John Retcliffe

Cada cien años nosotros, los Sabios de Israel, nos reunimos en sanedrín para verificar cómo va avanzando nuestra estrategia para el dominio del mundo tal como Jehová nos prometió, y cómo está la lucha contra nuestro enemigo el cristianismo.

Este año [1869] reunidos en torno a la tumba de nuestro hermano Simeón-Ben-Ihuda, podemos afirmar con orgullo que el pasado siglo nos ha acercado mucho a nuestra meta y que esta será pronto conseguida.

El oro ha sido, y siempre lo será, un irresistible poder. Tratado con manos expertas, será siempre la palanca más útil para los que lo posean y un objeto de envidia para los que no lo tengan. Con oro se pueden comprar las conciencias más rebeldes, se puede fijar el precio de todos los valores y de todos los productos, se pueden hacer todos los préstamos a los Estados y de esta manera controlarlos.

Los bancos principales y las bolsas de todo el mundo están ya en nuestras manos.

El otro gran poder es la prensa. Repitiendo continuamente ciertas ideas, la prensa acaba convenciendo a la gente de que esas ideas son reales. El teatro también tiene un poder parecido. Y el teatro y la prensa obedecen en todas partes nuestras órdenes.

Alabando constantemente a la democracia dividiremos a los cristianos en partidos políticos, destruiremos la unidad de sus naciones y sembraremos la discordia por todas partes. Reducidos a la impotencia, no tendrán más remedio que rendirse ante la ley de nuestros bancos, que estarán siempre al servicio de nuestra causa.

Valiéndonos de su orgullo y de su estupidez, forzaremos a los cristianos a que hagan guerras. Se masacrarán unos a otros y nos dejarán libre el campo para que podamos colocar bien a nuestra gente.

La posesión de la tierra siempre ha traído influencia y poder. En nombre de la justicia social y de la igualdad, dividiremos los grandes territorios y fincas y las repartiremos entre los campesinos que las desean y que pronto estarán en deuda con nosotros por los préstamos que necesitarán para su cultivo. Nuestro capital nos convertirá en sus dueños y nosotros seremos los verdaderos propietarios. La propiedad de las tierras nos asegurará el poder.

Cambiaremos la circulación del oro por la del papel moneda. Nuestros cheques sustituirán al oro y nosotros regularemos el valor del papel.

Hay entre nosotros excelentes oradores [políticos] que son capaces de fingir entusiasmo y de persuadir a las masas. Los distribuiremos entre el pueblo para que les anuncien cambios muy beneficiosos para la raza humana. Mediante el oro y las alabanzas o el engaño nos ganaremos al proletariado y él se encargará de aniquilar al capitalismo cristiano. A los trabajadores les prometeremos salarios con los que ellos nunca han soñado, pero al mismo tiempo subiremos el precio de las mercancías de modo que nuestras ganancias serán aún mayores.

De esta manera iremos haciendo que los propios cristianos sean los que hagan Revoluciones de las cuales nosotros nos aprovecharemos.

Con nuestras burlas y nuestros ataques haremos a sus sacerdotes ridículos y odiosos y a su religión tan odiosa y ridícula como a sus sacerdotes. Seremos los dueños de sus conciencias. La fidelidad a nuestra religión y a nuestro culto probará la superioridad de nuestras creencias.

Tenemos colocados a nuestros hombres en todas las posiciones importantes. Los cristianos tienen a nuestros abogados y médicos entre sus filas. Los abogados están al corriente de nuestros intereses y los médicos de familia se convierten en confesores y directores de conciencia.

Pero sobre todo tenemos que monopolizar la educación. Con este medio podemos extender ideas que nos son muy útiles y manipular las mentes de los niños como nos convenga.

Si por desgracia, alguno de los nuestros cae en manos de la justicia de los cristianos, tenemos que ayudarlo enseguida. Tenemos que encontrar cuantos testigos hagan falta para liberarlo de sus jueces y convertirnos nosotros en jueces.

Los monarcas del mundo cristiano, inflados con la ambición y la vanidad, se rodean de lujos y de ejércitos. Les suministraremos todo el dinero que su ambición necesite y así los tendremos dominados.

No impediremos el matrimonio de nuestros hombres con mujeres cristianas porque a través de ellas lograremos introducirnos en sus círculos más cerrados. Y si nuestras hijas se casan con cristianos, no serán menos útiles, porque los hijos de madre judía son judíos.

Propugnemos la idea del amor libre para destruir así el apego de las mujeres cristianas a los principios y prácticas de su religión.

Durante siglos, los hijos de Israel, despreciados y perseguidos, han estado trabajando para abrirse paso hacia el poder. Estamos llegando a nuestra meta. Controlamos la economía de los malditos goyim. Nuestra influencia es mayor que la de los políticos y la de las formas externas.

En el tiempo prefijado, haremos que estalle la Revolución que va a arruinar a todo el mundo cristiano y definitivamente lo hará esclavo nuestro. Con ello se cumplirá la promesa que Dios le hizo a su pueblo.

John Retcliffe seudónimo del escritor antisemita alemán Hermann Goedsche
El discurso del rabino es el título de un panfleto antisemita que recoge el discurso de un rabino del capítulo "En el cementerio de Praga" de la novela Biarritz
En el libro Ovnilogía de Freixedo Salvador también lo cita en la página 141 aunque no es exacta su referencia dado que el Rabino Reichorn nunca existió









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