José Fola Igúrbide

"BLANCA. Ese hombre ha sido degradado. Su alma ha quedado desgarrada como su honor militar.
D'AIGLÓN. Es un bien para su alma... Así saldrá purificada por el sufrimiento.
BLANCA. ¡Y después de haber hecho jirones su uniforme sepultarán a ese desdichado en alguna de esas tumbas donde perecen los reos de Estado!
D'AIGLÓN. Cuanto más grande y terrible sea su expiación mayores méritos serán los suyos para obtener la gracia de Dios.
BLANCA. Usted olvida, Padre D'Aiglón, que al degradar y perder al capitán David, hacemos pedazos su hogar donde se anidan otros dos seres inocentes:
una tierna criatura y una esposa desesperada.
D'AIGLÓN. No tema usted por ellos. Ya tendrá su dolor buen pedestal en el oro de los judíos. No irán a cobijarse bajo la sombra protectora de la cruz.
BLANCA. ¡Esa seguridad me espanta!... ¡Esa sangre fría me estremece!
D'AIGLÓN. Tranquilícese usted, hija mía... ¿Qué cambio es este? ¿Cómo se ha operado en su conciencia tan radical transformación? ¿Y aquel odio que sentía por el capitán? ¿No la burló villanamente?
BLANCA. El odio de mi corazón ha desaparecido ante la enormidad de la venganza. Aquella fue la pasión de un día... Este es el horrible dolor de toda la existencia.
D'AIGLÓN. En el nombre de Dios, yo su ministro en la tierra, asumo toda la responsabilidad de los hechos.
BLANCA. ¿Luego es Dios quien le inspira?
D'AIGLÓN. Dios mismo.
BLANCA. ¿Él quien le da esa fortaleza de ánimo?
D'AIGLÓN. Justamente.
BLANCA. Entonces pídale que haga ese mismo milagro en mi conciencia... Que vuelva la serenidad a mi alma... el sueño a mis noches... la luz a mis días... y entonces daré crédito a sus palabras.
D'AIGLÓN. Cuidado, hija mía, cuidado. Huyendo del remordimiento cae en brazos de la herejía.
BLANCA. No baja a mi espíritu el rayo consolador de la gracia divina... ¡Mis noches seguirán siendo negras como mi oscuro delito!... La esperanza que puse en usted ha fracasado.
D'AIGLÓN. Oiga la descreída. Donde falta la fe desaparece la gracia del Señor y germina la influencia del diablo... Por semejante senda nada se consigue.
¿Quién es capaz de desviar el curso de los acontecimientos? ¡Consumatum est, hija mía! Consumatum est."

José Fola Igúrbide
Emilio Zola o el poder del genio



"¡El hombre nuevo! Este es el que pedía Legrange para la ciencia, y éste es el que piden todos los espíritus de buena voluntad para el mundo. La evolución llega aquí a los términos superiores de su progresivo desarrollo, girando desde la autoridad a la Libertad. La fatalidad con sus accidentes, para el hombre monstruoso y primitivo juguete de la tempestad y el terremoto. La autoridad con sus ejércitos para el hombre siervo de la pasión y de la sangre, y la libertad con sus leyes para el hombre, amo y señor de su espíritu. Glorificad al símbolo... Caigan a sus pies los pétalos de las flores..."

José Fola Igúrbide
 La Sociedad Ideal



"¡El orden! ¡El orden! Siempre haciendo resbalar esa palabra en mis oídos. Reinando el orden se queja el pueblo de que carece de pan y justicia. Bajo ese manto prestigioso se cometen las mayores iniquidades. En medio de una paz interior octaviana he perdido el amor del pueblo. Y en holocausto a la conservación del orden será ahora preciso derramar ríos de sangre."

José Fola Igúrbide
Los caballeros de la Libertad



"Justicia tiene que haber. Donde no la hace el juez, la hace el pueblo, la hace el hombre atropellado y ofendido [...] Faltando la moral arriba se desencadenó la violencia abajo. ¡Mire usted el espectáculo que ofrece la justicia en el reino del cacique!"

José Fola Igúrbide



"Sólo creo en la verdad que me dicta el corazón y esta verdad es mi madre... Si tus soldados fusilan a mi madre, maldeciré tus soldados. Renegaré de tus jueces. Renegaré de tus códigos. Y si se invoca el nombre de la patria, ante el cadáver ensangrentado de mi madre, saldrá este grito de mi pecho: ¡maldita sea la patria!"

José Fola Igúrbide



"OVALDO. Nadie acierta a penetrar en el secreto de la misteriosa esfinge. La eterna pesadilla de los filósofos resiste al giro de los tiempos. Todos se preguntan inútilmente dónde se oculta ese inquebrantable poder que hace de la vida humana un infierno pudiendo ser un paraíso.
ROBERTO. Sí, sí.
OVALDO. Estás preocupado, sombrío. ¿En qué piensas?
ROBERTO. No sé qué extraña majestad encuentro en este recinto.
OVALDO. Ven aquí, Roberto. Deja que te mire al semblante.
ROBERTO. Bien, padre. Mírame cuanto quieras. (Pausa) Has penetrado en mi alma. (Se sienta en una silla y queda profundamente abismado)
OVALDO. ¿De modo que...?
ROBERTO. ¡Mañana!
OVALDO. ¿Y con qué medios cuenta el pueblo para entablar la lucha?
ROBERTO. Con su abnegación, con su heroísmo.
OVALDO. ¿Tenéis armas?
ROBERTO. Unos, sí. Otros, no.
OVALDO. Destrozará vuestros parapetos la artillería. Os pasarán a cuchillo los cosacos.
ROBERTO. No importa. Ya no es posible retroceder. Millares de obreros darán el grito de revolución por las calles... Lucharemos hasta perder la vida.
OVALDO. ¿Y has venido a verme para...?
ROBERTO. Sí; para despedirme de ti.
OVALDO. ¿Tan pronto? ¿No esperas a mañana?
ROBERTO. Tengo que conferenciar en breve con algunos de mis compañeros. Esta noche la pasaremos en vela organizando los preparativos.
OVALDO. ¿No tenéis jefe?
ROBERTO. Nuestro jefe es el alma del pueblo.
OVALDO. ¿Ni plan?
ROBERTO. Sólo tenemos entusiasmo. Tú dirás: ¡Estéril sacrificio!
OVALDO. No digo tanto. Ya sé el valor que tiene una idea de libertad bañada en sangre.
ROBERTO. ¡Ah! ¡Cuán profundamente humano eres!
OVALDO. ¡Silencio! Aquí vienen tus hermanas, da un giro a tus pensamientos."

José Fola Igúrbide
El sol de la humanidad










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