Mariluz Escribano

Canción del silencio

En las horas pisadas por las sombras
en un gesto final de despedida,
cuando es tarde y tardíamente escucho
esta niebla o canción que me regresa,
todos los muebles tienen
una poblada soledad de incierta
nostalgia telefónica.

Y los libros me miran
con sus ojos de octubre
y el cigarrillo clama
urgido desde el piano
con volutas que pasan
transitan, me construyen
la palabra de amor en que trabajo.

Sobre la mesa, intacta,
la violeta de un nombre
que desprende una página.

Yo ya sé que es domingo
y que la brisa tiene una luz convocada
que me recuerda el mar.
Pero deja que guarde entre mis manos
limosnas de silencio:
siempre dejan sus huellas
espacios de rocío en la mirada.

Mariluz Escribano


Cuando me vaya

Dejaré un silencio en el recuerdo,
sonidos de una voz que fue muy joven,
y un aroma de sándalo y cipreses
para que no me olvides.

Y ahora, cuando el sol desaparece,
y hay promesa de una noche clara,
las estrellas se esconden
y están muertas de tanta nívea luz.

Dejaré abierta la ventana.
Un gorrión divulgará mi huida,
y un frescor de mañana
anunciará mi marcha,
con trémula voz para llamarte.

Cuando me vaya
perderé las praderas,
los bosques encendidos de noviembre,
el verde del jardín en primavera,
la tenue luz de los planetas,
la sonrisa de un niño,
el calor de un amigo,
lágrimas de dolor por los caminos
que transité tan alta,
la caricia de un perro
que dio fuego a mis manos.

Cuando me vaya
habré perdido tantas cosas,
que creceré en trigal
por no morirme.

Mariluz Escribano


"En la historia de la literatura, la poesía ha tenido siempre corrientes vinculadas a la crítica y al compromiso social. El por qué está claro y ya lo dijo el poeta: “la poesía es un arma cargada de futuro”. A eso yo añadiría que es posible alcanzar la ética de una sociedad determinada mediante la estética y de ahí la trascendencia del compromiso de los autores. La poesía tiene la función de actuar como revulsivo social, como motor de cambio, como voz de los que no la tienen o no son capaces de manifestarla. También de hacer memoria del pasado colectivo de la sociedad para que no se repita en el futuro.

El poeta es consciente de que tiene que escribir para que el hombre tome conciencia, recobre la esperanza y empiece a tomar partido y de ahí surge gran parte de la literatura comprometida. La historia de la poesía es la historia de la humanidad, la historia de los hombres que la componen, que la construyen o la destruyen dependiendo de su actitud. La literatura no obedece a normas propias más que en lo estructural. La voz poética, por mucho que se pretenda a veces desdibujar, es la voz de un hombre, de un hombre que vive en un tiempo determinado, que siente y vive arraigado, a veces a su pesar, en la realidad y que, en ocasiones, tiene el deseo de modificarla con sus palabras, con su verbo vivo de persona comprometida. Lucha con la palabra. Y volvemos a lo mismo: “la poesía es un arma cargada de futuro”. Efectivamente. Si la poesía e “un arma cargada de futuro” nadie mejor que el escritor comprometido, el poeta en este caso para usarla y despejar sus fantasmas propios y los ajenos. Porque, y volviendo la mirada a Elena Martín Vivaldi, “hay que nombrarlo todo”. Que no se olvide nada porque aquello que olvidamos es posible que vuelva a repetirse. Por eso la voz poética bien modulada ha de ser el paladín en la defensa de las libertades del individuo, de sus derechos, de sus deseos, de lo mejor de su alma. Ha de ser paladín de la paz nuestro poeta, ponerse a su servicio, comprometerse con el mundo porque es el mundo el que le da la palabra, el que luego va a leer sus escritos que es lo más preciado que tiene el escritor. La literatura de cada autor es su alma convertida en palabras para el futuro, para la gente que vendrá porque nadie muere del todo mientras exista alguien que lo recuerde, que lo cante. Se vive por los demás, a través de los demás. De ahí que el don de la palabra haya que ponerlo al servicio de quienes lo necesiten. La palabra tiene el compromiso de estar siempre al servicio de la libertad, entre otras cosas porque la libertad es un acto de compromiso con la sociedad. Aunque el poeta pretenda evadirse de la realidad, al final esta realidad acaba absorbiéndolo y por acción o por omisión hace una literatura socialmente comprometida..."

