Sven Elvestad

"Así, una vez más se confirma que un gran hotel es un mundo en sí mismo, y en ese mundo es como el gran mundo restante. En él los huéspedes se entretienen en su despreocupada y ligera existencia veraniega, sin sospechar qué extraños misterios se mueven en medio de ellos."

Sven Elvestad
La muerte entra en el hotel



"Harald Vik vio cómo el rostro descolorido del viejo ceniciento susurraba:
"El arma, la pistola-está en la cabina".
El desconocido tenía un aspecto alto y enjuto. Se acercó en apenas dos pasos. En un principio, estaba bastante molesto, pero parecía a punto de darse cuenta de con quién estaba tratando.
El anciano Harald Vik se retiraron lentamente, paso a paso, con los ojos fijos en el extranjero, que sostenía el arma en su mano alzada.
"Sigue", dijo el noruego. "Pronto nos encontraremos en el borde, entonces deberemos caer o rendirnos".
"Gracias a Dios"-murmuró el anciano-.
"¿Has dicho ´Gracias a Dios´?
"Sí, gracias a Dios, porque él nos está guiando".
"Pero eso es justo lo peor que podría suceder".
"No es lo peor. Ha visto nuestro escondite".
"Sí. Nos vio a los dos salir de allí".
"Debe morir-susurró el anciano con voz ronca-.
En sus ojos brilló el fuego del estremecimiento.
"Dese por muerto"-exclamó de pronto el desconocido, ladeando el revólver.
Los dos habían llegado al borde de la azotea, y el extraño estaba a apenas cinco pasos de ellos. Se acercaba más y más."

Sven Elvestad
La estrella negra



"Krag había tenido suficiente tiempo para pensar acerca de aquellos extraños acontecimientos. Nada le molestaba. En la oscuridad no podía ver ni oír nada.
¿Por qué un viaje sólo de ida?-se preguntó a sí mismo, pensando en la carta con dinero que había recibido el letrado Davidsen desde Moss. Tal vez fuera el objetivo.
Desde que hubiera abandonado el Hotel Continental, Krag se dio cuenta de dos circunstancias dignas de asombro.
En primer lugar, la foma cómo el conductor del vehículo había escapado de sus dos perseguidores, Ovesen y Davidsen. Sin consultar siquiera a su pasajero, que había organizado el evento en el hermoso patio. Eso demuestra que tenía unas instrucciones específicas que cumplir, y que la persona, o personas, que le habían dado esas órdenes habían sido muy claros en relación a la amenaza de la persecución. Por otro lado, sin embargo, el carácter confidencial del chófer había demostrado que no era un secuestro o una situación forzada. Al contrario, en contra de la intervención policial, había buscado refugio. ¿Fueron los conocimientos y los consentimientos de los otros dos la causa? ¿Y la mística que envolvía todo el asunto? Krag sólo podía concluir que el conductor no lo sabía, pero pensaba que era Josh. ¿A quién pertenecía el auto, y bajo qué órdenes conducía el chófer?
A medida que pasaba el tiempo, y no sucedía nada, Krag se replegó cómodamente en el coche, y se fumó un cigarrillo. Metió la mano en el bolsillo de su chaqueta y encontró su revólver. Se rió al pensar lo absurdo de un secuestro. Desde donde estaba sentado, podía apuntar con la pistola y tomar luego el volante. No se sentía impotente. ¿Sería todo tan pacífico y amable? ¡Imposible! El horror en relación a las cartas era demasiado incomprensible."

Sven Elvestad también escribió con el alias Kristian F. Biller y Stein Riverton
El cuarto hombre


"Todos aguardaban ansiosamente el regreso del antiguo caballero. Bengt estaba confuso y miró hacia los tres de espadas. Asbjorn Krag le acribillaba con aquella fabulosa mirada.
Krag, de forma inadvertida para los demás, empujó su silla hacia un lugar próximo a Aekerholms.
Finalmente, regresó el entusiasmo que maldecía al silencio. "Miren hacia aquí, señores"-gritó desde la puerta-"A esto le llamo yo un arma de fuego". Y les mostró un revólver recortado de dos cañones a la antigua usanza.
En tono de broma, señaló sucesivamente a los tres hombres. Asbjorn Krag, que estaba sentado a su lado, mantuvo la boca de la pistola negra en dirección a su rostro, justo por debajo de la nariz.
"La ha cargado"-gritó el anciano- y se rió. "Tenga cuidado, o podría afeitarse las cejas. Esa herramienta es muy sutil."
Krag dejó escapar uno de los revólveres, que cayó al suelo con cierto desprecio. Luego se fue de nuevo hacia la puerta. Volvió a disparar desde la habitación de al lado.
Ahora, la habitación estaba totalmente llena de pólvora. Pero el viejo parecía disfrutar del sabor del olor amargo. Cabeza en alto, se acercó a Asbjorn Krag, con el fin de obtener el reconocimiento de su gran disparo.
Krag se sentó en silencio sin apenas tocar la silla. Le pidió a Aekerholm que le mostrara la pistola. Éste se la entregó.
El detective, pensativo, la sopesaba en la mano, al parecer sin leer con interés la inscripción del mango, pero luego dijo de pronto, mirando a Aekerholm:
"Bueno, ¿para qué ha usado este arma?"
Estas palabras actuaron como un puñal en el ánimo del anciano. Con los ojos muy abiertos y aterrorizados miraba al detective, y exclamó:
"¿Qué... qué... qué está diciendo?"
Krag dijo con indiferencia:
"¿Qué estoy diciendo?" Nada en especial. Así que ésa es su arma de fuego, quería decir. Dispara bien."
El anciano guardó silencio. Alrededor de medio minuto, miró inquisitivamente a Krag. Y cuando por fin se sentó en su sillón, el viejo rostro tenía una extraña expresión, entre el asombro y la desolación."

Sven Elvestad
La habitación misteriosa







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