Cyrano de Bergerac

"Al abrir la caja encontré no sé qué metal parecido a nuestros relojes, lleno de no sé qué resortes y máquinas imperceptibles. Es verdaderamente un libro, pero un libro maravilloso que no tiene hojas ni caracteres; finalmente, es un libro donde para aprender, los ojos son inútiles; se necesitan las orejas. Cuando uno desea oír, tensa con gran cantidad de pequeños nervios esta máquina; después coloca la aguja sobre el capítulo que desea escuchar, al mismo tiempo que de ella salen, como de la boca de un hombre o un instrumento de música, todos los sones distintos y diferentes que sirven, entre los lunáticos importantes, para expresar el lenguaje."

Cyrano de Bergerac
Historia cómica de los estados e imperios de la luna


"Al día siguiente, en cuanto me desperté, fui a buscar a mi antagonista para hacerle levantar. «Es tan gran milagro -le dije yo- encontrar a un espíritu como el vuestro, tan genial, sumergido en el sueño, como ver el fuego sin acción». Él se molestó por esta torpe cortesía. «¿Es que no os arrepentiréis nunca -me dijo él con una cólera apasionada y a la vez cariñosa-, es que no os arrepentiréis nunca de usar esas palabras fantásticas? Sabed, pues, que tales vocablos ultrajan el nombre de filósofo, y que así como el sabio no ve nada en el mundo que no conciba, o que no crea poder concebir, debe rechazar todas esas expresiones de prodigios y milagros de la Naturaleza que han inventado los estúpidos para disculpar las debilidades de su inteligencia»."

Savinien Cyrano de Bergerac
Historia cómica de los estados e imperios de la luna



Amada Roxana

Anoche, para espantar los demonios que taladraban mi cabeza, leí la primera carta que os envié. Fue un día antes de vuestro cumpleaños y recordé que mañana, justamente mañana, cumpliremos un aniversario más en nuestras vidas. Pero mañana ha de ser otro día, yo quiero, como en esa carta y para revivirla, hablaros de esta noche, cuando la luna me acompaña para deciros muchas cosas. Por ejemplo, cómo os atrevisteis a juntar los deditos de vuestros pies con los míos, buscando unir nuestras rodillas argumentando que pegaba el frío y que debía yo arroparte con mis besos. Vi el amor en vuestro rostro y entonces fuisteis mía, como lo eres hoy y lo seréis siempre… ¿Sabes? Os confieso que cuando me mirabais, así, como lo estás haciendo en este instante, se me agotaba la vida, desvaneciendo distancias. Se me antojaba, como en este instante, quereros mucho más, y leeros en silencio algunos poemas de amor. Esta noche me gustaría pasear con vos, y aunque resuene a perogrullada, hacerlo descalzo, sobre la arena mojada. Quizás os resulte obvio, pero es que no puedo ser de otra manera. Soy un libro abierto, sin escondrijos; lo sabéis muy bien. Nada oculto. Miles de amantes trotaron las playas del Mediterráneo sin zapatos por la arena, pues bien, también yo deseo hacerlo y… como no seremos los primeros, seguro que nadie lo notará. Esta noche me sentaré a vuestro lado sin deciros nada. Mejor, me sentaré en cuclillas frente a vos. Lo haré para que extendáis las manos y palméis los surcos horadados en la piel por los labriegos de la experiencia. Sé que lo haréis con los ojos cerrados, porque decís que así podéis palparme en cualquier momento. Me sentaré entonces frente a vos, como tantas veces en la góndola. Esta noche desearía… ¡No sé!, tal vez ir con vos a ver una obra de teatro. Una pieza clásica, de esas que he aprendido de memoria. Si estuviese en cartelera, me gustaría ver “Cyrano de Bergerac”, porque cuando mi epónimo recite sus versos, en realidad seré yo quien os hable al oído, quien os diga, por ejemplo: “Yo os quiero, yo me ahogo, yo sediento estoy de tu hermosura… ¡Yo te amo! No puedo más; deliro, desfallezco, que me entero me robaste el albedrío… Tu nombre está en mi corazón, bien mío, como en un cascabel!… y me enajena, y como de continuo me estremezco, constantemente el cascabel se agita, constantemente el dulce nombre suena. Todo lo que fue tuyo, de algún modo lo recuerdo, mi bien, pues lo amé todo. Diréis como la Roxana de la obra: Esto es amor… yo responderé: ¡Oh, sí! Este sentimiento, triste y reconcentrado, del amor más violento tiene todo el furor desesperado… Y en verdad os diría tantas otras cosas para hacer mío (aún más) el libreto de Rostand . Todo eso me gustaría hacerlo esta noche, para que mañana, en nuestro aniversario, sintieseis cómo os lacera mi amor. Siempre suyo.

