Joaquina García Balmaseda

A una margarita 

Margarita, margarita,
la de la blanca corola,
la de refulgente cáliz,
la de recortadas hojas;
tú que naces en el valle,
vives del monte á la sombra,
te alejas de los jardines
y allá en la pradera moras;
¿es cierto que eres, cual dicen,
florecilla encantadora,
de los secretos del alma
adivina misteriosa?
¿Es cierto que á ti las niñas
te cuentan su amante historia,
te confian sus suspiros
y en tí la mirada posán,
esperando que les digas
en tu misterioso idioma,
¡por qué de noche no duermen
y por qué de día lloran?
Ay! si es cierto que del alma
penetras las fibras todas,
si es cierto que lees puedes
del  porvenir en la sombra,
contesta al corazon mio
cuando sus suspiros oigas,
y cuál es la causa, dile,
que su alegria le roba.
Margarita, margarita,
la de la blanca corola
la del refulgente cáliz,
la de recortadas hojas;
haz que tu mágica ciencia
á mi corazon responda,
si es cierto que eres, cual dicen,
florecilla encantadora,
de los secretos del alma
adivina misteriosa.

Joaquina García Balmaseda de González


"Al día siguiente llegaron varias cartas llamando a Don Manuel a la corte, donde decían reclamaba la patria sus servicios y su apoyo.
Jamás hubiera creído que podía necesitar la patria a un hombre que dos días antes se ocupaba no más que de la recolección y de las viñas, y entonces pude ver cómo la política altera el orden y la paz de las familias, y lo que es más, la tranquilidad de las muñecas.
Se habló de volver inmediatamente a la corte, y los niños, muy gozosos con tal nueva, apenas se ocupaban de mí; temor abrigué de que me dejaran abandonada en aquel pueblo, pero no fue así. Adolfo, que era más entrañable en sus afectos, habló de guardar sus juguetes más estimados, y entonces dijo la doncella:
-Bien, te guardaré en mi mundo los soldados, el rompecabezas y el titiritero; si quiere Carmen, también pondré su muñeca.
-Bien -dijo la niña.
Esta fría condescendencia me volvió a la corte.
No fue este viaje tan grato como habían sido los anteriores; porque en ellos, en brazos de María y asomada a la ventanilla del coche, fui admirando el paisaje; ahora caminaba en el furgón de equipajes, metida dentro de un baúl; pero la idea de que al salir de allí me encontraría de nuevo en Madrid, me hacía soportable mi encierro."

Joaquina García Balmaseda también escribió bajo el nombre de Aurora Pérez Mirón, Zahara, Baronesa de Olivares, Adela Samb y Lady Kitty
Historia de una muñeca contada por ella misma

Joaquina García Balmaseda de González



Entre el Cielo y la Tierra

Hay días de grata calma,
De tan dulce desvarío,
Que flores hasta el vacío
Presta a nuestro corazón;
Y entre vagas armonías,
Y entre sueños de dulzura,
Siente el alma de ventura
Desconocida emoción;
Y busca un sol más brillante
Y otro suelo y otras flores,
Y más risueños colores
Y otro cielo que admirar,
Y otro lenguaje que exprese
Lo que el suyo en vano trata
Que sólo su afán retrata
Con incierto suspirar...
Mas ¡ay! que en cada suspiro
El alma al espacio vuela,
Y nueva vida recela
Que no acierta a definir,
Y llorando de ventura
Por delicias no esperadas,
Siente dichas ignoradas
Y pide en ellas morir!
Y pasan las horas
En rápido vuelo,
Y el alma levantan,
Levantan al cielo...
Mas ¡ay! que ni a él llega
Ni en la tierra está.
Y es que, hay otro mundo
Latente, escondido,
De castas delicias
Purísimo nido,
Y el alma que siente
A ese mundo va!
Y vienen horas en cambio
En que sin razón segura,
Nos envuelve la amargura
Con su fúnebre crespón;
Y sin saber por qué lloran,
Lloran sin tregua los ojos,
En tanto que los enojos
Rebosan del corazón;
Y ni matices las flores
Nos muestran en su corola,
Ni la luna su aureola,
Ni vemos el sol brillar;
Ni los cantos escuchamos
Con que las aves se entienden,
Y hasta sus ecos ofenden
Y doblan nuestro pesar.
Y huyendo de cuanto bello
El alma en su torno mira,
Por otro mundo suspira
Y a otro mundo quiere ir,
Mundo en donde su amargura
Más alta y más ancha viva,
Buscando a su pena vida
Y ansiando en ella morir!
Y pasan las horas
En amargo duelo,
Y el alma levantan,
Levantan al cielo...
Mas ¡ay! que ni a él llega,
Ni en la tierra está.
Y es que hay otro mundo
Latente, escondido,
De santos dolores
Purísimo nido
Y el alma que siente
A ese mundo va!
En alas del sentimiento
Más que de la fantasía,
Volé un día y otro día
A esa ignorada mansión;
Y en sus espacios perdidos
Estas hojas se trazaron,
Y una tras otra brotaron
De mi pobre corazón.
Por eso hoy al darles nombre
Con que entrar en este mundo,
Las llamo, como al fecundo
Mundo en que las vi nacer;
Y aunque aparezcan desnudas
De galas del pensamiento,
Tendrán las del sentimiento
Del mundo que los dio ser!

