Eleanor Farjeon

"Erase una vez un pastor que guardaba las ovejas de su maestro en Amberley. Su nombre era Gerard, y se le llama siempre joven Gerard para distinguirlo de otro pastor que era conocido con el nombre viejo Gerard, sin embargo, no era, como era de suponer, su padre. Su amo era el señor de Combe Ivy, que poseía vastas posesiones en los valles del sur, más allá de las colinas, hacia el mar. Poseía el destino del pastoreo en todo el círculo de las dunas, entre los grandes caminos-Amberley y Perry, Wepham y Blackpatch, Cockhill y Highdown, Barnsfarm y Sullington. Pero los dos Gerards vivían juntos en el cobertizo detrás de un gran bosquecillo entre Rackham Hill y Kithurst. Y esto sucedió de la siguiente manera.
Una noche de abril, el viejo Gerard abrió la puerta del cobertizo, meciéndose su barba gris, dejando pasar no sólo a los vientos de primavera, sino también a una mujer envuelta en un manto verde, bordado de flores de plata y que tenía en la mano una pequeña farol, sosteniendo en la otra, con desliz, un pequeño cerezo, pudiéndose apreciar a la luz que carecía de floración. Su vestido era blanco, o lo había sido, porque las faldas estaban empapadas y desgarradas, y su pelo largo y rubio, yacía inerte y húmedo sobre el manto, cuya capucha había caído. Las sombras alrededor de sus ojos azules eran tan negras como los setos tras el deshielo, y su hermoso rostro estaba tan blanco como los copos de nieve. Tras ella llegó una mujer envuelta en una capa de lona, una ancina de ojos tan negros como las endrinas, y una piel tan oscura como los hayucos, y el pelo despeinado. Ella también estaba mojada y sucia, pero llena de vida donde la joven parecía estar llena de muerte."

Eleanor Farjeon
El joven Gerard



"Erase una vez un rey en su reino de Sussex que perdió todas sus posesiones, excepto un pequeño granero. No era culpa suya. Era un rey muy joven y cuando fue coronado su patrimonio era ya exiguo. Sus padres habían sido dueños de una hermosa ciudad a orillas del Adur, todas las tierras del norte y el oeste habían sido suyas, en una extensión que se perdía varios kilómetros a la redonda, incluyendo muchos parajes extraños como el Wapping Thorp, la piedra Huddle o el Hovel Bush, donde una mujer sabia había vivido, la puerta de Guess que unía a dos comunidades muy opuestas a la forma de vida de los polacos. Una de las comunidades estaba repleta de hombres sencillos y religiosos, mientras que la otra estaba formada por hombres indomeñables y rudos, y se decía que el padre del rey, tras haber cazado y bebido con ellos, había apostado toda su fortuna. Cuando su padre murió, nuestro joven rey se sentó en una mata de paja con su corona de oro sobre la cabeza y su dorado cetro en la mano, y comió pan y queso tres veces al día, arrojando las cáscaras a las ratas y las migas a las golondrinas. Su nombre era William, y más allá de las ratas y las golondrinas no tenía más compañía que la de un potro llamado Pepper, quien se alimentaba a diario de pequeños matorrales."

Eleanor Farjeon
El granero del rey




La mañana se ha roto

La mañana se ha roto
como la primera mañana,
el mirlo ha hablado
como la primera ave;
Alabanzas para el canto,
Alabanzas para la mañana,
Alabanzas por esas manifestaciones
frescas de la palabra.

Agradable la nueva caída de lluvia,
soleada desde el cielo,
al igual que el primer rocío caído
en la primera hierba;
alabanzas por lo agradable,
del jardín húmedo,
surgido en la integridad
cuando sus pies pasan.

Mía es la luz del sol,
mía es la mañana,
nacida de la única luz
el edén vio el juego;
alabanzas con júbilo,
alabanzas cada mañana,
recreación de Dios
del nuevo día.

Eleanor Farjeon



"Toda la enfermedad que se manifiesta en nosotros proviene del miedo, y todo lo bueno proviene del amor."

Eleanor Farjeon



"Una radiante mañana de abril, Martin Pippin erraba por los prados cercanos a Adversane, y allí se vio a una joven que sembraba de avena los campos. Se detuvo con él durante al menos una hora, sin embargo lo más importante, ganarse la vida, apenas ocupaba un minuto de sus pensamientos. Se apoyó en la puerta, observando al joven que sembraba, vertiendo amargas lágrimas por cada puñado de semillas esparcida. Esto sucedió unas tres o cuatro veces. Martin saludó a la joven, que entonces se hallaba bastante cerca de la puerta.
-Señorita, dijo. El dueño de este cultivo preferiría que su siembra no fuera amarga. Martin dejó caer sus manos sobre su desgastada chaqueta marrón. Era un hombre de barba incipiente.
-Los que se divierten con mi dolor-respondió la joven- no tendrán estómago suficiente para este pan. Y de nuevo procedió a sembrar el campo, suspirando. Martin se quedó pensativo. Debe estar muy amargada para hablar de esa forma. Todo esto es muy amargo, dijo, y siguió su camino. Al regresar más tarde, preguntó a la joven: ¿Cuál es el nombre de tu dolor?
-Felicidad, dijo la joven. Ahora estaba un poco más lejod de la puerta y Martin apenas podía oírla.
-¿Qué?
-Amo el dolor, gritó la joven y su voz se quebró tras aquel grito. Parecía molesta. Martin masticó una brizna de hierba y miró hacia la pradera."

Eleanor Farjeon
Martin Pippin en el huerto de las manzanas














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