Nick Land

"El futuro esté  más cerca de lo que solía estar, más que la semana pasada, pero la posmodernidad persiste como una época de poder no-muerto: se terminó hace tiempo, pero sigue adelante; también es  factible en nuestra línea de tiempo que el gobierno sea isomórfico con la IA simbólica y se confunda cada vez más con ella."

Nick Land



“El meme ha muerto. Viva el meme.”

Nick Land


"El sueño marxista de un dinamismo sin competencia era precisamente eso, un sueño, y uno antiguo y monoteísta, reformulado: el lobo que mora con el cordero. Y si semejante sueño cuenta como “imaginación”, entonces la imaginación no es otra cosa que un defecto de la  especie: el rejunte de cursilerías contradictorias como fantasías utopistas, a ser esgrimidas contra la realidad al servicio de una negatividad estéril. El “poscapitalismo” carece de significado, excepto como final del motor de cambio."

Nick Land



“El tiempo está del lado del capitalismo, el capitalismo es todo lo que me hace sentir mal, así que el tiempo debe ser malvado.”

Nick Land



"El único final concebible del kantianismo es el fin dela modernidad. Y para alcanzarlo debemos alentar a las nuevas amazonas entre nosotros."

Nick Land


"Hay que liberar las fuerzas movilizadoras de la deshumanización y destilarlas en forma de microculturas experimentales."

Nick Land



"La historia es así: la Tierra es capturada por una singularidad de tecnocapital a medida que la racionalización renacentista y la navegación oceánica se traban en el despegue de la mercantilización. La interactividad tecnoeconómica acelerada logísticamente desmorona el orden social en un desbocamiento de máquinas autosofisticadas. A medida que los mercados aprenden a fabricar inteligencia, la política se moderniza, mejora la paranoia y trata de controlarse.
El recuento de cadáveres sube a través de una serie de guerras mundiales. El Commercium Planetario Emergente destroza el Sacro Imperio Romano Germánico, el Sistema Continental Napoleónico, el Segundo y Tercer Reich y la Internacional Soviética, provocando el desorden mundial a través de fases de compresión. La desregulación y el estado se disputan una carrera armamentista en el ciberespacio.
En el momento en que la ingeniería blanda se desliza de su caja a la suya, la seguridad humana está entrando en crisis. La clonación, la transferencia lateral de genodatos, la replicación transversal y la ciberótica, inundan una recaída en el sexo bacteriano."

Nick Land



"Mientras que el espíritu de la reacción hace entrar sus tentáculos Sith al cerebro, se vuelve difícil recordar como la clásica narrativa progresiva, o no comunista, pudo haber tenido sentido. ¿En qué pensaba la gente? ¿Qué esperaban del estado emergente, super-empoderado, populista y caníbal? ¿No era la eventual calamidad totalmente predecible? ¿Cómo era posible ser un Whig? La credibilidad ideológica de la democratización radical no está en cuestión. Tanto pensadores cristianos progresivos como Walter Russell Mead como ateístas reaccionarios como Mencius Molding lo han detallado hasta agotarlo, la democratización radical tiene exactamente el mismo entusiasmo religioso ultra protestante que su poder de animar el alma revolucionaria, no debería sorprender a nadie. Tras solo unos años después del reto de Martín Lutero al establecimiento papal, insurreccionistas estaban matando a sus enemigos de clase en Alemania.
La credibilidad empírica del avance democrático es más perplejante, y también genuinamente compleja (lo cual es decir controversial, o más precisamente, digno de una controversia basada en datos y rigurosamente argumentada). En parte, esto es porque la configuración moderna de la democracia emerge dentro de la dinámica de un tren modernista más amplio, cuyas ramas tecno-científicas, económicas, sociales, y políticas están oscuramente interrelacionadas, atadas por paralelismos que llevan a nada, y subsecuentemente falsas causalidades. Si, como argumenta Schumpeter, el capitalismo industrial tiende a engendrar una cultura democrática-burocrática que concluye en un estancamiento, podría sin embargo verse como si la democracia estuviera asociada con el progreso material."

Nick Land
La ilustración oscura


“No hay voz, pero sí libertad de expresión.”

Nick Land


‘Para poder encontrar el camino en un laberinto de este tipo, desafortunadamente es necesario resumir las cosas históricamente. Lo importante es…la división fundamental y originaria entre dos principios, espíritu y materia. En tanto que la división es establecida, hay, sin importar lo que uno diga, una superioridad del espíritu sobre la materia, y el espíritu recoge toda la superioridad concebible, eso es; de un lado lo divino, y del otro la razón’2.

