Émile Gaboriau

"Louis von Clameran, de gélido carácter, bajo un exterior frío, indiferente, ocultaba las más salvajes pasiones. Ya en su primera juventud, sus pensamientos se concitaban como jardines salvajes, sufría una profunda ansia de libertad, riqueza, y placer sin límites.
Amaba a su padre, pero odiaba a su hermano, amparado por la inutilidad del Marqués, y sin saberlo, sentía quizás envidia y celos. El marqués había mostrado su preferencia por el hijo mayor de su padre, futuro heredero del excelso patrimonio.
A pesar de que Gastón hacía acopio de las cualidades suficientes para granjearse el afecto de su hermano, su odio se mantuvo perenne, ocultando astutamente sus verdaderos sentimientos fraternales ante la presencia del padre.
Sin embargo, los funcionarios siempre aceraba sus ojos a causa de los errores humanos, por lo que la inquina del menor en contra de su hermano mayor, se mantuvo en la más estricta y recóndita intimidad. Cuando el corcel de Gastón cayó a sus pies, sus enemigos no creyeron que se hubiera debido a un fatal accidente, sino a una manifiesta mala intención. Especialmente se indignó la novia, acostumbrada a las hazañas en la equitación de su pareja y que presenció cómo caía por mal camino. El viejo ayuda de cámara habló positivamente del fratricidio. Antón no tenía miedo alguno de decirle al joven conde. "Es muy extraño que un jinete tan hábil tenga la desgracia de caer, dependiendo su felicidad del infausto mal acaecido a su hermano."
Louis se indignó ante la audacia de esa afirmación-y se ocupó de castigar al viejo criado con un látigo- y habría continuado, de no ser por la noticia de que Gastón había huido al Ródano para caer en las manos de sus perseguidores. Los siervos se quedaron sorprendidos y nadie tuvo el valor de comunicar estas pésimas noticias al Marqués...
Louis estaba entumecido. No negó el terrible final de su hermano, mientras un pensamiento se abría paso con fuerza: "Ahora yo soy el único y legítimo heredero" ¡Sus ojos brillaron de satisfacción! Nadie quería comprometerse ante el anciano. "Gastón había elegido entre el honor y la vida. ¡Debería ser él el muerto!
El marqués, ante la vorágine, se había derrumbado sin emitir un sólo sonido, había caído como un rayo sobre un fecundo roble.
Sin verter lágrimas, Louis se situó ante el lecho mortuorio de su padre.
Ahora, él era el Señor."

Émile Gaboriau
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"Sí, la compañía de la señorita Lavarande era absurda. En el estado actual de las cosas, visitar al Sr. Dave Galpin sólo era posible, esgrimiendo las armas con las que pudiera derrocar a Jacques.
¿Pero quién más tenía la culpa? Los Señores Chandoré y Folgat. ¿Acaso no habían cometido la indiscreción imperdonable de enviar a la manada de siervos, con la supuesta intención de que Sénechal estaría de regreso para el almuerzo, y de que no sería necesario custodiarle? ¿Por qué se preocupaba? La marquesa de Boiscoran y la señorita Denisse, madre y novia de Jacques, habían dicho eso.
Aunque al principio los dos infortunados habían mantenido una cierta frialdad, cada uno trataba de dar ejemplo de valor y confianza. Pero con el paso de las horas, su evidente ansiedad había ganado la partida, y su dolor se había convertido en un inequívoco temor.
Se presentaron ante Jacques-inocentes, pero presas de la terrible desesperación de poder ingresar en prisión. ¿Qué pensamientos hubieron de afrontar durante esas largas veinticuatro horas sin noticias de su familia? ¿No deberían ser despreciados, rechazados y abandonados?
"Esta espera es insoportable", exclamó al fin Denisse. "En cualquier caso, tenemos que llegar hasta él."
"¿Pero cómo?", preguntó la Señora de Boiscoran.
"No o sé, pero tenemos que encontrar la manera. Hay ciertos pasos que no me atrevo a dar yo sola, sino con usted, querida madre, y estoy dispuesta a intentar cualquier cosa. ¡Qué vayan a la cárcel!"
Rápidamente la marquesa se puso el chal de viaje sobre sus hombros. "Estoy lista", dijo, "podemos ir ya."
Habían oído ambas el rumor de que Jacques había sido detenido secretamente, pero no podían confirmar ni lo uno ni lo otro. La idea del verdadero significado de esa frase era acuciantemente aterradora. No sabían nada en aquellos horribles instantes, pero eran conscientes de la injusticia que puede albergar una injusta y arbitraria imposición en torno a la comisión de un delito, y probablemente no dudaran en usar cualquier medio para arrancarle una confesión."

Émile Gaboriau
La cuerda alrededor de su cuello


"Y con paso más ligero se encaminó hacia la estación de Orleans, desde la cual se divisaban las fachadas de los edificios del otro lado del Sena.
En el andén de salida, preguntó el horario del tren con destino a Étampes. ¿Por qué eligió Étampes?
Le informaron de que tan solo cinco minutos antes había partido un tren y que el siguiente tardaría aún dos horas en llegar.
Se sintió profundamente contrariado y, como no podía esperar dos horas allí, para matar el tiempo decidió visitar el Jardin des Plantes.
Probablemente haría diez o doce años que no ponía un pie en él, desde los tiempos del liceo, cuando llevaban a los alumnos —los días de paseo— a visitar el pequeño zoológico o jugar al juego de las barras.
Nada había cambiado. Allí estaban los mismos castaños, el mismo carcomido enrejado y los mismos pequeños senderos interrumpidos por cuadradas parcelas llenas de plantas, identificadas cada una de ellas con una etiqueta ubicada en la punta de una varilla de acero.
Las grandes avenidas de esa parte de la ciudad estaban casi desiertas. Se sentó en un banco frente al museo de mineralogía. ¡Quién sabe si diez años atrás, durante su etapa en el liceo, cansado de correr y divertirse, se había sentado en aquel mismo banco!
¡Cuánto habían cambiado las cosas desde entonces!
La vida en aquellos tiempos se le presentaba como una larga avenida, tan larga que no se intuía el final; enarenada con arena de oro, umbría, deliciosa, reservándole a cada paso una sorpresa, un placer desconocido."

Émile Gaboriau
El crimen de Orcival

































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