Eloy Fariña Núñez

Ego non sum dignus

Adoro la poesía, pero no soy poeta.
Siento como ninguno la inspiración secreta
que eleva el leve vuelo del verso al infinito
y al corazón del hombre, celestial y maldito;
pero mi voz no llega, por inefable modo,
a las fuentes profundas del insondable Todo.
El padre Homero canta con formidable acento,
y el Olimpo sagrado se estremece en su asiento.
Virgilio una elegía sobre su sepulcro ensaya,
y la divina Octavia recuerda y se desmaya.
Horacio entona un carmen de pindárico brío,
y el pueblo-rey de Roma prorrumpe en coro: "Io"
Hugo pulsa su lira multiforme y sonora,
y sale en plena noche, triunfalmente, la Aurora.
Lelian toca su flauta de argentino sonido,
y murmuran las fuentes del dolor y el olvido,
yo levanto mi acento, yo lamento mi pena,
y el alma de la especie permanece serena.
Yo alzo la voz y sangre mi corazón destila,
y el alma de las cosas permanece tranquila.
No, no, yo no soy digno de llamarme poeta.
Dante con su grandeza mediévica me inquieta,
la sombra de Virgilio me anonada de espanto,
la voz de Víctor Hugo torna pueril mi canto,
ante el verso de Goethe mi lira desfallece
y la flauta de plata de Lelian me entristece.
¡Si no hubieran cantado magistralmente todas
las pasiones humanas en sus eternas odas!
¡Si el hombre fuese, al menos, totalmente diverso
y fueran menos breves los límites del verso!
mas todas las pasiones han sido ya cantadas.
Y todas las angustias ya fueron lamentadas.
Mi dolor no es moderno, mi herida no es reciente.
Ya Safo sufrió todo maravillosamente.
El jardín de las musas está agotado y yerto.
Se han marchado los dioses y Apolo y Pan han muerto.
Me considero indigno de coronar la frente
Con el laurel sagrado del vate y del vidente.
Pero el poeta joven que plañe su agonía
en el hondón de mi alma, comprende la poesía,
cuando la madre llora sobre el cuerpo del hijo,
cuando estrecha el muriente contra sí el Crucifijo,
cuando con dulce sueño duerme el niño en la cuna,
cuando los labios se unen a la luz de la luna,
cuando el dolor inmenso de ser hombre me agobia,
cuando pienso en los ojos de mi primera novia,
cuando la enamorada sonriendo se suicida,
cuando las almas hallan deliciosa la vida,
cuando las voluntades luchan contra el destino,
cuando la verdad hace con pausa su camino,
cuando el mundo prosigue su perenne carrera,
cuando sigue avanzando la humanidad entera
cuando el mal en la tierra sin cesar disminuye
y con mayor justicia todo se distribuye.
Es fuerza que enmudezca, ya que cantar no puedo
y ya que no consigo lanzar sino un remedo
de las supremas voces del gozo y la tristeza
y de las grandes notas de la naturaleza.
Y mientras otros canten con lira melodiosa,
el fulgor de los astros y el seno de la rosa,
permanecerá mudo, me envolveré en mi manto,
esconderé mi rostro, turbado por el llanto,
y erraré solitario por la pradera bella,
como un pastor doliente, cautivo de una estrella.

Eloy Fariña Núñez



"Excelencia... yo tengo dos madres: una pobre pero digna, a la que debo mi nacimiento, que es el Paraguay; y la otra, rica y generosa, la Argentina; donde me he formado y constituido mi hogar. Permítame que sea consecuente con ambas." 

Eloy Fariña Núñez



"Gentes hay irremisiblemente nacidas para la esclavitud, indignas de gozar de una libertad que no conquistaron con su sangre y que no pueden apreciar, e indignas de una civilización de cuyos beneficios disfrutan cómodamente , sin haber hecho nada por merecerla, y contra cuyas conquistas habrían conspirado con la fuerza y la fé ciegas de la rutina. "Verdad que la libertad, entendida en la amplia y noble acepción del vocablo, no es un patrimonio común, ni una «res nullius» susceptible de ser poseída por el primer ocupante . Ríanse , amigos míos, dé las constituciones democráticas que promulgan solemnemente, con el mandato imperativo de los decálogos y de las leyes, la libertad de todos los habitantes de una República. La libertad se adquiere, como posesión suprema y plenaria que es, por derecho de conquista, al cabo de una dolorosa y larga lucha interior. Es un alto estado de espíritu, de sensibilidad y de albedrío, como la tolerancia o la santidad. Así nos habló el maestro una tarde en que, según propia confesión, acababa ds librar el último combate contra la postrera esclavitud de su inteligencia o tal vez de sus instintos."

