José Manuel Fajardo

"La inteligencia consiste en la capacidad de apreciar y valorar los matices, sin olvidar los principios. "

José Manuel Fajardo



"La política y la literatura llevan conviviendo desde que ambas existen. Basta recordar el propósito político de las comedias clásicas de Aristófanes o la obra poética del rey Alfonso X, el Sabio. La lista de escritores y artistas que han creado su obra al servicio del poder político es gigantesca. Todos los grandes del Siglo de Oro, con Cervantes y Lope de Vega a la cabeza, contaban con mecenas poderosos. Hay incluso periodos enteros de la historia de la cultura que están marcados por la figura de los políticos que la auspiciaron, como sucedió con la Atenas de Pericles o con la Florencia de los Medicis. De hecho, la figura del escritor independiente, que no sirve a ningún señor, es muy reciente. Y la del intelectual enfrentado al poder tiene poco más de un siglo, cuando Emile Zola se lanzó en defensa del capitán Dreyfuss con su célebre carta al Presidente de la República francesa, "Yo acuso". El problema no es si la polítia y la literatura pueden convivir, porque lo hacen siempre, sino en qué términos se da esa convivencia, cuál es el margen de independencia de que goza el escritor, hasta dónde interviene el poder político en la vida cultural, cuáles son los límites de la libertad de expresión . Porque siempre hay límites a la libertad de expresión, ya sean políticos, económicos, ideológicos o judiciales (ahí están los delitos de injurias y calumnias, por ejemplo, para limitar la libertad de expresión cuando se extralimita en el ámbito de la vida privada perjudicando el honor de terceros). Me irrita particularmente que se hable de la libertad de expresión como si fuera un valor absoluto. Todos los valores están sometidos a equilibrios y tensiones, pues en ocasiones pueden entrar en conflicto. Lo importante es encontrar los mecanismos de diálogo y legalidad que permitan que unos valores no limiten excesivamente a otros valores. Por ejemplo, que la seguridad no reduzca a nada la libertad de expresión pero que tampoco la defensa de la libertad de expresión sirva de excusa para violar el derecho a la vida."

José Manuel Fajardo


"Las horas se me iban sentado ante el ordenador, fascinado por la manera en que las vidas del narrador de la novela y de su esquivo amigo se poblaban de encuentros que parecían regidos por un azar caprichoso y, sin embargo, significativo, como si la tupida red de casualidades y paradojas que envolvía sus existencias guardara algún oculto significado que tanto el lector como el escritor buscaban en vano. «Como la vida misma», pensaba sentenciosamente.
Cuando los ojos empezaban a dolerme y la fatiga hacía que el sentido del texto en inglés se me volviera intraducible, salía a dar un largo paseo hasta la playa de Ereaga, en la desembocadura de la ría. Descendía primero hasta la vecina Leioa, hacía una parada en el quiosco de Rosa y José Ramón para comprar los periódicos del día, que a esas horas de la tarde parecían haberse desprendido de la agresiva urgencia de la mañana, y me encaminaba hacia la avenida Iparraguirre, bajo la que rugía el túnel de la autovía que viene de Bilbao y llega hasta la costa. A aquella misma avenida acudía ocasionalmente algunos miércoles a las siete de la tarde para participar en la concentración semanal que las organizaciones pacifistas del pueblo convocaban con el propósito de reclamar la liberación de Ortega Lara, un funcionario de prisiones que llevaba más de un año secuestrado por ETA. Y cada miércoles, a esa misma hora y en ese mismo lugar, un grupo de simpatizantes de la organización terrorista se concentraba enfrente de nosotros para apoyar a los criminales encarcelados, quienes eran presentados, en los carteles que portaban y en los gritos que nos dirigían, como víctimas en vez de verdugos mientras a nosotros se nos tildaba de asesinos. Aquellas concentraciones sólo duraban quince minutos, pero había una tensión en el aire que casi se podía tocar. De un lado, los pacifistas reunidos en silencio en torno a una escueta pancarta que pedía la paz; del otro, el vociferante grupo de los proetarras, cuyos miembros desplegaban pancartas, lanzaban continuas y amenazadoras proclamas por unos altavoces que instalaban delante y portaban fotografías de algunos de los terroristas presos. Eran quince minutos que me llenaban de angustia y desasosiego, hasta el punto de que muchos miércoles no acudía a la cita y cuando lo hacía era empujado por la piedad y el horror que me producía pensar en la terrible suerte que corría el secuestrado Ortega Lara, aunque nunca se me pasó por la imaginación que un día pudiera verme en trance semejante al suyo, condenado a una muerte en vida que entonces sólo podía conjeturar pero cuya realidad, como desdichadamente había terminado por descubrir, superaba con creces a la peor de mis fantasías."

José Manuel Fajardo
Una belleza convulsa


"No creo que haya una sola razón ni que todos los que escribimos lo hagamos por iguales motivos. Esa es precisamente una de las cosas que me atrae de la escritura: su radical diversidad. En mi caso es ante todo una necesidad. Cuando escribo me ordeno por dentro, establezco un vínculo con el mundo que me resulta esclarecedor. Desde niño he mantenido siempre una relación conflictiva con la vida: por un lado soy un vitalista instintivo pero, al mismo tiempo, siento que la existencia tiene mucho de absurda, que es algo por construir, algo que se me escapa. No sé, es como escuchar en la noche la música de una fiesta sin saber de dónde viene exactamente. Llevo cincuenta años esforzándome para que la vida que yo vivo y esa melodía vital que siempre he buscado coincidan. Se puede decir que escribo para comprender o, al menos, para hacerme las preguntas necesarias que me ayuden a vivir. Lo que sucede es que el punto de vista de un solo ser humano es demasiado pequeño ante la complejidad de la existencia, por eso la literatura, que nos permite ser habitados siquiera sea fugazmente por otras identidades ficticias, amplía nuestra visión. Es algo que creo que comparten tanto lectores como escritores, pero en el caso del escritor esa visión ampliada se va construyendo durante el proceso de creación, la escritura puede ser así un camino de experiencia y conocimiento. Y, por supuesto, escribo por placer. Me divierte enormemente el juego del lenguaje y la arquitectura de las historias."

José Manuel Fajardo


"Siempre me divirtió escribir cuentos para mis compañeros, historias de piratas o de extraterrestres, pero fue a los catorce años, después de leer “La metamorfosis” de Kafka, cuando me di cuenta de que yo quería ser escritor."

José Manuel Fajardo



"Todo hombre es más grande que la tierra que le ha visto nacer: Ningún hombre verdaderamente libre, es decir, que se niegue a ser prisionero de sus raíces, cabe dentro de las estrechas fronteras de una patria. Uno es quien es. Tus raíces viajan siempre contigo, pero te haces grande compartiendo la grandeza del mundo y la diversidad de sus gentes."

José Manuel Fajardo


"Uno de los grandes placeres de la vida es la música."

José Manuel Fajardo
















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