José Luis Bado

“Con orgullo de sabio pero sin vanidad de hombre Ramón y Cajal buscaba la originalidad solo con el noble propósito de aumentar los tesoros espirituales de la criatura humana y de abreviar así en algo la humillante distancia que la separa de los dioses. Y en esta mística fiebre de engrandecer a su especie exhortaba así a sus alumnos: “Bueno es conocer el hombre y las propiedades de todas las flores, pero es mejor aún crear una flor nueva”. Admitió Cajal la cultura general pero despreció el enciclopedismo exagerado. El espíritu pierde en profundidad lo que gana en superficie y él no era hombre de vivir en la corteza de las cosas. Los eruditos se alimentan con las cáscaras que dejan los genios al traspasar los fenómenos; son como roedores del conocimiento humano. El maestro incitaba a sus alumnos a desarrollarse libremente ya que toda tutela exagerada tiene propiedades atróficas. Todo espíritu como todo órgano tiene sus estímulos específicos que son los que garantizan el ritmo del más valioso rendimiento y así lo comprendía cuando aconsejaba: “Quien aspira a la robustez y originalidad mental debe criarse de cara al sol lejos de árboles protectores”. La única pasión a la que debe obedecer es la búsqueda de la verdad.”

José Luis Bado



“He aquí otro consejo, jóvenes amigos: elegid la síntesis. Cada síntesis es una fuente de energía creadora, un asentimiento, una unidad, una afirmación de unión y correspondencia; trae siempre consigo algo nuevo. Está bien el análisis que disgrega, separa, descompone, disocia y aísla, teniendo en cuenta determinados caracteres. Pero después… Sabed apreciar y distinguir lo esencial y comprender que muy a menudo, mucho más de lo que se sospecha, obliga a reunir, asociar, sumar, componer en fin una unidad cuya realidad destaque aquel carácter común esencial, olvidando lo accesorio, lo complementario….”.
“El análisis es arduo y sin duda útil, porque ayuda a conocer. La síntesis es espontánea, se logra sin esfuerzo gracias al pensamiento y nos enseña a comprender. La síntesis es concepto, reúne los hechos dispersos y los trae a nuestro alcance, vencidos y dominados. Cuenta la leyenda que las estatuas que adornaban el Jardín de Apolo se dispersaban durante la noche y era muy difícil reunirlas luego en su orden correspondiente. Era necesario atarlas para que no se dispersaran, y eso hace el Concepto: ata los hechos y los trae hasta nosotros dominados y vencidos.
La meditación es otro de los elementos más importantes a tener en cuenta en un consejo o en una oración dirigida a los jóvenes. No basta tener las manos encallecidas por el trabajo; es necesario, además, tener alumbrado el espíritu por la reflexión. Recuerdo el diálogo del meditador y el esclavo:
Un esclavo, un vencido de Atenas o de Corinto, en cuyo semblante el envilecimiento de la servidumbre no había alcanzado a desvanecer del todo el noble sello de la naturaleza, se ocupaba de sacar agua de un pozo para verterla en una acequia vecina. Compadéceme, dijo el esclavo al pensador, que pasó a su lado; compadéceme si eres capaz de lágrimas, porque ya queda en mi memoria rastro de haber vivido despierto si no es en este mortal y lento castigo: ¡ve cómo el surco de la cadena que suspendo abre las carnes de mis manos; ¡ve cómo mis espaldas se encorvan! Pero lo que más exacerba mi martirio es que no soy ya dueño de apartar la mirada de esta imagen de mí, que me pone delante el reflejo del agua cada vez que encaramo sobre el brocal el cubo del pozo. De tal manera conocí mi semblante casi infantil y veo ahora esta máscara de angustia y veré cómo el tiempo ahonda en la máscara las huellas de su paso y cómo se acercan y la tocan las sombras de la muerte. Y tú, oh meditador, ¿qué haces? ¿Sueñas despierto? ¿Maduras algo heroico? ¿Hablas a la callada con algún Dios que te posee? Dulce cosa debe ser la ociosidad que tiene espacio para el vagar del pensamiento.
Mi objeto –responde el meditador– es ver dentro de mí; quiero formar cabal idea de juicio de éste que soy yo, de éste por quien merezco castigo o recompensa. Por cada imagen tuya que levantas de lo hondo del pozo, yo levanto también de las profundidades de mi alma una imagen nueva de mí mismo, una imagen contradictoria con la que la precedió y que tiene por rasgo dominante un arte, una intención, un sentimiento que cada día de mi vida presento como cifra de su historia, al traerle al espejo de la conciencia bruñido por la soledad. Alcanzaré el extremo de la ancianidad; no alcanzaré el principio de la ciencia que busco. Tú desagotarás tu pozo; yo no desagotaré mi alma. Esta es la ociosidad del pensamiento.
Está bien el trabajo que ennoblece, adiestra la mano, mientras pasan las horas. Pero es necesario no atenerse exclusivamente a él. Es necesario sí dedicar un tiempo a veces muy grande, a la meditación, a la reflexión. No basta la observación. Es necesario pensar. Observar sin pensar es tan peligroso como pensar sin observar”.
Y finalizaba esta auténtica lección, diciendo: “Jóvenes amigos: llega un momento en la vida de un hombre en el que se transforma casi insensiblemente en recuerdo; pero debe seguir, no obstante, en ese momento, conservando algo de esperanza como incentivo para la acción… Ustedes, son la esperanza del recuerdo…
Pero os diré que aún soy capaz de gritar como el Caballero de la triste figura, el Caballero de la Fe, con el cuerpo adolorido por los golpes y el espíritu atribulado: “Todo me lo sacarán los magos encantadores, todo incluso la aventura; pero al afán y la voluntad de procurarla, jamás.”