Joaquina García Balmaseda de González



La esperanza

Misterio incomprensible, que sostienes                        
La fortaleza, la virtud del alma,
Que la recibes cuando viene al mundo,
          Siempre la amparas:
Faro consolador del afligido,
Iris que calma siempre la borrasca,
Apoyo del espíritu cristiano....
          ¡Salve, esperanza!
Eres del niño peregrina estrella,
Que guías hacia el bien su débil planta,
Haciéndole entrever gloria y ventura
          En el mañana:
Eres del hombre espíritu intranquilo
Que le despiertas y hacia ti lo arrastras,
Le encadenas, le ofreces, le ilusionas,
          Audaz le engañas;
Y vuelves luego a interesarle, y vuelves
Siempre a jugar con sus mortales ansias,
Sin que él reniegue de tu dulce imperio
          Dicha del alma!
Eres de la mujer más que la vida;
Eres la fe que la sostiene y salva!
Niña, doncella, madre, en ti constante
          Sus ojos clava:
Y si reza, es que tú le dices «ora,
Que Dios oye clemente tu plegaria:»
Si sentir deja al corazón, comprende
          Que tú le dices «ama.»
Y si un ángel lo da sobre la tierra
La bendición de Dios, estas palabras
Son las primeras que a decir le enseña:
          «¡Fe y esperanza!»
¿Cómo no bendecirte el labio mío,
Si fuiste por el mismo Dios formada,
Y eres de nuestra madre cariñosa
          La primera palabra?
¿Qué fuera del amor sin tu alimento?
¿Sin ti, cómo hacia el bien bogara el alma?
La virtud, el amor, ¡cómo vivieran
          Sino esperaran!
No se padece pena más aguda,
Ni se inventó palabra más amarga
Que ésta que mata, que aniquila el ánimo:
          «¡Sin esperanza!»
¡Es recibir la muerte y no morirse!
Es quedarse con vida y no gozarla!
Es no tener sonrisas, ni oraciones,
          Ni fe, ni lágrimas
Dichoso aquel que sus pesares llora
Y llorando su vista a Dios levanta,
Tendrá el consuelo que al que en Dios espera,
          Dios siempre manda.
Virtud que al alma vacilante enseñas
Que hay siempre un mas allá de paz y calma,
Que sobre las miserias de este mundo
          Dios nos aguarda;
Bendito tu fulgor que el alma eleva!
Tu poderosa, inextinguible llama,
Del nacer al morir siempre la vemos,
          Nunca se apaga;
Y ni en ese momento en que la muerte
Nos acaricia con sus negras alas,
Supremo instante en que se pierde todo,
          Todo se acaba,
Y ni el beso del padre nos conmueve,
Ni el acento del hijo que nos llama,
Ni nos arranca el mundo que dejamos
          Una mirada;
Cesa la mente de esperar, que entonces
Se eleva, y más creyente, más cristiana,
Espera que en un mundo más perfecto
Vivirá el alma!

