Astrid Fugellie

Cueca

Deberé encontrar algún lugar en la memoria,
la que me resguardó en el principio inmenso
de tus ojos
respirando la calma aparente de los lobos
y los brazos
y los bozales.
Tiquitiquití, tiquitiquitá.
Y los bozales ¡Sí!
yo te lo digo
que parece que lloras
como el olvido.
Me instalaré a un costado de la membranza
y como una larga cueca ventearé el pañuelo
mojado por tu cara,
la que a zancadas fue muriendo y entre
taco y taco
fue tragando más preguntas que respuestas.
Tiquitiquití, tiquitiquitá.
Más preguntas ¡Sí!
yo te lo digo
que parece que lloras,
llora conmigo.

Astrid Fugellie



"Dijo: - No llores en Inglés o en Francés ¡Llora en Chilenito!"

Astrid Fugellie
Los círculos


Dios y Satán

Y estando Dios y Satán de pie frente a frente, sobre una cosa capaz de ser la Madre del Universo remoto y retornado, el diálogo de Dios y Satán tomó las riendas y se hizo a contrapunto:

Y dijo Dios:
-La Evolución Cósmica la transformaré en vida y conciencia.

Y Satán dijo:
-Yo en muerte e inconciencia.

Y Dios retó:
-¡Veamos quién gana!

Y Satán miró con ojos pícaros.
Luego se dieron el guantazo como quienes
dan inicio al primer round.

Astrid Fugellie



La matanza

Unos dijeron: -¡Blanquearon nuestra sangre!

Otros: -¡Masacraron nuestras canoas de corteza!

Muchos agregaron: -¡Nos cortaron la oreja y
hurtaron nuestra nutria!

Toda la raza se acopló al testimonio:
-¡Quedamos a la intemperie de las heridas
venéreas!

-Entiendo, repuso el dios indígena tironeando
su lío de huesos.

Luego, con el cráneo seco de lágrimas y los ojos
llenos de pérdidas
se disgregó muerto de alma
por la cara de la tuberculosis
Divina.

Astrid Fugellie


Las brujas del apocalipsis

Cuando mi bisabuela muerta parió seca, las parteras no pudieron hacer a la luz a mi abuela. Ella nació ahorcada por el cordón umbilical de la santa vieja.
Cuando mi abuela muerta dio a luz a mi madre, la frágil calavera de mi antecesora ya estaba colgada en el perchero entre la mampara ovalada y el diván de felpa roja.
Cuando mi madre muerta me trajo, entre dolor y llantos, por ser yo demasiado gruesa, mi mortaja estuvo sentada frente al espejo de la cómoda de ébano.
Cuando muerta alcancé la edad madura de la menstruación, vino mi hija yerta y blanca y se quedó para siempre en la habitación de balcones por donde la noche entraba muda.
Así nuestra dinastía jamás compartió ni un desayuno con la lectura de Baudelaire, o el final de cena con la música de Bach.
De tal suerte aconteció, porque cuando nació mi bisabuela muerta guardó en su armario estilo rococó, una mariposa nocturna dentro de una caja redonda y amarilla parecida a la luna. Se dijo que la mariposa era un dios hecho polvo.
Fue así como ninguna de las cinco muertas, nos atrevimos a abrir esa caja redonda y amarilla parecida a la luna. De algún modo, tuvimos miedo a ser obligadas a nacer vivas en medio de esa casa de adobe y tierra.

Astrid Fugellie


Misa

La vela está opaca, la vela solo oscurece.
En este juego de santos judas,
los enanos se arrodillan presuntos y cojos
y las prostitutas rezaban el vía crucis, melancólicas.
Tendría que haber alguna misa en que enanos
y prostitutas se congreguen para orar
por sus muertos, por sus sueños.
Los enanos bailarían sobre las teclas del órgano, y harían piruetas en columnas y confesionarios.
Las manos delirantes de las prostitutas
lanzarían sus entrañas al campanario
donde siempre hubo esperma de cirios.
Tendrían que existir algunas capillas
para los destrozados del alma:
Las capillas de los dioses marginales,
las capillas de los fantasmas de greda,
las capillas de los ojos de loza, sin nombre.
Esa Iglesia de los cielos lastimados.

Astrid Fugellie


Raulina Yagán Yagán

Raulina Yagán Yagán, la última yámana de Tekenica y de Ukika, poblados de nutrias y sembraderos vecinos a la crueldad de las redes y el mar, murió un diez y siete de abril de mil novecientos ochenta y siete.
Raulina Yagán Yagán no dejó más descendencia que uno que otro tejido a telar, que la infeliz, hubo de aprender para sobrevivir, porque el mínimo empleo repelió su oficio de entrelazadora de canastos y canoas en miniatura.
Y así, Raulina Yagán Yagán, la última yámana de Tekenica y de Ukika subió a los cielos donde Pedro, en nombre del Dios Padre Todo Poderoso la recibió:
• ¿Tu nombre?
• Raulina Yagán Yagán, repuso la indígena con la cabeza gacha, y luego agregó, Annu lalayala…
• ¿Qué dices?, interrogó el Blanco Santo.
• ¡Los he dejado!, ¡Ya los he dejado!, ¿Dónde puedo encontrar a mi padre dios yámana?
• ¿Tu padre dios yámana?, ¿Te refieres al dios padre de los yaganes?, insistió algo desconcertado el bueno de Pedro.
• ¡Sí!, sisí, se esperanzó Raulina Yagán Yagán.
• Murió, Raulina, tu padre dios murió el diez y siete de abril de mil novecientos ochenta y siete, en la tarde.

Astrid Fugellie









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