José Luis Bado


“Hoy en día en muchas Escuelas de Medicina se presta relativamente poca atención a las aptitudes del educador, en la selección de profesores y Jefes de Departamento. La erudición en una asignatura determinada es el criterio principal; la productividad que pueda ofrecer en investigación y el número de publicaciones que haya producido constituyen las pruebas. Suponemos que la erudición en un campo limitado y la experiencia obtenida mientras se vive en el medio universitario harán el buen maestro. Por fortuna o por desgracia esto sucede en un número suficiente de casos que nos alientan a olvidar los demás. Sin embargo, es necesario pensar que debe hacer también una preparación para llegar a ser maestro o profesor, un cultivo inspirado desde luego en una predisposición natural que a veces, en su amplitud, llega hasta desbordar todos los demás complementos y aparecen como calidad esencial. Estamos convencidos que se ha reconocido tardíamente –si es que se ha hecho- la eficacia creciente que podría obtenerse de un nuevo tipo de preparación de los profesores y si cada profesor de medicina dedicara una parte mínima de su tiempo académico libre a la ciencia y al arte de la enseñanza; los estudiantes y la Escuela se beneficiarían enormemente. Desde este punto de vista ya se han iniciado en diferentes países, métodos de adiestramiento para los profesores, cuyos resultados alientan a seguir en ese camino. Una de las preocupaciones más importantes del maestro es ayudar o enseñar al estudiante a pensar. ¿Qué se puede hacer para ayudar a los estudiantes a fomentar su capacidad de pensar, razonar y juzgar?
En primer lugar, los elementos básicos del pensamiento son las palabras y los conceptos que éstas simbolizan. En general los maestros parecen creer que una vez que han pronunciado sus palabras mágicas el estudiante se orientará respecto a la materia y tendrá una base para comprender y pensar. El alumno incorpora fielmente la definición en sus apuntes, la memoriza y ahí termina todo. En realidad no está todavía en condiciones de absorber ideas mediante palabras extrañas, sean éstas verbales o escritas. Parecería que es preferible que el primer caso que se dé con un nuevo tema sea una experiencia, una historia, un hecho o un concepto; las palabras seguirán entonces sin dificultad. La experiencia es más importante y eficaz que la habilidad para dar expresión oral a una definición. Las palabras y las definiciones deberán ser las últimas fases del aprendizaje y no las primeras.”

