Eduardo Escalante Gómez

Acto de vida

Mi sangre
no hace ruido
puede traer peligro
no hace ruido

mi no saber
es más fuerte que mi saber

entender lo que hace ruido
entendiendo

cierta desarmonía escondida
y cierta simetría de lo aparente
entendiendo
un tiempo que reduce
reduciéndome
socavando mi esqueleto

abro la ventana
a la luz de la luna
no olvido lo que soy
acto de la vida:
la luna ilumina mis pies.

Eduardo Escalante Gómez


Comprensión incompleta

no oro no plata al decir,
simple cobre apilado sin brillo.
no hay cable conectado al
braille del universo
se necesita medir distancias que
son mayor que un tramo
se requiere un segundo par de manos.
eres ventana ciega, no hay ingreso.

entra a la casa
ve todas las habitaciones vacías,
camina como en el espacio del universo
no ve los cauces en el piso
sube la escalera hasta el ático
no ve los puntos de ruptura
en las paredes
las fracturas pellizcan, pasa de largo
no escucha el centésimo de pulgada
que grita y está a sus espaldas

abre la puerta y parte
cielo con límites 
cacería de agujeros negros

Eduardo Escalante Gómez


El paisaje

¿Es un puente o es una cárcel? Ambos tienen transeúntes; unos van
en diez direcciones, buscan escaleras que subir, fragancias
los esperan; los otros cargan sobre sus hombros sombra desgarrada
a punta de estocadas. Ingresan con los bolsillos vacíos. Reloj no tiene el lugar.
Una gaviota despega de una roca que limpia una ola pasajera.
Unos saben de miles de pasos; otro solamente sólo dos sin retorno,
a la deriva. Los primeros cruzan calles que viven despiertas, cantan gallos
que no cuentan hasta tres; los otros atraviesan un corredor sin iluminación, un
cuervo cuelga de una pata, marca la espera con indiferencia.
Un carcelero limpia huesos; unas bicicletas esperan en el puente, perseguirán
el braille que ilumina desde arriba.

Eduardo Escalante Gómez




Haciendo eco

Todos estos días haciendo señas al sol y la luna,
escarbando en el barro y en la arena mojada,
en cuclillas y encaramado
sin mochila pegada a la espalda
con pantalones sin bolsillos
con el pecho descubierto
sin zapatos.
en un día haciendo eco
en este día haciendo eco
en un cuerpo que hace eco,
allí están esos que hicieron 
comerme el hueso de la noche,
subido a un miedo, 
simulando el vientre materno.
he perforado un hoyo en mi cabeza
para que quede vacía.
Agotado, exhausto,
me siento a la mesa y escribo.
Esto es lo que usted está leyendo.

Eduardo Escalante Gómez


“La naturaleza de la escritura es intentar y hacer experiencias sensibles para los lectores. Se vuelve difícil cuando se escribe sobre el dolor y la esperanza, porque hay mucho que no tiene sentido. Traté de escribir hacia una verdad que no estoy seguro de que exista. Fue Marybel quien me permitió transformar lo privado e íntimo en una instancia pública. Creo que ella captó que trato de atravesar una serie de puertas laterales, dando vueltas hacia esta idea de verdad y con la esperanza de excavar otras verdades en el proceso. Esto lo confirmó Odalys. Nunca sé lo que voy a terminar trayendo a la línea de un poema. Sin embargo, es una forma que da la bienvenida a este tipo de exploración, por lo que estoy agradecido.
Intento solo escribir cosas que me parecen urgentes. Si un proyecto no se siente urgente, me alejo de él, a veces abandonándolo por completo. Ellas siempre quisieron saber por qué escribí una cosa, por qué me importaba, qué elecciones significativas me habían llevado al borrador que tenía delante. Solo porque tenga una opinión no significa que valga la pena compartirla. Solo porque tuve un pensamiento no significa que sea digno del tiempo de otras personas. Estaba tan a la defensiva al respecto en ese momento, pero siento que ellas me ayudaron a entender lo que tenía que comunicar y su urgencia en un mundo que se ha vuelto demasiado materialista e instrumental.
Marybel y Odalys hicieron que sintiera un orgullo humilde de la manera como escribo.
Ellas se subieron a mi viaje imaginario y me animaron a continuar. Ellas me convencieron que el mundo estaba listo para escuchar lo que tenía que decir. El libro Punto en Fuga, por lo tanto, tienes tres almas que convergieron en un pizca de tiempo de un universo que nunca que se detiene. Por ello mi eterna gratitud.”