‘La blancura

Del mar

Y la palidez de la luz

Ocultaban los huesos’3

El revertir la pregunta ingenua: ¿que ‘es’ la materia? ¿Es acaso posible que podamos recibir un mensaje que pueda responder a esta interrogación? Existe una concepción antropocéntrica de los mensajes como transmisiones entre seres que comparten un código. De acuerdo a tal definición, la recepción del mensaje depende de un previo acuerdo con el remitente. Uno puede recibir mensajes de otros humanos, o de seres personales como Dios o de ángeles, siempre y cuando exista un sistema pre-establecido de significaciones. Si un mensaje no es codificado de acuerdo a las reglas de un sistema familiar, puede ser aún posible el traducirlo a términos de tal sistema, descifrándolo o interpretándolo. Por lo tanto es posible que mensajes puedan ser extraídos de lenguas extintas, siempre y cuando la suficiente similitud exista entre ellas y los lenguajes familiares, para que una serie de correspondencias sistemáticas puedan ser establecidas. Aquellas similitudes pueden ser descritas como las propiedades ‘formales’ o ‘estructurales’ del sistema significante, distinguiéndolas de una ejemplificación ‘material’ o ‘empírica’.

Los métodos del análisis estructural tienen la gran ‘ventaja’ de que son capaces de excluir aspectos ajenos de consideración, ignorando todo excepto las relaciones formales entre los términos -significantes- del mensaje. La materia densamente incrustada de las asociaciones históricas, que es la impureza inherente en la transmisión verdadera, puede ser limpiada del mensaje como el lodo de un fósil. Uno no necesita ser prejuicioso respecto de donde salió un texto. En cuanto a las relaciones formales que permanecen; también son un asunto de exclusión: en esta ocasión la exclusión que cada término opera sobre los demás, sublimándose hacia una unidad trascendente, un nexo puro de articulación.

Progresos en la tecnología de la información han dado urgencia y concreción al estudio de los códigos. Las técnicas han surgido de la traducción de mensajes a códigos construidos en base a una alternativa única de ‘uno’ y ‘cero’. Estos son los códigos digitales, de acuerdo a los cuales pueden generarse mensajes por medio de la presencia/ausencia [flujo/bloqueo] de una corriente eléctrica. Tales códigos ya son fácilmente adaptables a maquinas que pueden transmitir, almacenar, y operar sobre información de una especie matemática y lógica, ya que los números decimales pueden ser convertidos en digitales, y las funciones lógicas son fácilmente reproducidas por ‘puertas lógicas’.  Con un apropiado sistema de codificación, cualquier sistema de símbolos puede ser adjudicado a su equivalente digital; una serie de dígitos binarios [‘bits’] adecuados a especificarlo. Una determinación precisa y cuantitativa puede ser dada para la mínima longitud necesaria de secuencia de bits para recodificar un alfabeto de símbolos n: log2n.

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Bataille no exhibe ningún interés positivo en las filosofías de la estructura [a las cuales él, en cualquier caso, estuvo escasamente expuesto]. Como los termodinamicistas y teoristas de la información, sus preocupaciones yacen no en el análisis de la discontinuidad, pero en su explicación, o más bien, con la genealogía de su presuposición cultural. Lejos de ser un posible contenido de signos articulados, la materia de Bataille es aquella que debe ser reprimida como la condición de la articulación, por medio de la cual una continuidad inmanente es viviseccionada en trascendencia. La importancia del pensamiento estructural es real, pero sintomatológica; encarnando la borradura positiva de la materia por una socialidad utilitaria. En un corto texto temprano intitulado Arquitectura, escribe:

‘…cada vez que una composición arquitectónica aparece en cualquier otro lugar que en los monumentos, así sea en la fisionomía, el vestuario, la música o la pintura, uno es capaz de inferir un gusto por la autoridad, sea humana o divina. Las grandes composiciones de ciertos pintores expresan la voluntad de refrenar el espíritu a un ideal oficial. La desaparición de la construcción académica en la pintura es, al contrario, el camino abierto a la expresión (y por consiguiente aún a la exultación) en los procesos psicológicos más incompatibles con la estabilidad social. Es esto lo que explica en gran parte las reacciones vivaces provocadas durante más de medio siglo por la transformación progresiva de la pintura, hasta el momento caracterizado por una especie de esqueleto arquitectónico disimulado.’4