Savinien Cyrano de Bergerac


"Atravesando que hube según el cálculo que hice después, mucho más de los tres cuartos del camino que separa la tierra de la Luna, me vi de golpe cayendo patas arriba sin haber dado yo voltereta ninguna. Cosa que no habría advertido si no hubiera sentido la cabeza cargada con el peso del cuerpo. Bien comprendí que de verdad no caía hacia nuestro mundo, pues, aun encontrándome entre dos lunas y viendo claramente que me alejaba de una a medida que me acercaba a la otra, estaba bien seguro de que la más grande era nuestra tierra, ya que al cabo de uno o dos días de viaje, habiendo las lejanas retracciones del sol difuminado las diferencias de cuerpos y paisajes, no se me pareció sino como un gran disco de oro igual que la otra. Esto me hizo pensar que descendía hacia la Luna, y me confirmé en esta opinión cuando me vino a la memoria que no había empezado a caer sino después de tres cuartos de camino. «Pues –me decía yo–, siendo esta masa más pequeña que la nuestra, la esfera de su actividad tiene que ser también menos amplia y por eso he sentido más tarde la fuerza de su centro»."

Hercule-Savinien de Cyrano de Bergerac más conocido como Cyrano de Bergerac
Historia cómica de los estados e imperios de la luna


"El amor es la pasión por la dicha del otro."

 Hercule-Savinien de Cyrano de Bergerac



"El cohete está formado por varias etapas, que se queman sucesivamente hasta situar en órbita la cápsula tripulada."

Cyrano de Bergerac
Tomada del libro Viajes inexplicables de Chris Aubeck y Jesús Callejo, página 191



"Empecé a dormirme a la sombra, cuando advertí en el aire un pájaro maravilloso que planeaba sobre mi cabeza. Se sustentaba con un movimiento tan ligero e imperceptible, que dudé muchas veces si no se trataba de un pequeño universo balanceado por su propio centro. Descendió, sin embargo, poco a poco, y al fin llegó tan cerca de mí, que mis ojos solazados quedaron por completo llenos de su imagen. Su cola parecía verde; su estómago, de azul esmaltado; sus alas, encarnadas; y su cabeza de púrpura hacía brillar, al agitarse, una corona de oro cuyos rayos brotaban de sus ojos. Voló durante mucho tiempo en la nube, y yo estaba tan atento a cuanto ocurría, que mi alma se había replegado y como encogido, entregada a la sola operación de ver y apenas a la de oír, para hacerme escuchar que el pájaro hablaba mientras cantaba. Así, poco a poco salido de mi éxtasis, distinguí de manera clara las sílabas, las palabras y el discurso que articuló. He aquí, pues, de la mejor manera que recuerdo, los términos con los que tejió su canción: »”Sois extranjero —silbó el ave muy agradablemente— y nacisteis en un Mundo del que yo soy originario. Pues bien, esta propensión secreta que nos impele a conmovernos ante nuestros compatriotas es el instinto que me empuja a querer que sepáis mi vida… »”Veo que estáis ansioso de saber quién soy. Entre vosotros soy llamado Fénix. En cada Mundo sólo hay uno a la vez, que habita en él por espacio de cien años, pues, al cabo de un siglo, cuando en alguna montaña de Arabia ha puesto un gran huevo en medio de los carbones de su hoguera, para la que ha elegido ramas áloe, de canela y de incienso, se eleva y dirige su vuelo al Sol, como la patria a la que su corazón ha aspirado por largo tiempo. Previamente, ha realizado bien todos sus esfuerzos para este viaje, pero la pesadez de su huevo, cuya cáscara es tan espesa que se necesita un siglo para empollarlo, retrasa siempre la empresa. »”Pienso que tendréis dificultades para concebir esta milagrosa producción, y por eso deseo explicárosla. El Fénix es hermafrodita, pero entre los hermafroditas hay aún otro Fénix muy extraordinario, pues…”. »Se quedó la mitad de un cuarto de hora sin hablar y luego añadió: »”Veo que sospecháis que hay falsedad en lo que acabo de deciros, pero si no digo la verdad, que jamás vuelva a vuestro Globo y que un águila caiga sobre mí”."

