Anne-Marie Garat

"Aquí o allá, a escalas de magnitud y distancia variables, en ese tiempo rápido y lento de la noche que ha invadido la ciudad y la campiña, estas indecisas siluetas y otras muchas se agitan, van y vienen, duermen o velan, especulan y esperan, o lo fingen, aman, odian, maldicen y adoran temibles objetos, arrobadores o funestos, movidas por la pasión, los tormentos, el rabioso deseo de poseer, de dar, el orgullo, la codicia, pobladas por temibles secretos y deseos iluminadores, rodeadas de los fantasmas que su memoria encarna. Son vivas y reales, tanto como la realidad de los sueños, de las novelas, y si hay un vínculo entre ellas, si sus trayectorias se cruzan ya, se imantan como la atracción fatal de los corpúsculos que van de un lado a otro bajo el microscopio, o de los astros lejanos que parpadean en el cielo de esta noche, no lo saben aún, arrastradas por el instante, cada cual sobre las enigmáticas vías de su destino. ¿Qué es entonces su encuentro? ¿El accidente deslumbrador de las colisiones o la lenta, muy lenta aproximación? ¿Qué reserva el azar o la necesidad de las historias?"

Anne-Marie Garat
En las manos del diablo


"Desde que tenía uso de razón, ella leía libros franceses, sentada en su silla, a la sombra del árbol del mango en el jardín. Inclinaba su busto hacia el libro abierto sobre sus rodillas para captar la luz blanca que reverberaba en sus páginas, acariciando con devoción el susurro de la voz interior. Dibujaba en el territorio franco y libre el mapa mental de un país civilizado poblado con ruinas antiguas, palacios renacentistas, catedrales, extravagantes puentes y jardines bien cuidados entre románticos Alpes. La lectura era un exquisito mosaico sin sentido que persiste y se entrelaza tras el exilio onírico de la noche."

Anne-Marie Garat
Merle


"Durante aquellos días, la nieve había vuelto. Esta vez lo había borrado todo, cubierto todo. Cierta mañana, se acabaron las formas, se acabaron los ruidos. El mariposeo monótono velaba la luz, y la tierra desapareció, la grava de la avenida y, luego, los bojes se convirtieron en un túmulo blanco. A mediodía nevaba aún, los grandes cedros estaban enmantelados por completo de blanco, se acabaron los muros del jardín, se acabó el vergel. Seguía cayendo a las cuatro; tocaban el piano en el saloncillo y ya no había jardín, ni cajas de naranjas, no había prado, sólo un mar inmóvil de blancura perdido en la nube hormigueante (...) Eso convertía la casa en una isla, sitiada por toda aquella blancura, algo opresiva de languidez y belleza, tan alejada de las ciudades y los pueblos que parecía derivar insensiblemente hacia otros lugares más profundos del espacio, largadas las amarras como un gran paquebote flotando en la nube opaca."

Anne-Marie Garat
En las manos del diablo


"Escribió su carta en un espacio y tiempo lejano. La dedicatoria era una silueta o sombra desconocida que manifestaba particularmente un estado de ánimo intimidante e inaccesible que desfiguraba la futilidad del amor. Carecía ya de importancia el artificio ingenioso que afecta a la sinceridad natural de la ficción en cuanto a la elección de palabras, elocuencia y retórica. La palabra no aventura discursos ni finge espontaneidad, pero una vez desnuda, sin adornos ni vestimenta, se articula en una melodía improvisada que indulta con lágrimas de gratitud la prosaica vergüenza del tiempo presente, dándole olor, sabor y color."

Anne-Marie Garat
El infante oscuro









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