Estructura, articulación bilateral, exclusión reciproca, y negación determinada, todas pertenecen a los huesos y no a los tejidos blandos. La estructura que pasa a primer plano es un asunto del momentáneo dominio de lo profano:

‘Para las gentes primitivas el momento de más angustia es la fase de la descomposición; cuando los huesos están blancos y desnudos no son intolerables como lo es la carne en putrefacción, comida para los gusanos’5

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El ahistórico, descriptivo y normalizador estudio del uso del lenguaje es el pragmatismo, que puede ser contrastado con los históricos, epidémicos y aberracionales experimentos de flujo resumidos como materialismo ‘bajo’ o ‘libidinal’. El materialismo bajo6 es la plaga de la diferencia unilateral, que es una diferencia que solo opera desde lo indiferenciado. El pensamiento de este tipo es flagrantemente inconsistente con el principio de identidad. Los fenómenos aberrantes compendiados bajo la etiqueta de ‘espíritu’, por ejemplo, son espiritualmente diferenciados de la materia, pese a que permanecen materialmente indiferenciados de ella. De manera similar, la cultura es solo culturalmente distinta de la naturaleza, tanto que las deviaciones más extenuantes de la naturaleza dejan a la naturaleza ininterrumpida. El animal humano se rebela unilateralmente contra su animalidad, así como la vida se diferencia a sí misma contra y dentro del desierto indiferenciable de la muerte. Una diferencia unilateral es la simultaneidad de una tendencia a la separación y la persistencia de la continuidad, que es un pensamiento que no puede ser comprendido, sino únicamente fenecido en su delirio. Ya que cualquier materialismo ardiente es la locura.

Las tendencias dominantes en la filosofía son complicitas con lenguaje ordinario en la supresión de diferencias unilaterales, y su insistencia en relaciones bilaterales o reciprocas. Porque la separación es normalmente pensada como una discontinuidad mutua, el mundo es interpretado como un agregado de seres aislados, que son extrínsecamente amalgamados en estructuras, sistemas y sociedades. Tal pensamiento descarta en principio una posibilidad de bajo contacto o comunión. Engendrado por diferencia unilateral, el animal humano es un hibrido de sensibilidad y patología; o de consistencia indiferenciada con la materia. En conocer que su comunidad con la naturaleza la absorbe hacia la psicosis y la muerte, la humanidad valora su autonomía, aunque maldiciendo las oleadas de deseos que la remolcan hacía una disolución fusional. La moralidad es de este modo el imperativo destilado a una integridad autónoma, que marca como malvado el impulso de un contacto sin piel y la fundición de los cuerpos. El materialismo bajo se obliga a reconocer que Henry Miller es un ‘santo’7 y que El Trópico de Cáncer es un libro sagrado.

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El Trópico de Cáncer de Miller responde en un grado considerable a la cultura surrealista en Paris durante los 30’s, especialmente a la práctica creativa de la ‘escritura automática’ que enreda la literatura con la sexualidad, dentro de una lucha de guerrilla contra la represión. Los infortunios estilísticos y confusiones temáticas de su escritura son inextricables de su fuerza como una agitación sísmica en la historia de la literatura, enraizándose como lo hace desde su rebelión apasionada en contra de las regulaciones normativas de una censura moral y estética. Es precisamente el carácter dentado y serpenteante de este texto el que atestigua su torrencial energía emancipadora; liberando la escritura de las pedantes exquisiteces burguesas que enjaulan la literatura en una prisión del ego. En las páginas de apertura, el insiste en que: ‘He realizado un compacto silencioso conmigo mismo de no cambiar una sola línea de lo que escribo. No me interesa el perfeccionamiento de mis pensamientos, ni el de mis acciones’8. El inconsciente no arrulla con dulces líricas o desenrolla prosa inmaculada y mesurada, aúlla y desvaría como la bestia aprisionada y torturada que nuestra civilización ha hecho de ella, y cuando los grilletes son momentáneamente aflojados, el inconsciente no agradece al ego por este alivio exiguo, sino que bufa, escupe, y muerde como cualquier cosa salvaje haría.