Cyrano de Bergerac
Tomada del libro Las Moradas Filosofales de Fulcanelli, página 404



"Era una llana campiña tan abierta que mi vista, alcanzando el máximo, no hallaba en ella ni un solo matorral. Y, sin embargo, al despertarme, me encontré bajo un árbol a cuyo lado los más elevados cedros parecerían hierba. Su tronco era de oro macizo, sus ramas, de plata, y sus hojas, de esmeraldas que sobre el brillante verdor de su preciosa superficie representaban, como en un espejo, las imágenes de la fruta que colgaba alrededor. Mas ¡juzgad si el fruto tendría que envidiar a las hojas! El escarlata inflamado de un grueso carbunclo componía la mitad de cada uno, y el otro variaba entre una crisolita o un fragmento de ámbar dorado. Las flores abiertas eran rosas de diamante muy anchas, y las yemas, gruesas perlas en forma de pera."

Cyrano de Bergerac
Tomada del libro Las Moradas Filosofales de Fulcanelli


"Estas llamas incombustibles nos servirán mejor que vuestros enjambres de gusanos. Son rayos del Sol que he purgado de su calor, o de lo contrario, las cualidades corrosivas de su fuego hubieran herido vuestra vista deslumbrándola. Yo he fijado su luz y la he encerrado dentro de estas botas transparentes que sostengo. Esto no debe despertaros gran admiración, pues no me resulta más difícil, a mí que he nacido en el Sol, condensar los rayos que son la polvareda de aquel mundo, que a vosotros amasar el polvo o los átomos, que son la tierra pulverizada de éste."

Cyrano de Bergerac
Tomada del libro Las Moradas Filosofales de Fulcanelli


"No habéis olvidado, creo, que me llamo Helías, pues no hace mucho os lo he dicho. Sabréis, pues, que estaba en vuestro mundo y que habitaba con Eliseo, hebreo como yo, en las agradables márgenes del Jordán donde llevaba, entre los libros, una vida lo bastante tranquila como para echarla de menos, por más que transcurriera. Sin embargo, cuanto más crecían las luces de mi espíritu, más crecía también el conocimiento de aquéllas de las que carecía. Jamás nuestros sacerdotes me hablaban de Adán sin que el recuerdo de aquella Filosofía perfecta que había poseído, no me hiciera suspirar. Desesperaba de poder adquirirla cuando un día, después de haber sacrificado por la expiación de las debilidades de mi ser mortal, me dormí y el ángel del Señor se me apareció en sueños. Tan pronto como fui despertado, me apresuré a trabajar en las cosas que me había prescrito: tomé unos dos pies cuadrados de imán y lo metí en un horno; después, cuando estuvo bien purgado, precipitado y disuelto, extraje de él el atractivo; calciné todo este elixir y lo reduje al grosor, más o menos, de una bala mediana».
«Tras estas preparaciones, hice construir un carruaje de hierro muy ligero, y al cabo de algunos meses, concluidos todos mis ingenios monté en mi industriosa carreta. Acaso me preguntéis para qué todos esos pertrechos. Sabed que el ángel me había dicho en sueños que si yo deseaba adquirir una ciencia perfecta como deseaba, ascendiera al mundo de la Luna, donde hallaría ante el Paraíso de Adán el Árbol de la Ciencia porque en cuanto hubiera probado su fruto, mi alma se vería esclarecida por todas las verdades de que una criatura es capaz. He aquí, pues, el viaje para el que había yo construido mi carruaje. Por fin, monté en él y cuando estuve bien firme y bien apoyado en el sitio, arrojé muy alto en el aire esta bola de imán. Pues bien, la máquina de hierro que yo había forjado a propósito más maciza en la mitad que en las extremidades fue rápidamente arrebatada y, en un perfecto equilibrio, a medida que llegaba yo a donde el imán me había atraído, y cuando había saltado hasta allí, mi mano lo lanzaba más lejos… En verdad, era un espectáculo bien sorprendente de ver, pues el acero de aquella casa volante que yo había pulido con mucho cuidado reflejaba por todos sus lados la luz del sol tan viva y brillante que creía que yo mismo era llevado en una carreta de fuego… Cuando, luego, he reflexionado acerca de este despegue milagroso, he imaginado que no hubiera podido vencer, por las virtudes ocultas de un simple cuerpo natural, la vigilancia del serafín que Dios ha ordenado para la custodia de este paraíso. Mas porque gusta de servirse de causas segundas, creí que me había inspirado este medio para penetrar en él, como quiso servirse de la costilla de Adán para hacerle una mujer, aunque hubiera podido formarla de tierra igual que a él."

