Ralph Fox

"En Inglaterra el desarrollo de la novela sufrió un súbito receso en torno a la mitad del siglo XVIII, semejando que el genio del país, el cual había florecido tan prolífica y naturalmente en la nueva forma épica, tratara de hallar de algún modo otras vías. Efectivamente, el sentimentalismo de Goldsmith y el romanticismo artificial de Walpole aminoraban dolorosamente los logros atribuidos a Smollett, Fielding y Sterne. La pasión por la vida que afloraba en la nueva burguesía buscaba su natural expresión en el movimiento religioso iniciado por John Wesley, mientras que la aristocracia sometida al yugo del comercio posó su mirada en la intelectualidad francesa o en las felicidades morales que prometían los rapsodas del fin de siglo. Gran parte de nuestro genio nacional se esparció, afortunadamente por todo el país, entre los políticos durante el convulso período de la Revolución Americana y después de la misma.
¿Qué había sucedido? La primera mitad de la centuria había deparado un movimiento literario únicamente aventajado en nuestra historia por los elizabethianos y, seguidamente, la segunda mitad trajo el estancamiento y el declive. Al comienzo del siglo dieciochesco no cupo temor a la hora de examinar al hombre tal como lo había creado la nueva sociedad burguesa, aunque esta sociedad no siempre hubiera estado particularmente satisfecha con los avatares de su criatura y, de hecho, los poetas, satíricos y novelistas habían grabado fielmente su semblanza, solapada ahora por un innato temor hacia el hombre venidero, al que casi habían llegado a odiar. La faz de un ser cruel, alegre, lujurioso, en pugna con la vida, de una criatura pecaminosa que necesitara el lenitivo de la salvación. ¿Dónde hallar el recóndito secreto de este crepúsculo de la gracia?"

Ralph Winston Fox
La novela y el pueblo


"Era uno de aquellos en quienes de inmediato alguien reconoce algo demoníaco que los distingue de los otros hombres, una energía del alma que les guía a través de las vicisitudes de la vida hacia un ineludible y magnificente epílogo. Durante un largo tiempo me pregunté acerca de esa extraña aureola que advertía en él, ya que no se trataba con toda seguridad de la sed de la gloria, del poder o de la belleza, o de Dios mismo, o de cualquiera de esos pensamientos en torno a los cuales meditamos de inicio. Sobre esta época, pienso, descubrí la solución a la incógnita y ésta no era otra que el hecho de que era un amante, un héroe del amor. Uno de esos raros y legendarios personajes del estilo de Cleopatra, Aspasia o Don Juan.
A última hora de la tarde llegamos a Jussali, donde nosotros confiábamos encontrarnos con Yaganov en medio de la tumultuosa y variopinta multitud que se daba cita en la estación. La mayor parte de ellos eran kirguisios y apenas vimos rusos, a excepción de los funcionarios ferroviarios. Así que aguardé junto a nuestro equipaje mientras Ilyusha iba a preguntar. Los ferroviarios, al igual que todos los funcionarios rusos, se esforzaban por evitar responder a las preguntas, mostrándose inusualmente ocupados. Los kirguisios negaban abruptamente con sus cabezas ante las inquisiciones de Ilyusha, no comprendiendo sus cuitas, hasta que aquél, inspirado, se fijó en un kazajo que permanecía cerca de nosotros y le preguntó estruendosamente varias veces si Pietka estaba allí -Pietka es el nombre que los nómadas le daban a Yaganov. Al final el kazajo comprendió e irrumpió entre los volubles kirguisios hasta que se acercaron a él otros de sus paisanos, atraídos por la mágica palabra «Pietka» y en un ruso bastante tosco nos contó que, efectivamente, nuestro amigo estaba allí, aguardando nuestra llegada en un tren de descarga de la línea del Norte hasta que la expresa fuera totalmente despejada.
Era un hombre muy famoso entre aquella turba de bárbaros que rondaría las doscientas mil almas. Nos ayudaron cortésmente con todos nuestros enseres, felices de poder servir a los amigos de Pietochka y, justo cuando las sombras de la oscuridad se cernían febrilmente sobre la estación, llegamos al vagón final del tren de descarga."

Ralph Fox
Gente de las estepas










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