José Luis Bado


“No vive más quien más años vive, sino quien con superior maestría multiplica y repite los elementos de su actividad espiritual. La mayor extensión o capacidad de la vida como así su interés constante y lo llevadero de todo empeño en que se le invierte, para diversificarla y moverla, es lo que en realidad se necesita. Y no es sólo en el transcurso de los años y por sus sucesivos caracteres y modificaciones como este arte halla lugar de mostrarse; sino que dentro del término de cada jornada, en el contenido y disciplina de los días comunes, hay sujeto bastante para su aplicación. La total variedad de la existencia puede tener reducida imagen en cada una de esas experiencias diminutas que van del nacimiento del despertar a la muerte del sueño. Esforzáos en llegar a ser viejos con tiempo si deseáis ser viejos, durante mucho tiempo.
No es más viejo aquel que vive más ni es tampoco decrepitud e inútil esfuerzo: es expresión de una vida cumplida, pero no detenida, aún en movimiento y en Acción; la serenidad, calma del tiempo transcurrido en el trabajo, el esfuerzo y en la meditación. Es fuente de consejo cuya agua límpida y clara calma siempre al sediento y abrevia en suma si su voz es escuchada, los tropiezos con que la vida amenaza al joven al que hace recorrer caminos equivocados. Es como si lo adelantara en el tiempo y le enseñara años en plena juventud, lo que sin duda redundará en cabal beneficio.
Recuerden… Hay cuatro cosas viejas que son buenas: viejos amigos para conversar; leña vieja para calentarse; vino añejo para beber; libros viejos para leer. La advertencia halaga pues el atardecer trae consigo sus lámparas.”

José Luis Bado



“Saber filosofar es tan útil al médico como conocer bien el pulso de los enfermos. Es necesario repetir todavía una vez más que filosofía es, en esencia, afán de conocimiento y no conocimiento mismo.
En los últimos años se comienza a entrever la imagen de una medicina del futuro, acorde con el adelanto tecnológico formidable de la era espacial que estamos viviendo. La colaboración cada vez más estrecha entre médicos e ingenieros ha dado ya algunos frutos proveyendo delicados instrumentos que modifican día a día el panorama de nuestra actividad. No es difícil vaticinar las perspectivas de una medicina en la que las computadoras reciban y almacenen toda la información disponible, analicen en cada caso los elementos de juicio y elaboren el diagnóstico o dictaminen la conducta a seguir. Pero aún si se concretase en el futuro esta ilusión, médico y enfermo como seres humanos que son, sentirán también, y aún con más fuerza, esa necesidad imperiosa e inevitable de ver y sentir por sí mismos. El hombre se encanta, se deleita con los destellos del intelecto, pero sólo es cautivado por las riquezas morales de una conciencia.”

José Luis Bado



“Y fue así que elegimos nuestro camino, excitados por la emulación, esa gran provocadora de vocaciones, que encauza a la aptitud y le da dirección definida, obedeciendo a su tentación dominadora. Pero no fue nuestro camino elegido, de comienzos veleidosos y cambiantes, no hubo modificaciones en la elección, titubeos, tentativas defraudadas, abandono de las orientaciones, desgano o desengaño, como los que perturbaron seguramente a aquel genio del teatro griego, que pasó sucesivamente durante largo período de tiempo por las fatigas del atleta, el pincel del artista, la tribuna del orador y la toga del filósofo. Fue la nuestra, orientación definida, única, dominadora y exclusiva, sin incertidumbres ni vaguedades.”

José Luis Bado














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