Esto no es para sugerir que Miller se queda sin inhibiciones. Él, por ejemplo, es notorio por su misoginia. Es obvio para cualquiera que lee sus libros que las mujeres lo atemorizan. No es un simple miedo el que lo agarra, sino ansiedad; terror a la nada, el horror que el patriarcado interpreta en términos de castración. ¿Quién se encuentra en la posición para condenarlo por su vacilación frente al borde de la disolución? ¿No es acaso más bien la desnudez de su manifestación la que detona una vana y moralizadora respuesta? El Falo es la gran seguridad de la cultura dominada por el hombre, y más allá de ella yace un océano de pérdida tan desolado como el cero. Miller escribe: ‘si supieran que estaban pensando en nada, se volverían locos’9. Él cita los comentarios angustiados de su amigo Van Norden sobre la vulva: ‘¡Es una ilusión! Uno se apasiona tanto por nada…Todo aquel misterio sobre el sexo y luego descubres que es nada – solo un vacío’10. Su propia respuesta es distinta:

‘Cuando miro hacía aquella grieta veo un signo de ecuación, el mundo en balance, un mundo reducido a cero y sin ningún trazo restante. No aquel cero sobre el cual Van Norden prendió su linterna, no la grieta vacía del hombre prematuramente desilusionado, sino más bien un cero Árabe, el signo del cual brotan eternos mundos matemáticos, el fulcro que balancea las estrellas y los ligeros sueños y las máquinas más ligeras que el aire y las livianas extremidades y los explosivos que las produjeron’11.

En cuanto al cero o la continuidad absoluta, todo fluye sin resistencia. No hay ninguna posibilidad de convertirse en algo fijo, enraizarse, o estar establecido, de instituir códigos o comunidades estables. Los nombres y las etiquetas retroceden hacia un pulso magmóreo del lenguaje, deslizándose en una divagación inútil. De acuerdo a Freud, el besarse está incluido dentro de las perversiones porque se desvía de la sexualidad procreativa, deambulando erráticamente a través de la desolación cósmica del inconsciente. El Cero es el vórtice de un devenir inhumano que tienta al deseo fuera de su jaula humana hacía las extensiones abiertas de la muerte. No es que la muerte de la digresión absoluta sea la misma a la de la inercia del cuerpo. Es en primer lugar una psicosis anegoica de fusión comunicativa; flotando en el lejano extremo de todo esfuerzo.

Hay veces cuando Miller, confrontado por el vacío oceánico del cero, recae sobre la identidad espuria de los huesos, la cual él asocia con rigidez Fálica: ‘Animales con un hueso en el pene. Por lo tanto, tenerla dura… ”Felizmente”, dice Gourmont, “la estructura huesuda se pierde en el hombre”. ¿Felizmente? Sí, felizmente. Piensa en la raza humana caminando por ahí teniéndola dura’12. Lo cual no previene que el comente dos páginas después que ‘hay un hueso en mi verga de un largo de seis pulgadas’13. Un cadáver tiene una preeminente e históricamente fatídica distribución heterogénea: aquella entre su estructura esquelética y sus tejidos blandos. Esto es aprehendido como una diferencia entre aquello que perdura, es seco, limpio, formal y aquello que es volátil, húmedo, sucio e informe. En el fundamento de este recurso, la civilización Occidental no ha sido únicamente thanatológica, sino oseológica, que es algo que llega más allá de la fascinación con el esqueleto –y particularmente el cráneo- y que es distribuido extensamente a través de las culturas. La oseología, en su sentido más profundo, es el uso de la diferencia entre las partes duras y blandas del cuerpo como operación lógica en el discurso sobre la materia y la muerte. Por ejemplo, la diferenciación entre la forma eterna y la sustancia perecedera, pureza celestial e inmundicia terrestre, divina arquitectura y bajo flujo. El esqueleto es por lo tanto concebido como una esencia harmoniosamente invisible, una infraestructura debajo de los oleajes perturbadores de una patología blanda. Es el prototipo de la forma inteligible, contrastada con la masa en descomposición del cuerpo sensible.

El esqueleto es una parte relativamente muerta de un organismo, y es por esto que también es la parte relativamente inmune a la disolución. Lo cual es otra forma de decir que las partes duras de un cuerpo orgánico, son aquellas que están más aisladas de los flujos generalmente económicos y comunicativos de su metabolismo, pero también las partes que más fielmente transmiten hacía el futuro. Los residuos de la vida continúan sobre un compromiso preventivo con la muerte; lo que permanece de la vida solo es la parte desleal de sí misma.