Eduardo Escalante Gómez



Lo posible y lo imposible de lo posible

un alud desbarrancó lo posible
volaron plumas
se desmembró el ala de lo imposible
cien sueños quedaron colgados de unas ramas
diez sueños se abrazan contra la gravedad
tres sueños y un mosquetero
a palazo limpio con el aire
sobreviven
en el fondo
ocho sueños quedan disgregados
pueden ser los círculos de Dante
el mosquetero quedó intacto
camina hacia una cabaña
que queda en la calle de nombre «lo posible»
golpea la puerta,
los moradores le conceden habitación
entré en ella
sólo una cama, una mesa y un cuadro
en el cuadro Víctor Jara
cantando lo imposible.

Eduardo Escalante Gómez



Resucitado

Qué lástima que los niños no conozcan a Walt Whitman.
De quién es la culpa, vaya a saber uno.
Quizás ni siquiera importe. Lo que vale, digo:
cielo, paraíso, serenidad, amor.
Hago: una rotura en mi bolsillo
para que salga un puñado de pena.
Coso: cada letra de pequeña derrota
o amargo triunfo.
Abro la ventana, buena noticia:
sopla amor, las rocas giran allá,
se han limpiado de infortunios y tribulaciones,
se disuelven los momentos remando con un solo remo
(perdí el otro)

(algunos se escondieron detrás de una pared de nubes).

Una sensación única en medio,
la temperatura del cuerpo y el espacio se entrelazan.

Entre lo cotidiano y no cotidiano:
preparo mi voz.

Un ligero encuentro
en el bosque que duerme.

Si lees estas palabras,
cuando ya ido, ido
sabrás que me habrás resucitado.
Sí, mira: las rocas allá giran

(la muerte nunca una humillación ni un final).

Aquí, en otro lugar sentado y bien amparado,
de mis mangas se desprende la luz de la luna,
todo con calma escribir escribiendo.

¿Cómo morí mi vida pasada?
Avancé mil, diez mil, cien mil pasos por el camino
en la frente el más allá, sin noche, sin día.
Aprendí a ser tierra natal para mí mismo.
Cuarenta cielos pintados con mi tejido cerebral.

No fui un tigre que se devoró sus propias patas.
Ni carta de baraja de un dios sin hijo.
En varias esquinas me planté con siete
y media miradas de enojo.
Si la confusión era signo de los tiempos,
era parte de la ecuación. Miserable confeso.
Como estaba al lado de la Cruz,
agua de perdón me inundó.

Un día cualquiera simplemente me planté.
No alcancé a explicarme el porqué la calle
no era tan derecha.

Ahora, mi alma girando como el sol en su eterna órbita.

Eduardo Escalante Gómez



Sueños y realidad

Cuando logro salir de escribir poemas
es como cuando regreso de la orilla de la playa
cuántas calles lleva la nave que recorre
mis venas con sueños en sus habitaciones. Hay que despertar.
He quedado lleno de lo que se nombra asimismo:

«Una nube tiene patas largas, por ella se suben transeúntes,
a esconderse».

En esa nave hay palabras que nacieron sin perfume,
a las diez diez nació una que estaba muerta antes de nacer,
traía una mentira a cuesta. Pero también trae una verdad,
una rosa se demoró cien años en ser rosa.

Ya despierto uno lee y lee,
hay palabras de las que uno no puede ser pasajero
por más que corra tras ellas.

Este otoño que no estaba destinado a significar nada,
levantó un muro de anuncios que no esperaba
detienen lo que había pensado
siento que me toca con mano pesada
claro que con disfraz de ondas suaves

aquí pronuncio palabras con los ojos y la boca
algunas nunca se definen a sí mismas
pocos entienden que su oxígeno son tormentas
a menudo uno va ciego sin refugio nada parece tener límites
la casa no es tan perfecta
y las ventanas quedaron agarradas a un pasado
que nunca fue pasado.

Eduardo Escalante Gómez



Tyché

Así, cada día,
soberana contingencia,
quiere retrato hablado
de lo que ha sido nuestro encuentro
teñido de infinitud.
Quiere su punctum,
no es simple habitante de un vecindario.
Tú y yo los sabemos.
Nuestro amor:
real expresión de lo infatigable.

Eduardo Escalante Gómez


Vuela alto, vuela lejos
vuela al infinito
dejándonos tu estela de luz
para que nos guíe en el camino,
hacia el recuentro entre verdaderos amigos.

Eduardo Escalante Gómez







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