Eloy Fariña Núñez



"Ignorábase en virtud de qué motivos, Publio Virgilio Marón no veía con buenos ojos a Antonio, el afortunado demagogo que aprovechó la muerte de Julio César para granjearse la estimación del pueblo romano y el de la comunión de vida inimitable con Cleopatra. Murmurábase en los ámbitos forenses y capitolinos que Antonio, orador campanudo de vana pompa asiática, ponía en presencia de Augusto, sobre la cabeza de Virgilio, a quien se saludaba con el nombre de príncipe de los poetas latinos, al mediocre Batilo, el cual se apropió con cínico desparpajo dos versos suyos y de quien se decía que acicalaba su estilo con la prolijidad afeminada con que se peinaba la cabellera. Susurrábase también que el poeta mantuano fue íntimo amigo de Cayo Marcelo, el primer esposo de Octavia, y que el matrimonio de ésta con Antonio, concertado por razones de Estado, entraba por mucho en la declarada hostilidad entre el emperador y el vate. La estrecha amistad que ligaba a Virgilio con Augusto tampoco parecía ajena a esta recíproca ojeriza. Fuese de ello lo que hubiere sido, lo cierto era que el poeta no desperdiciaba coyuntura alguna que se le ofreciese para desacreditar a Antonio, tarea por lo demás fácil, pues el colega y rival de Augusto observaba un tenor de vida poco digno.
Esta animadversión subió de punto cuando Virgilio supo que Antonio había manifestado públicamente, a propósito de los cinco primeros capítulos de la «Eneida», que Homero los hubiera hecho con más elevación, claridad y elegancia. Tal afirmación significaba a las claras desconocer inspiración poética a Virgilio. Entendiolo así éste e hizo decir a Antonio que, si bien él no aspiraba al laurel de la invención del poema épico, pretendía, por lo menos, la gloria de haber logrado imitar a Homero con cierta perfección, aventajando en esto a Batilo, que antonizaba.
Desde entonces, buscó el poeta el modo y la forma de vengarse de Antonio e igualmente de Octavia, porque esta mujer de extraordinaria hermosura y de singular talento, compartía los odios y los amores de su segundo esposo, perdidamente enamorada, como se hallaba, de él, a medida que la tentadora e irresistible egipcia se lo disputaba con más ahínco con sus artes gitaniles de seducción.
Margen le dio para ello la mudanza de los sucesos que sobrevinieron luego. Instado con encarecimiento por Cleopatra, Antonio partió a Egipto, llevándose consigo a Octavia hasta Atenas, donde la dejó para correr al lado de la soberana egipcia, pretextando fútiles motivos. Octavia comprendió la verdadera causa del alejamiento de su esposo y lloró amargamente su infortunio."

Eloy Fariña Núñez
La venganza de Virgilio



La serpiente

Mi corazón es una vasta hoguera:
arde, crepita, vierte luz, se inflama
y en torrentes de fuego se derrama,
como el sol en mitad de su carrera.
-
Es luz que en los altares reverbera
y en celestial fulgor se desparrama,
y es serpentina y corrosiva llama
que en satánico incendio degenera.
-
Sobre mi corazón, volcán ardiente,
pon tu manto despacio, suavemente,
y escucha su furioso golpeteo.
-
Tal vez, por tus virtudes de elegida,
quede a tus pies latiendo, retorcida,
la maldita serpiente del Deseo.

Eloy Fariña Núñez



"Las flores que crecen en el jardín del silencio, las voces que se alzan en sus senderos, los suspiros que se escuchan en el ámbito, los rumores que esparcen sus fuentes, las actitudes qu e guardan sus estatuas, son claros signos de la belleza de este jardín por cuyas sendas va a divagar nuestro pensamiento."

Eloy Fariña Núñez





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