Josefa Menéndez

 “Amor busco, amo a las almas y deseo ser correspondido.  Por eso Mi Corazón está herido, porque encuentro frialdad en vez de amor.  Yo soy todo Amor y no deseo más que amor.  ¡Ah!  Si las almas supieran cómo las espero, lleno de misericordia!  Soy el Amor de los amores…  Tengo sed de que las almas se salven…  ¡Que las almas vengan a Mí!...  ¡Que las almas no tengan miedo de Mí!...  ¡Qué las almas tengan confianza en Mí!”

Josefa Menéndez



“El alma que sabe hacer de su vida una continua unión con la mía, me glorifica mucho y trabaja útilmente en bien de las almas. Está, por ejemplo, ejecutando una acción que en sí misma no vale mucho, pero la empapa en mi Sangre o la une a aquella acción hecha por Mí durante mi vida mortal; el fruto que logra para las almas es tan grande, o mayor quizá, que si hubiera predicado al universo entero; y esto, sea que estudie o que hable, que escriba, ore, barra, cosa o descanse: con tal que la acción reúna dos condiciones: primero, que esté ordenada por la obediencia o por el deber , no por el capricho; segundo, que se haga en íntima unión conmigo, cubriéndola con mi Sangre y con pureza de intención.
¡Cuánto deseo que las almas comprendan esto: Que no es la acción la que tiene en sí valor, sino la intención y el grado de unión con que se hace! Barriendo y trabajando en el taller de Nazaret, di tanta gloria a mi eterno Padre, como cuando prediqué durante mi vida pública.”

Josefa Menéndez



“El Amor no se cansa de perdonar.”

Josefa Menéndez




"La noche del miércoles al jueves 16 de marzo [de 1922], serían las diez, empecé a sentir, como los días anteriores, ese ruido tan tremendo de cadenas y gritos. En seguida me levanté, me vestí y me puse en el suelo de rodillas. Estaba llena de miedo. El ruido seguía; salí del dormitorio sin saber a dónde ir ni qué hacer. Entré un momento en la celda de Nuestra Beata Madre [...] Después volví al dormitorio, y siempre el mismo ruido. Serían algo más de las doce cuando de repente vi delante de mí al demonio que decía: «Atadle los pies..., atadle las manos». Perdí conocimiento de dónde estaba y sentí que me ataban fuertemente, que tiraban de mí, arrastrándome. Otras voces decían: «No son los pies los que hay que atarle..., es el corazón». Y el diablo contestó: «Ése no es mío». Me parece que me arrastraron por un camino muy largo.

Empecé a oír muchos gritos, y en seguida me encontré en un pasillo muy estrecho. En la pared hay como un nicho, de donde sale mucho humo pero sin llama, y muy mal olor. Yo no puedo decir lo que se oye, toda clase de blasfemias y de palabras impuras y terribles. Unos maldicen su cuerpo..., otros maldicen a su padre o madre..., otros se reprochan a ellos mismos el no haber aprovechado tal ocasión o tal luz para abandonar el pecado. En fin, es una confusión tremenda de gritos de rabia y desesperación.

Pasé por un pasillo que no tenía fin, y luego, dándome un empujón, que me hizo como doblarme y encogerme, me metieron en uno de aquellos nichos, donde parecía que me apretaban con planchas encendidas y como que me pasaban agujas muy gordas por el cuerpo, que me abrasaban [...]

Me pareció que pasé muchos años en este infierno, aunque sólo fueron seis o siete horas... Luego sentí que tiraban otra vez de mí, y después de ponerme en un sitio muy oscuro, el demonio, dándome como una patada, me dejó libre. No puedo decir lo que sintió mi alma cuando me di cuenta de que estaba viva y que todavía podía amar a Dios [...]

El diablo estaba muy furioso porque quería que se perdieran tres almas... Gritaba con rabia: «¡Que no se escapen...!, ¡que se van...! ¡Fuerte...!, ¡fuerte!». Esto así, sin cesar, con unos gritos de rabia que contestaban, de lejos, otros demonios. Durante varios días presencié estas luchas.

Yo supliqué al Señor que hiciera de mí lo que quisiera, con tal que estas almas no se perdiesen. Me fui también a la Virgen y ella me dio gran tranquilidad porque me dejó dispuesta a sufrirlo todo para salvarlas, y creo que no permitirá que el diablo salga victorioso [...]

El demonio gritaba mucho: «¡No la dejéis...!, ¡estad atentos a todo lo que las pueda turbar...! ¡Que no se escapen..., haced que se desesperen...!». Era tremenda la confusión que había de gritos y de blasfemias. Luego oí que decía furioso: «¡No importa! Aún me quedan dos... Quitadles la confianza...». Yo comprendí que se le había escapado una, que había ya pasado a la eternidad, porque gritaba: «Pronto... De prisa... Que estas dos no se escapen... Tomadlas, que se desesperen... Pronto, que se nos van...»."

Josefa Menéndez



“No necesito tus fuerzas sino tu abandono.”

Josefa Menéndez



"Todo lo que he escrito no es más que una sombra de lo que el alma sufre, porque las palabras no pueden expresar tan espantosos tormentos."

Josefa Menéndez





"Todo lo que Jesús te da a ver y a sufrir de los tormentos del infierno es para que puedas hacerlos conocer al mundo. Por lo tanto, olvídate enteramente de ti misma y piensa en la gloria de la salvación de las almas."

Josefa Menéndez
El camino del amor divino
Tomada del libro Viajes inexplicables de Chris Aubeck y Jesús Callejo, página 243
















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