Joaquina García Balmaseda de González


María Inmaculada

Sólo se alzó hasta Ti mi pobre acento                       
En oración cristiana:
Nunca osó temeroso el pensamiento
De humilde inspiración bajo el amparo,
Llegar hasta tu asiento,
Que cercan los querubes
y sostienen las nubes
Sobre el ropaje azul del firmamento.
   Nunca, nunca pulsé la lira mía
Al nombre de María,
Porque juzgué, Señora, que cantarte,
Sólo aquellos debieron
Que del cielo la dulce melodía
Para sus tiernos cantos recibieron
Y robaron al arte sus primores
Su cadencia a los suaves ruiseñores,
Y la arrogancia para alzar su canto
Al águila altanera,
Que rauda tiende el vuelo,
La tierra deja, por la nube rompe,
Y el sol mismo amenaza en su carrera,
Y va a perderse en la celeste esfera
   Por temor a lo pobre de mi canto
Hasta tu trono santo
Mi lira no elevó tímidos ecos,
Pero ya de mi pecho alborozado
Se escapa el sentimiento
Que estuvo hasta hoy callado,
Y a Ti vuela mi acento,
Y en pos de Ti se lanza,
Y ya temor no advierte,
Que en Ti miro la vida de mi muerte,
Mi norte y mi esperanza.
   Oh! Salve en Ti, María
A la casta doncella
Que la cabeza del dragón impío
Holló bajo su huella;
La que inclinó su frente
De su Dios a la voz, y humilde dijo
Con labio reverente:
«He aquí, Señor, tu esclava:
Hágase en mí según tu amor contaba.»
   Bendita en Ti la esposa, que su nombre
Enlazó con el hombre,
Por ser su madre nueva
Borrando el crimen que aún el mundo llora
De la Eva pecadora,
La inmaculada, la cristiana Eva!
Si una mujer el mundo
Pudo lanzar de un golpe en el profundo
Abismo de los males,
Otra de santa abnegación ejemplo,
Abrió a los fieles el cerrado templo
De gracias celestiales...
Raro contraste, singular misterio,
Que el ánimo suspende, el alma eleva,
Y hasta su Dios la guía
Él con liberal mano
Los males atajó, y augusto quiso,
Si una mujer la humanidad perdiera,
Que otra mujer viniera
Y con su amor la humanidad salvara!
   Gloria a la Madre que apuró hasta el fondo
El cáliz de amargura,
Y en su propio dolor encontrar pudo
Tesoro tal de maternal ternura,
Que acoger le dejó en su amor al hombre,
Que con feroz, sangriento regocijo,
Enclavado en la cruz le dio a su Hijo!
   Tan sólo quien tuviera
Origen celestial, y Dios criara
Para madre del Verbo, y la eligiera
Para que al hombre mísero salvara,
Ejemplo tal de amor al mundo diera!
   Aunque necia e impía
La humanidad por madre te negara
Yo tu gloria cantara,
Tu piedad implorara el labio mío,
Por Ti mi frente al polvo se humillara,
Y con ojos que viven
Dentro del pensamiento
Y la luz solo de la fe reciben,
Sobre el azul del cielo
Buscárate con fervoroso anhelo!
   Oh! Si un día perder debiera el alma
La venturosa calma,
Que por mares tranquilos hoy la guía,
Para lanzarse en mar ¡ay! borrascosa,
No me quites jamás, Señora mía,
La fe que en Ti reposa,
Que con ella mis penas
No han de creerse de consuelo ajenas.
Mi fe me hizo volver a Ti los ojos,
Ya por el llanto rojos,
En esas horas de mortal quebranto
En que el alma, en aislado sufrimiento
Y callado tormento,
Quiere huir de sí propia con espanto;
Y al volverlos a Ti, cual la tormenta
Que alborota los mares,
El iris calma, la bonanza advierte,
Y al navegante alienta;
Así en el alma mía
Huyeron los pesares
Al invocar el nombre de María!
   Qué fuera de los míseros mortales
Si en tu amor no vivieran y esperaran?
Quién calmará sus males?
Quién sus quejas oyera,
Y por ellos, Señora, intercediera?
Oh! no; el pesar humano.
Límite de dolor mayor no alcanza
Que a perder su esperanza,
Y eres Tú la esperanza del cristiano.
Nunca, nunca te pierda el alma mía!
Sé Tú mi escudo, sé Tú mi consuelo,
Y el alma acoge y guía
Cuando deje este suelo,
Y a más perfecto mundo tienda el vuelo!
   Deja que en mis placeres te bendiga
Y en mi dolor te implore
Deja que a tus pies llore
Y mis penas te diga;
Deja en fin elevar mi pobre canto
Hasta tu trono santo,
Y ve, Señora mía,
Que a falta de ecos de la lira mía
Te ofrece el pecho, con su fe escudado,
Un corazón en lágrimas bañado,
Que a Ti reza, a Ti acude y en Ti fía.

Joaquina García Balmaseda de González


"Mucho ha ganado la mujer en general en la última mitad de este siglo; la so-ciedad que ridiculizaba a la poetisa y que menospreciaba a la cómica, que no consentía a la mujer pintora, y menos todavía erudita, concede a la escritora consideraciones, se honra con la amistad de las actrices que son dignas de su amistad en su vida privada, admite a la mujer en certámenes de pintura y crea para ellas academias e institutos. ¡Qué gran paso en la civilización social!"

Joaquina García Balmaseda de González




“¿Qué es la educación?” -“Todo aquello que hace nacer en nosotros buenos sentimientos y los fortifica; todo aquello que dirije y contiene nuestras pasiones, que cultiva nuestras virtudes, y perfecciona nuestras costumbres” –“aquello que desenvuelve nuestra imaginación, perfecciona nuestro talento, y aumenta nuestra instrucción” –“Todo aquello que estiende nuestra capacidad y conocimiento en el manejo de la casa ú otros asuntos análogos.”

Joaquina García Balmaseda de González















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