Hugo Vera Miranda

1o de noviembre

Limpio y ordeno todo. Luego me siento allí y leo el libro que traje. Un libro de Jim Thompson. Mi padre me pregunta qué leo. Le digo que un libro de Jim Thompson, 1280 almas. Luego me pregunta cómo me han ido mis cosas, le digo que mal. Que las cosas me han ido francamente mal. Y le cuento. Se pone a llorar. Me dice que él no puede hacer nada. Le digo que ya lo sé, que él no puede hacer nada. Le digo que no se preocupe. Ya pasará, le digo. Todo pasa, me dice. Es verdad, le digo. Me dice que retire todas esas flores de plástico. Que no las necesita. ¿Pero tú estás bien?, le pregunto. Acá las cosas no están mejores que cuando estaba vivo. Me ha tocado estar en el grupo de los monotemáticos. Tú sabes de mi afición por la brujería chilota. Era de lo que más hablaba. Entonces me ha tocado el grupo de los monotemáticos. En verdad que no sabía nada de la otra vida. Ni puta idea. Y ahora estoy acá en ese grupo. Con políticos, futboleros, actores, corruptos, poetas, ludópatas y un enjambre variopinto de almas decadentes. Lo siento, le digo. La muerte es así, me dice. Cada oveja con su pareja. Al despedirme le pregunto si quiere dar un mensaje a las futuras generaciones. Me dice que nada. Que si pueden, se interesen por la brujería chilota.

Hugo Vera Miranda



Desde el infierno escribe Marcelo Fox

escribo desde el infierno en donde no llegan
vuestros dulces momentos felices
vuestros breves encantos cotidianos
ni esa manera encantadora de decir NO;
escribo como escribí simpre
con la navaja rozándome la garganta
con el tedio instalado en mi propio laberinto
con ser siempre extranjero en todo lugar
con la serpiente inoculándome su veneno.

quise salvarlos de vuestra hecatombe diaria
intenté regalarles una mañana en calma
quise entregarles un atardecer viril y virginal
intenté obsequiarles una noche fragorosa
quise que construyeran una salida honorable;
intenté por todos los medios que
salieran de vuestras infectas madrigueras
pero no… aquello no fue posible.

y ahora recuerdo mis días en buenos aires
mi sobretodo y mi cara de ángel alucinado,
mi hedor y el vuestro tomados de la mano
y alejados por varios planetas de distancia,
llegaba a vuestros bares y llegaba la lepra,
no tuve amigos, ni musa, ni horizonte,
sólo desprecio y una pizca de risita aislada,
sólo frío y un mozo que me invitaba a irme
de toda aquella inmensa ciudad abandonada,
que me regalaba la certeza del disparo.

y así fue como vino el tren; el tren de buenos aires,
que tuvo hacía mí la mayor consideración;
el choque, el olvido y la pérdida de un condenado.

Os saludo desde el infierno y espero de corazón
-no lo necesitamos aquí ni allá-
no volvernos a ver: chau buenos aires.

Hugo Vera Miranda



El infierno

Es terrorífico. Peor de lo que te puedes imaginar. Ni te cuento. Nada se lo compara. Tu pesadilla más perfecta. Estás allí y un crujir de dientes espantoso. La Biblia es un juego de niños. Es que estás en el infierno y ni te imaginas. Ni te imaginas. ¡Es el infierno! Peor que lo peor. Estás allí en el infierno. El infierno tan temido. Y estás allí. El infierno está abajo, siempre abajo. El cielo arriba. Y estás allí en el infierno dándote vueltas. 6000 grados Celsius. Condenado absolutamente. Por siempre. En el infierno por siempre jamás. Y no vale si alguna puta vez hiciste una buena acción. Estás en el infierno y es tu lugar. No puedes pagar tu hipoteca y ardes en el mismísimo infierno. Tu niño pequeño se ha muerto. Te has quedado sin trabajo. Tu mujer ha sido violada. Tu madre se prostituye en los bares. Nadie viene en tu auxilio. Ninguna palabra de aliento ni nada. Más solo que la soledad antes del Big Bang. Luego duermes bajo un puente. En Santiago de Chile. En Belfast o Nueva York. Vas por ahí mendigando un poco de nada y te dan patadas en el culo. Y cada día desciendes un poco más. Hasta llegar a los 6000 grados Celsius. Ya estás en el centro de la Tierra que es el infierno. Y piensas que aquel lugar es más confortable que aquel otro lugar en donde, por misericordia, te han dejado respirar. Dios salve a Dios. El infierno somos todos.

Hugo Vera Miranda


el tigre de la memoria 

¡ah que ganas de vaciar mi cabeza!
tantos rostros, calles, inviernos.
un horizonte de promesas incumplidas,
la fatiga del tiempo girando girando,
viejas cartas que nada dicen,
amores tapiados por la insolencia del olvido.
el barco a punto de partir
y nos aferramos a nuestros muertos,
el tigre de la memoria incansable trabaja,
de sol a luna de luna a mar.

el verdugo hastío se mece en mis cabellos,
estoy solo, me he abandonado,
un juramento, un clamor, una traición,
son enigmas que el viento descifra,
continúo esta marcha inexorable
con la muerte en mis bolsillos.

Hugo Vera Miranda



La poesía arruinó mi vida

La poesía arruinó mi vida. Tendría que haber sido futbolista. Anarquista. Economista. Dedicarme a cultivar mi huerta. A ver salir el Sol. Comandar un ejército poderoso. Ser albañil. Construir. No sé cómo mierda la poesía se atravesó en mi camino. Estaba destinado para cosas mayores. Fundar una República. Mi padre me dijo un día que yo podría conquistar la luna. Era pequeño y lo recuerdo. En aquel momento la luna era una quimera. Nadie había estado allí. Mi padre tenía razón. Estaba destinado para las ligas mayores. Y de repente la puta poesía se atravesó en mi camino. Me arruinó. Me hizo mierda. Conocí al puto de Rimbaud. Y eso cambió mi vida. Me la arruinó. Ahora todas las chicas me dicen adiós. No inventé nada. Nada construí. Cada día más pobre que el pobre más pobre. Me paso la vida citando a putos poetas que nunca llegaron ni siquiera a placé. Publiqué un librito que nadie lee. Que nadie cita. Que pasará al olvido tanto como aquel tipo que estaba destinado a las ligas mayores. Algún día alguien se acordará de mí. Se acordará como el tipo al que la poesía arruinó su vida.

Hugo Vera Miranda


todos somos hijos del mismo mono 

todos descendemos del mismo mono y entonces por qué
lo mío es mío lo tuyo es tuyo y lo de él es nuestro
por qué esa violenta manera de zaherir al otro
con darse corte de caballerito inglés inoportuno
si todos somos hijos del mismo mono entonces por qué
la doncella no baila con el león
y al antílope no lo nombran ministro de educación 

por qué los barrios, los países y el documento de identidad,
por qué no vienes y me abrazas y me dices que me quieres
por qué no me dices de una vez por todas
que soy tu hermano y que nuestro padre es el mono
que acaba de descolgarse del árbol
y quiere para nosotros bellos sueños de palacio.

Hugo Vera Miranda













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