‘El cráneo mohíno que invadió la iconografía del Medioevo tardío, parece haber sido desconocido para la antigüedad Greco-Romana. Por el otro lado, el culto al cráneo se devuelve hasta el hombre de Pekín [440,000 hasta 220,000 a.C.]. La veneración de los cráneos puede ser encontrada en todas las religiones primitivas, como también en todas las grandes religiones de la antigüedad. Los españoles de Cortez, contando los trofeos-cráneo en los templos Mexicanos, habían encontrado 136.000. Los Toltecas cortaban cabezas y los cráneos eran usados como recipientes. Los Galos cortaban las cabezas de sus enemigos muertos y los traían de vuelta a sus pueblos, suspendidos de los cuellos de sus caballos, luego los clavaban como trofeos en el frontispicio de sus casas. En Nueva Caledonia las viudas conservaban los cráneos de sus maridos en canastas.’14

Hay algo de engañoso en el cráneo, aquel tan intimo compañero, tan indiferentemente adaptado al régimen inorgánico, tan intacto por la desaparición de la carne. Es el emblema natural de la piratería, la criminalidad, y la traición fría. Tal vez todos ocasionalmente imaginan su cráneo convertirse en un pisapapeles o [menos modestamente] en una exhibición de museo de algún tiempo distante. Tales pensamientos son un poco más cínicos que aquellos que lo capturan cortamente después del entierro; una recamara de gusanos atestados e inmundicia. Uno no solo entrevé la impermeabilidad cálcica al arrancarla imaginativamente de nuestro pudrimiento, añejándola con buen gusto, puliéndola. Al final uno comienza a sentir que solamente tolera su participación momentánea en nos, atolondradamente esperando una cesación a nuestro tedioso clamor biológico.

‘Más evidentemente que todo, puedo ver a mi propio cráneo sonriente, veo el esqueleto bailando en el viento, serpientes en emisión de una lengua en descomposición y las páginas abotagadas de mi éxtasis enfangadas con excremento. Y uno mi fango, a mi excremento, mi locura, mi éxtasis al gran circuito que fluye a través de las bóvedas subterráneas de la carne. Todo el vómito indeseado, insolicito, ebrio, fluirá interminablemente a través de las mentes de aquellos que están por venir en la vasija inagotable que contiene la historia de la raza.  Hombro a hombro con la raza humana corre otra raza de seres, los inhumanos, la raza de artistas que, aguijoneados por impulsos desconocidos toman la aglomeración sin vida de la humanidad y por la fiebre y fermento con que la imbuyen, convierten esta masa pastosa en pan y el pan en vino y el vino en canción. Del abono sin vida y la escoria inerte, ellos engendran una canción que contamina. Veo esta otra raza de individuos saqueando el universo, virando todo boca bajo, sus pies siempre moviéndose entre sangre y lágrimas, sus manos siempre vacías, siempre agarrando, alcanzando hacia el más allá, al dios fuera del alcance: lapidando todo aquello en las cercanías para acallar el monstruo que roe sus órganos vitales. Veo que cuando arrancan sus cabellos con el esfuerzo de comprender, de sujetar aquello eternamente inalcanzable, veo que cuando braman como bestias enloquecidas y desgarrando y corneando, veo que es justo, que no hay otro camino por recorrer. Un hombre que pertenece a esta raza debe ponerse de pie en el alto lugar con jerigonza en su boca y arrancar sus entrañas. Es correcto y es justo, ¡porque debe! Y cualquier cosa que caiga corta ante este espectáculo espeluznante, todo menos que lo estremecedor, menos que lo espantoso, menos que lo insano, menos que lo intoxicado, menos que lo contaminante, no es arte. El resto es falsificado. El resto es humano. El resto pertenece a la vida y a lo falto de vida.’15

Lavando alrededor de las partes rígidas del cuerpo se encuentran los remolinos de éxtasis y suciedad cuya única fidelidad es hacia el cero. No es que la rigidez y la fluidez entren en una especie de oposición dentro de una estructura o dialéctica. No hay aquí un dualismo elemental en apuesta, ya que esto involucraría una rígida diferencia trascendiendo y dominando sus términos, como si una topología, un sistema significante, o una retazo de juegos de lenguaje estuvieran extrínsecamente organizando flujos bajos, a la manera de las burocracias hidráulicas de Wittfogel16. La verdad salvaje del delirio es que toda osificación –lejos de ser una separación metafísica del deterioro- es una deviación unilateral de la fluidez, tanto así que los huesos, leyes y monumentos son desmoronados o barridos por los flujos profundos de la Tierra. Lejos de establecer un logos eterno en el modelo de la pura osificación, la lengua se pudre en una deambulación delirante que supura limo y mugre, indistinguible del desastre contaminante que se vomita en las alcantarillas de la literatura. Hay una especie de frontera a lo largo de las laderas y orillas del cuerpo, en donde la fluidez y la rigidez convergen, pero esto no es suficiente para autorizar al ídolo irrigacional de la diferenciación rígida. Desde luego que no es difícil imaginar como tal ídolo pudo haber surgido.

