegiado. ¡Pero cómo atormenta eso a veces, Laude! Pronto estará el estanque lleno hasta arriba de piedra picada, apenas sí se reconocerá ya la silueta, la silueta del violín... el violín, el agua... ¡La naturaleza devora celosa mis marcas! Tratamos de imprimir a la naturaleza nuestra historia, le grabamos nuestras marcas, pero sin embargo ella prolifera como la mala hierba por encima, como para cerrar una herida inmunda... pronto nuestras metáforas dejan de ser legibles, desaparecen, se pierden."

Tankred Dorst
Jardín prohibido


"¿Por qué Paula, siendo tan joven, piensa en la muerte?
Soy un ser humano que no puede ver. Preparo una obra de teatro en el Jardín. Otto echa de menos un pequeño arlequín de porcelana. Kurt salta del árbol, le explica a su mecenas Roselius que sus poemas son como disparos de revólver. Todavía no ha decidido si es escritor o pintor. Fritz quiere que Roselius se interese por sus cuadros. Era el más famoso entre nosotros. Heinrich y Marta estaban disfrazados, preparados para su escena de La campana sugemergida de Gerhart Hauptmann. Paula le confiesa a Otto que quiere pasar algún tiempo en París y que ha dispuesto su partida en secreto.
París es una ciudad lacerante y ansiosa. Un collage de monólogos. La solidaridad de unas vacaciones en familia. Paula busca su propia senda, alienada por Rainer y Clara, desea separarse de Otto. Clara que desarrolla una personalidad cada vez más favorable a Rainer, que la desprecia por ello, quiere refugiarse en su monasterio interior. Heinrich está sumergido en un estancamiento pernicioso, incapaz de desarrollar su arte, su matrimonio con Martha se ha congelado. Ahora Otto continúa buscando imperturbable la verdad de su musa. Quiere traer de vuelta a Paula. Todos están fascinados por la figura de Rodin."

Tankred Dorst
El artista












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