Mariluz Escribano


Escribiré una carta para cinco

Cuando surja la luz de primavera,
y las rosas dibujen sonrisas de colores,
escribiré una carta para cinco muchachos,
contándoles lo mucho que gané con la vida.
Escribiré desde una nube blanca,
con una tinta azul que no la borre el tiempo,
porque no volveré a pisar las arcillas,
ni la dura tristeza del asfalto.
Contaré que mi vida
fue una historia muy larga,
con mapas y lecciones
en un palacio antiguo,
el fragor de los trenes
hacia el país del trigo,
la lluvia sobre el mar
y las arenas suaves.
El Cantábrico allí,
tan lejos de Granada.
Después vinieron ellos,
esos cinco muchachos,
y los días pasaron
con nanas y con besos,
con los ojos dormidos
en cuna almidonada.
Mi corazón estuvo
siempre en guardia con ellos
Y ahora que ya han crecido
y conocen los mundos de las hierbas
los nombres de los pájaros,
la música del mundo,
los placeres del libro,
creo que ya he cumplido
mi misión en la tierra.
Escribiré una carta para cinco
cuando la primavera arribe
y me inunde la casa de amarillos.

Mariluz Escribano Pueo


Gabo

Cruzan los teletipos los océanos azules;
ha muerto Gabo dicen, como si fuera un cuento,
allá en Colombia habita el buitre que cantaba
esa mala noticia que nos deja, tan huérfanos.
El eco lo repite: ha muerto Gabo,
y un profundo dolor deja en los ojos lágrimas.
Macondo está de luto, con sus callejas lóbregas
y sus hombres alzados sobre el polvo del tiempo.

Cien años de soledad son pocos
los que nos deja el hombre
que levantó una patria con nombre de Macondo,
habitada por hombres y por mujeres tristes
tan solos en un mundo ajeno a la aventura.
Sólo queda en Colombia un rincón ignorado,
Macondo se llamaba y Macondo se llama,
algún aventurero buscará con presteza,
aquellos peces de oro de Aureliano Buendía.

Mariluz Escribano


Los ojos de mi padre

Los ojos de mi padre,
los ojos de mi padre,
mirándome en la patria cereal de los trigos,
en un tiempo de cunas
mecidas por el viento de la guerra,
mirando cómo crezco
en los abecedarios
y conquisto sonidos primitivos
balbuceos, palabras necesarias,
porque él me empuja y vuelve,
desde su corazón y sus espigas,
su corazón de tierra y manantiales,
patria de tierra y gritos apagados.
Mi padre es un silencio
que mira como crezco.
Sus manos me conforman,
me miran la estatura,
la dimensión del cuerpo,
averiguan gozosas
que me elevo en trigal.
Las manos de mi padre
tocan mi cuerpo y cantan,
y yo sé que me acunan
con nanas de caballos,
con la salmodia triste del judío,
del converso que habita por su sangre.
Pero paseo con mi padre.
Abandono en sus manos
mis manos tan pequeñas,
y al calor de su sangre
mis pulsaciones tienen
una ambición de tiempos.

En las luces inquietas de la tarde,
al borde de la noche,
vamos pisando hierbas, territorios,
ríos como torrentes, manantiales,
horizontes donde la niebla habita,
paisajes metalúrgicos y bosques,
ciudades, vientos, cordilleras,
blancas constelaciones.
Camino con mi padre.
Me nombra a las palomas,
pájaros migratorios,
aguanieves que rozan las praderas,
alcaudones de viento,
golondrinas, gorriones, avefrías.
Y todo pasa y llega de su mano,
y a mi infancia regresa
el calor confortable de su sangre

Cuando llegan los días de septiembre,
láminas del otoño,
las madrugadas frías y estrelladas
detienen sus palabras.
Pero es sólo un instante
de sangre y de fusiles
porque mi padre vuelve del silencio
y pasea conmigo
el callado silencio de las calles,
y los campos sembrados
y las constelaciones,
y su voz de madera me acompaña, me mira cómo crezco.
Todo el mundo conoce
que heredé de mi padre una bandera.

Mariluz Escribano







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