¿No es acaso natural el imaginar a la rigidez poniendo los propios términos para su contestación? Es casi tautológico el concebir a la liquidez como un abrir de paso. Sin embargo, la diferenciación es contestada desde el borde costrado del flujo, en donde sedimentos del detrito son tironeados problemáticamente entre la solidez y la licuefacción. Si la fluidez permanece, la ladera es disuelta, lavada, permeada, inundada; es solamente en la coacción momentánea de fluidos que los canales fijos de una irrigación son alcanzados. Sin embargo, Miller desesperadamente a tiempos se aferra a sus huesos, a su erección, a la infraestructura patriarcal desmoronada de su cadáver, al final hay infiltración y colapso hacia el aluvión, hacia la insuperable mega-maquina hidráulica: ‘Soy una maquina escribiente. El último tornillo ha sido puesto. La cosa fluye. No hay alejamientos entre la maquina y yo. Yo soy la máquina…’17.

***
Hablando filosóficamente, y de acuerdo con el sentido común, el flujo es calibrado en términos de una retícula fija ensamblada por espacio, tiempo y materia. El flujo desplaza la masa en el espacio sobre el tiempo de una forma estrictamente cuantificable, y es por lo tanto –como concepto- posterior al aparato de su representación. No solamente funciona el tiempo como dimensión de su descripción, sino que una priorización temporal profunda de la retícula representacional [sea esto idealizada o naturalizada] localiza el flujo como contenido empírico, mapeado entre ejes obtenidos con anticipación. El devenir está subordinado a la ley trascendental, permitiéndose ser juzgado, denigrado y condenado. Comparemos las palabras de Miller:

‘Tal vez por una fracción de segundo, experimenté la claridad absoluta en que el epiléptico, se dice, es dado al conocimiento. En ese momento perdí completamente la ilusión del espacio tiempo: el mundo desplegaba su teatro simultáneamente a través de un meridiano que no poseía ejes. En esta eternidad de gatillo sensible, sentí que todo estaba justificado, supremamente justificado; Sentí dentro de mí las guerras que había dejado atrás de esta pulpa y ruina; sentí los crímenes que bullían aquí para emerger mañana en gritones desvergonzados; sentí la miseria que se molía a sí misma con mano y mortero, la grande miseria opaca que se driblea en pañuelos sucios. En el meridiano del tiempo no hay justicia: solo se encuentra la poesía del movimiento creando la ilusión de la verdad y el drama’18.

El tiempo es aún ordinariamente pensado como flujo, pero los flujos caracterizan lo reprimido de lo pensado. El tiempo es concebido como un río, fluyendo disimétricamente del futuro hacia el pasado, es una representación controlada por un sistema defensivo, simultaneo a un patriarcado maduro nucleado en torno al ego, y correlacionado con la generación de una hidráulica utilitaria. Una diferenciación trascendente rigidiza una pareja estabilizada de sujeto/objeto o sinónimo apropiado; el primero es fijado como punto de aprehensión, el último como esencia subyacente. Esta doble de-licuefacción canaliza una sustancia homogénea cuantificable a través de un conducto rígido; el aparato transcendente del tiempo como tal y el ego, ontología dirigida como flujo. Nada de esta pomposa arquitectura monolítica puede resistir el torrente de la prosa de Miller cuando surge de la manera más despiadada desde el cero:

‘Sí, me dije a mí mismo, también amo todo lo que fluye: ríos, cañerías, lava, semen, sangre, bilis, palabras, frases. Amo el fluido amniótico cuando se riega de la bolsa. Amo al riñón con sus dolorosos cálculos biliares, su gravilla y todo eso; Amo la orina que diluvia hirviendo y el aplauso que se mantiene interminablemente; Amo las palabras de los histéricos y las frases que fluyen como disentiría para doblegar todas las imágenes enfermas del alma; Amo los grandes ríos del Amazonas y el Orinoco, donde hombres insanos como Moravagine flotan a través de sueño y leyenda en un barco abierto hasta ahogarse en las bocas ciegas del rio. Amo todo lo que fluye, hasta el flujo menstrual que se lleva toda la semilla infecunda. Amo los textos que fluyen, sean hieráticos, esotéricos, perversos, polimorfos o unilaterales. Amo todo lo que fluye, todo lo que tiene tiempo en sí y el devenir, el cual nos regresa al principio donde no hay fin: la violencia de los profetas, la obscenidad que es el éxtasis, la sabiduría del fanático, el sacerdote con su letanía de goma, las palabras infames de la puta, la baba que flota en la zanja, la leche de los pechos y la miel amarga que fluye del útero, todo lo que es fluido, fundente, disoluto y disolvente, todo el pus y la suciedad que en la fluidez es purificada, todo pierde su sentido de origen, esto efectúa el gran circuito hacia la muerte y la disolución’19.