Cyrano de Bergerac
Tomada del libro Las Moradas Filosofales de Fulcanelli


"No recuerdo si le hablé primero o si fue él quien me interrogó, pero tengo la memoria muy fresca, como si aún lo escuchara, de que me habló durante tres largas horas en una lengua que estoy seguro de no haber oído jamás, y que no tiene la menor relación con ninguna de este mundo, pero yo la comprendí más rápida y más inteligiblemente que la de mi nodriza. Me explicó, cuando inquirí acerca de algo tan maravilloso, que en las ciencias había una Verdad fuera de la que siempre se está alejado de lo fácil, y que cuanto más un idioma se alejaba de esa Verdad, más se hallaba por debajo de la concepción y resultaba de menos fácil inteligencia. “Igualmente —continuó— en la música, esa Verdad no se encuentra jamás hasta que el alma, de pronto transportada, se dirige a ella ciegamente. Nosotros no la vemos, pero sentimos que la Naturaleza la ve, y sin poder comprender de qué forma nos vemos absorbidos, quedamos cautivados y no sabríamos señalar dónde está. Lo mismo pasa con las lenguas. Quien dé con esa verdad de letras, de palabras y de frases jamás puede, al expresares, caer por debajo de su concepción; siempre habla igual a su pensamiento y es por no poseer el conocimiento de ese idioma perfecto por lo que os quedáis corto, sin conocer el orden ni las palabras que puedan expresar lo que imagináis.” Yo le dije que el primer hombre de nuestro mundo se había servido, indudablemente, de esa lengua, porque cada nombre que impuso a las cosas declaraba su esencia. Me interrumpió y continuó: “No es simplemente necesaria esa lengua para expresar todo lo que el espíritu concibe, sino que, sin ella, no se puede ser comprendido por todos. Como este idioma es el instinto o la voz de la naturaleza, debe ser inteligible a todo lo que vive y compete a la Naturaleza. Por eso, si la conocierais, podríais comunicaros y discurrir sobre todos vuestros pensamientos con las bestias, y las bestias con los de los suyos, ya que es el lenguaje mismo de la Naturaleza, por el que ella se hace comprender de todos los animales. Que la facilidad, pues, con que comprendéis el sentido de una lengua que jamás sonó a nuestro oído ya no os sorprenda más. Cuando hablo, vuestra alma vuelve a hallar, en cada una de mis palabras, esa Verdad que ella busca a tientas, y aunque su razón no la comprenda, tiene en sí a Naturaleza, que no puede dejar de comprenderla.”

Cyrano de Bergerac
Tomada del libro Las Moradas Filosofales de Fulcanelli


"Para ser una persona tan bella como Alcidiane, sin duda os sería necesaria una morada inaccesible, como a esta heroína; pues ya que a aquélla de la novela no se la encontraba más que por casualidad y que, sin un azar parecido, no se puede acceder a vuestra casa, creo que, tras mi partida, vuestras gracias han transportado como por encanto la provincia donde tuve el honor de veros. Quiero deciros, señora, que vuestra tierra se ha convertido en una segunda Isla Flotante que el furiosísimo viento de mis suspiros empuja y hace retroceder ante mí a medida que trato de acercarme. Mis cartas, llenas de sumisiones y de respetos, a pesar del arte y la rutina de los mensajeros mejor instruidos, no hubieran sabido llegar hasta allí; de nada me sirven las alabanzas que publican: las hacen volar por todas partes y no os pueden encontrar; creo incluso que si, como por capricho del azar o de la fama, que suele encargarse muy a menudo de todo lo que se dirige a vos, alguna cayese del cielo en vuestra chimenea, sería capaz de hacer que vuestro castillo se desvaneciera. A fe mía, señora, que casi tengo por cierto, tras aventuras tan sorprendentes, que vuestro condado ha cambiado su clima con el país que le es antípoda; y temo que, buscándolo en la carta, no lo encuentre con la facilidad que encontraría el extremo del Septentrión, pues es una tierra a donde los hielos impiden llegar.
Ah, señora; el Sol, al que os parecéis y a quien el orden del universo no deja un punto de reposo, se ha fijado bien en los cielos para alumbrar una victoria allí donde antes casi no había interés: deteneos para iluminar a la más bella[24] entre las vuestras. La razón de mi queja (para que no hagáis desaparecer más este palacio encantado donde os hablo cada día en espíritu) reside en que mi conversación muda y discreta jamás os hará escuchar otra cosa que votos, homenajes y adoraciones. Sabéis que mis cartas no contienen nada que pueda resultaros suspicaz. ¿Por qué, entonces, teméis que converse sobre algo de lo que jamás os hablé? ¡Oh, señora! Si me está permitido revelar mis sospechas, creo que me negáis que pueda veros para evitar comunicar otra vez un milagro a un profano: mas sabéis que la conversión de un incrédulo como yo (una cualidad que antaño me reprochasteis) exigiría que os viese más de una vez. Sed, pues, accesible a los testimonios de veneración que deseo rendiros.
¿Sois consciente de que los dioses reciben favorablemente el humo del incienso que quemamos para ellos aquí abajo y faltaríamos a su gloria si no fueran adorados? No neguéis vuestro ser; porque si todos vuestros atributos son adorables, ya que eminentemente poseéis los dos principales, la sabiduría y la belleza, me haríais cometer un crimen impidiéndome adorar en vuestra persona el divino carácter que los dioses imprimieron; yo, que principalmente soy y seré toda mi vida, señora, vuestro más humilde y más apasionado servidor."

