Ivan Franko

Canteros

He tenido un sueño extraño. Ante mí se extendían
unos campos inmensos, desiertos, desolados.
Con cadenas de hierro sujeto me tenían
al pie de negra roca. Y hasta la lejanía
veíanse millares de hombres encadenados. 

Penas y amarguras cubrían de arrugas las frentes,
pero las miradas ardían con fuego de amor,
mientras las cadenas, cual largas serpientes,
se nos enroscaban al cuerpo inclementes
y nos encorvaba un peso agobiador. 

Cada uno empuñábamos un martillo, grande,
y una voz, de arriba, clamaba tonante:
«¡Romped toda la roca! No os amilane
el frío ni el calor. Soportad sed, fatigas, hambre,
pero que caiga toda la roca miserable!» 

Como un solo hombre las manos alzamos,
miles de martillos sonaron airados
y miles de esquirlas al aire lanzamos;
con fuerzas de ira, furiosos golpeamos.
Rompían la testa de piedra nuestros martillazos. 

Aquel martilleo tenía fragor de cascada,
estruendo de duro y sangriento combate,
pero, paso a paso, la gente avanzaba,
y aunque muchos nuestros allí se quedaban,
¡nadie ya podía parar nuestro embate! 

Todos bien sabíamos que honores no habría,
ni humo recuerdo del terrible esfuerzo,
mas todos los hombres avanzar podrían,
si el camino abríamos con furia y porfía,
dejando en las piedras nuestros propios huesos. 

Ninguno los laureles ni la gloria buscábamos,
nadie se imaginaba ser héroe o titán.
Las pesadas cadenas voluntarios llevábamos
haciéndonos esclavos de nuestra voluntad,
canteros que le abríamos camino a la verdad. 

Estábamos seguros de que la roca se rompería,
de que a nuestros golpes el granito cedería.
La sangre y los huesos nuestros firme camino abrirían
por el que con certeza, tras nosotros, vendría
una vida nueva, luz de un nuevo día. 

Sabíamos también que en la tierra lejana,
–para pasar tormentos, un día abandonada–
nuestras madres, mujeres e hijos vertían lágrimas
y que amigos y enemigos con ira nos censuraban
maldiciendo nuestros esfuerzo y nuestra causa. 

Sabíamos todo eso. Más de una vez, dolía el alma
y el fuego de la amargura el corazón abrasaba.
Mas ni el dolor ni la pena que el cuerpo martirizaban,
Ni las viles maldiciones nos apartaban en nada
de nuestra empresa: los martillos, incesantes,
golpeaban.

Y seguimos adelante, en mole compacta unidos,
y adelante seguiremos empuñando los martillos.
Aunque el mundo nos olvide, aunque seamos maldecidos,
abatiremos la roca, la verdad tendrá camino,
y sobre los huesos nuestros, vendrá, para todos,
un feliz destino.

Ivan Yakovych Franko



"El cervantino Don Quijote no es un loco, sino un idealista cegado que inició la lucha contra el duro orden del mundo real."

Ivan Yakovych Franko




“Estoy dispuesto a luchar por la verdad; estoy dispuesto a derramar por ella mi sangre. Pero ¡luchar conmigo mismo, en mi propia lucha interior!.. Siento que ya no puedo resistir largo tiempo.”

Ivan Yakovych Franko




“Hoy tienes que aprender a vencer. Mañana vencerás.”

Ivan Yakovych Franko



La tarea del poeta

El poeta transita el camino
de la vida sin perlas ni
riquezas ni refugio ante la tierra.

El poeta siente en extremo el dolor humano
antes de llegar a la meta asignada
por el cielo.

El poeta sondea en la esfera
de los sueños la floración de vitales ilusiones
y fantasías letales.

El poeta guía hacia la conspicua
tierra prometida pero sin embargo
a ella no accede.

El poeta es lenitivo en la hora del
dolor y permanece en pie y sensible
para ayudar al hermano.

Nadie va a ofrecer una mano
ni a tu llanto sangriento
traer alivio.

El mundo niega que te hallas
en el interior de su alma,
más brillante y más pura.

Evita la oscuridad, lo perecedero
o el dominio ilimitado del egoísmo
y lo impuro.

Se modesto y que no halle mácula
tu espíritu coronado de gracia.

Atraviesa las máscaras de la vida
con la faz desnuda, busca como el sabio
y recuerda que la luz del alma
penetra en la más oscura de las masas.

No seas juez de la humanidad
sino fiel amigo y restaurador del espejo.

Ivan Yakovych Franko


“Lucha sin cesar, y no te rindas. ¡Antes morir esforzadamente! Oponte orgullosamente y no te humilles. Podrás sucumbir, pero nunca hacer traición.”

Ivan Yakovych Franko




“No debes amar a todos, sin selección ninguna. Haz como el jardinero que cuida del injerto: poda todos los brotes sobrantes, para que los tallos más nobles crezcan prósperamente.”

Ivan Yakovych Franko



“No me dejes, dolor agudo.”

Ivan Yakovych Franko



Viento otoñal

Viento otoñal que lloras
con los gemebundos árboles
en el confuso desorden de
las nubes, como si quisieras
dormir el invierno de la muerte.

Viento otoñal que aúllas
en las chozas de los campesinos,
dispersando las hojas secas en surcos
y haciéndolas volar hasta que se
hunden.

Sé, viento otoñal, por qué gimes y hieres
a la más zaherida de las flores
en un veraniego día.

Viento de otoño, me verás vieja y marchita
y barrerás lejos todo rastro de mí
que por largo tiempo he escuchado
tus estruendosos gemidos.

Ivan Yakovych Franko



























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