Entre el cuerpo y las aseveraciones que lo atraviesan, no hay en verdad una relación sino una continuidad reprimida. La literatura espumea y arrebata donde sea que los cuerpos se diseminan, vomitan a sí mismos, funden entre ellos, y aquietan en el atiborrado sirope tóxico de las mareas solares. No surge de un diseño arquitectónico de un autor-dios trascendente, aprisionado a una individuación rígida, sino que se acumula negra y excremental, como una abundante hendidura al borde de los grandes flujos impersonales. ‘Observando al Sena, veo lodo y desolación’20. Si la literatura intensa muy frecuentemente parece tener un carácter autobiográfico –como con Miller-, no es principalmente porque una vida se expresa a sí misma, es más aún el asunto de una vida integrada siendo desangrada hacia la laceración de la escritura, desaliñada y condensada rítmicamente hasta ser un coagulo temporal en los flujos subterráneos de lava de la baja cultura.

‘Y cuando me muestres a un hombre que se exprese perfectamente’, escribe Miller, ‘no diré que no sea excelente, sino que diré que se me hace unatrayente’21. El describir a Miller como un escritor no se presta a darle integridad personal como aquel que escribe, sino que se da para esparcir las cenizas de su nombre en los ríos de la textualidad fluida que incordia todas las personalidades a pedazos, mientras exhiben una exuberante espuma de palabras corriente abajo, hacia el caos y la muerte. ‘Siento a este río fluyendo a través de mí’22, observa Miller en la penúltima frase del libro. Nada de esto tiene que ver con la metáfora. La metáfora solo es una temática cuando los usos literales y figurativos pueden ser distinguidos bilateralmente, cuando las funciones ortodoxas han sido zanjadas contra las corrientes de la digresión. El escribir sobre el cuerpo atravesado por ríos no es una mera metáfora, excepto cuando el cuerpo ha sido encarcelado en su solidez, y cuando sus ríos han sido degradados en acequias de drenaje. Sin importar cuantos ríos hayan sido integrados a los sistemas urbanos e industriales de cañería, todavía quedan ríos solares, ríos patológicos, ríos de sexo, locura, literatura y plaga que rehúsan adormilarse precariamente dentro de sus laderas. La palabra ‘rio’ en su uso ordinario es un instrumento de represión irrigacionista, y su aberrante incremento no es una metáfora, sino una erosión catastrófica. En cuanto persistamos como reservorios de trabajo-poder represados, preservaremos nuestra humanidad, pero los ríos fluyendo contra nosotros son un deseo irresistible a la disolución, apremiándonos hacia lo inhumano. Debajo de los regulados intercambios de palabras, aullamos y roemos nuestras extremidades encadenadas. Una impersonalidad tan en blanco e implacable como el sol que hinche debajo de nosotros, un hambre alimañada por la libertad:

‘Si soy inhumano es porque mi mundo se ha derramado sobre sus límites humanos, porque el ser humano parece ser un asunto pobre, lastimero y miserable, limitado por los sentidos, restringido por los códigos y moralidades, definido por lugares comunes e ismos’23.

La humanidad es una ficción petrificada escondiéndose del cero, un aprisionamiento purgatorial de la disolución, pero el ser afligido por la santidad, es el tumbarse en la muerte como un reptil al sol. Dios está muerto, pero inmensurablemente y más importantemente, Dios es la muerte (salvo que ‘Dios’ signifique el cabrón fascista del Occidente). El comienzo del secreto es que la muerte (=0) es inmensa.

***
Desde que nacemos nos lavan el cerebro para una conformidad dentro de la jaula, instruidos para acumular, para apuntalarnos, para temer la locura y la muerte. Atrapados en el enredo constreñido de las rutinas del lenguaje, pisamos un circuito estrecho dentro del laberinto. Se nos dice que el azar no cuidará de nosotros, y que es difícil vivir, pero el trabajo y la seriedad son los tugurios del delirio. La pila de basura de la individuación no tiene ningún valor. Lo que se denomina vida al borde periférico del patriarcado no es sino una sombría caja de mentiras. Trabajo soporífero y anestesia mezclada con vana agonía. Lo que importa con respecto al afuera de la caja no es solamente que sea el afuera de la caja, sino que sea inmenso. Lo que importa es el abismo, la sima.      