Savinien Cyrano de Bergerac
Cartas de amor


"Porque realmente no podéis imaginar los favores que el Sol hace y dispensa a todos vuestros pequeños globos. Sólo este vallezuelo reparte tan gran número de bienes por todo el Universo que sin ellos no podríais vivir ni ver la luz del día. Me parece que aunque sólo hubieseis visto esta región del Sol era ya suficiente para sentiros obligado a declarar que este astro es vuestro padre y el autor de todas las cosas.
Como estos cinco ríos vienen a desembocar dentro del lago, no corren más que quince o dieciséis horas, y a pesar de ello, al llegar aquí parecen tan cansados que ya apenas pueden moverse, y demuestran su cansancio de muy distinta manera. Así, el río de la Vista se estrecha a medida que se acerca al estanque del Sueño; el del Oído, en su desembocadura se confunde, se desvía y pierde su cauce; el del Olfato canta con un murmullo semejante al que produce un hombre cuando ronca; el del Gusto, desazonado por el camino, se hace completamente insípido; y el del Tacto, antes tan poderoso que nutría a todos sus compañeros, ahora se reduce a esconderse en su morada. Por su parte, la ninfa de la Paz, que vive en medio del Lago, recibe a sus huéspedes con los brazos abiertos, los acuesta en su cama y los arrulla con tanta delicadeza que, para que se duerman, ella misma se encarga cuidadosamente de mecerlos. Después que se han confundido de esta manera con tan dilatado lago, se ve que por la otra orilla de éste salen, dividiéndose en cinco riachuelos que al salir vuelven a recibir los mismos nombres que habían dejado al entrar. Pero los más rápidos en partir y los que parecen arrastrar a sus compañeros para ponerse en camino son el del Oído y el del Tacto; los otros esperan a que éstos los despierten, y especialmente lo hace así el del Gusto, que siempre se queda detrás de todos.
La negra concavidad de una gruta se aboveda por encima del lago del Sueño. Muchas tortugas, con pasos muy lentos, se pasean por sus orillas; muchas flores de adormidera comunican al agua, con mirarse en ella, la virtud de adormecer; hasta se ven muchas marmotas, que llegan desde más de cincuenta leguas hasta el lago, para beber en él; y el rizadillo de la ola es tan encantador que parece que roce con cuidado las piedras y mesuradamente intente componer una música adormecedora.
El sabio Campanella creyó sin duda que iban a alcanzarme los efectos de estas aguas, por lo cual me aconsejó que apresurase el paso. Yo le hubiese obedecido; pero los encantos del agua me habían envuelto de tal modo la razón que casi no me quedó la suficiente para entender sus últimas palabras, que fueron: «Dormid, pues, dormid; os dejo, porque los sueños que se tienen aquí son tan perfectos que algún día estaréis muy contento de poder recordar el que ahora vais a tener. Yo, sin embargo, pienso distraerme visitando algunas maravillas de este lugar, y luego volveré a buscaros». Creo que no me dijo nada más; o si no fue así, los vapores del sueño me habían ya puesto en trance de no poderle escuchar.
Estaba yo soñando el más sabio y bien ordenado sueño del mundo, cuando vino mi filósofo a despertarme. Ya os contaré yo lo que soñé, cuando mi relato no interrumpa el hilo de mi discurso, pues es muy interesante que lo sepáis para que conozcáis con cuánta libertad obra el espíritu de los habitantes del Sol mientras el sueño cautiva sus sentidos."

Savinien Cyrano de Bergerac
Historia cómica de los estados e imperios del sol


“Un hombre honesto no es ni francés, ni alemán, ni español, es Ciudadano del Mundo, y su patria está en todas partes.”

Cyrano de Bergerac
















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