***
Quieren que le temamos en demasía a la muerte, pero podemos habitarla como una plaga, puede ser nuestro espacio, dentro de nuestra apertura violenta a la sagrada muerte nos protegeremos contra sus exterminaciones, llevados a la locura por el cero podremos amarrarnos al inframundo, comunicarnos a través de él, cocinar la ciudad celestial de ellos con nuestra plaga.

Podremos precipitarnos dentro y fuera del laberinto de una manera que no puedan comprender,

Durante la primera semana de Junio

Pasados diez minutos después de la una en la mañana del domingo

A profundidad en la cripta de la noche

Juntos con un colega navegante en la locura

Crucé la línea hacia la muerte

Que es denominada el Infierno porque la policía controla el cielo

***
Diluyendo despojos ebrios con nuestra inexistencia

Incendiados en las flamas de lo sagrado

Caminamos arduamente a través de los ennegrecidos y escaldados pantanos de los bajíos

Probando los bordes del estuario

Escurriendo el azufre de nuestras botas

Un inmenso océano de aniquilación se desplegaba ante nosotros

***
Aconteció una revolución en el Infierno

Satanás cuelga de una cuerda y se pudre

Envuelto en los aullidos de la anarquía

Afuera más allá de las estrellas

El viento helado del cero ruge sin interdicción


Notas

1. Hegel, G.W.F. (1807). Fenomenología del Espíritu (p. 123). España: Fondo de Cultura Económica.
2. Bataille, Georges (1976). Oeuvres Completes Tome VII (p. 368). Francia: Gallimard.
3. Bataille, Georges (1974). Oeuvres Completes Tome IV (p. 369). Francia: Gallimard.
4. Bataille, Georges (1970). Oeuvres Completes Tome I (p. 171). Francia: Gallimard.
5. Bataille, Georges (1970). Oeuvres Completes Tome X (p. 59). Francia: Gallimard.
6. Bataille, Georges (1985). Visions of Excess (pg. 45-52). Minneapolis: University of Minneapolis Press [nota del traductor: en el texto original de Land no aparece esta nota, se ha puesto únicamente como indicación a un artículo de la autoría de Bataille en que se expande la temática de ‘bajo materialismo’].
7. Bataille, Georges (1988). Oeuvres Completes Tome XI (p. 46). Francia: Gallimard.
8. Miller, Henry (1934). Tropic of Cancer (p. 19). Francia: Obelisk Press.
9. Op. cit., p. 82.
10. Op. cit., pg. 144-145.
11. Op. cit., p. 249.
12. Op. cit., p. 11.
13. Op. cit., p. 13.
14. Ragon, Michel (1983). The Spaces of Death: Study of Funerary Architecture, Decoration and Urbanism (pg. 10-11). Virginia: University of Virginia Press.
15. Op. cit., pg. 255-256.
16. Wittfogel, Karl August (1966). Despotismo Oriental: Estudio Comparativo del Poder Totalitario. Madrid: Ediciones Guadarrama.
17. Op. cit., p. 34.
18. Op. cit., p. 102.
19. Op. cit., pg. 258-259.
20. Op. cit., p. 70.
21. Op. cit., p. 254.
22. Op. cit., p. 318.
23. Op. cit., p. 257.

Nick Land
Traducción por: Federico Nieto
Titulo Original: Chapter VIII – Fluent Bodies [a digression on Miller]
‘The Thirst for Annihilation: Georges Bataille and Virulent Nihilism’, Routledge Press, 1992 



"Un socialismo internacional radical no sería una ideología socialista generalizada más allá de su  cultura de origen, sino un programa de  colectividad o síntesis no restringida brotando de la disolución libidinal y teórica de la totalidad nacional. Alcanzar un mundo sin naciones no haría sino garantizar el cumplimiento de todos los objetivos sociales y económicos inmediatamente poscapitalistas."

Nick Land


"Una vez que se ha abandonado comprehensivamente la economía y la historia, todo lo que sobrevive de Marx es un manojo psicológico de resentimientos y descontento, reducibles a la palabra “capitalismo” y a su uso más vago y negativo posible: el nombre de todo aquello que lastima, se burla y defrauda."

Nick Land






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