Rudolf Erich Raspe

"En cierta ocasión, estuve muy cerca de morir en el Mediterráneo. Aprovechaba una hermosa tarde de verano bañándome en las cercanías de Marsella, cuando vi a un enorme pez que se me acercaba con la bo­ca abierta. Era evidente la imposibilidad de huir, por lo que decidí achicar el tamaño de mi cuerpo, haciéndome un ovillo. De esta manera, pude deslizarme entre las mandíbu­las del pez de una sola pieza, hasta introdu­cirme en su garganta. Reinaba allí absoluta oscuridad y un nada desagradable calor. Era evidente, a su vez, que mi presencia en la garganta molestaba al pez, por lo cual no creo equivocarme al pensar que estaría con­siderando seriamente el devolverme al exte­rior. Para ayudarlo en su decisión, comencé a caminar, brincar y a hacer todo tipo de piruetas que incrementaran su malestar. La danza escocesa parecía ser una de las que más lo incomodaban. El pez manifestaba sus molestias con gemidos y sacando medio cuerpo fuera del agua. En este trance estaba, cuando fue avistado por la tripulación de un pesquero italiano que le echó el arpón.
Una vez que nos hallábamos a bordo, oí a los pescadores deliberar sobre cuál sería la mejor manera de cortarlo para obtener la mayor cantidad posible de aceite, y como entiendo a la perfección el italiano, me en­tró miedo de que sus filos pudieran dañar­me a mí también. Para ponerme a salvo, me refugié en el centro mismo de su estómago -donde cabían cómodamente varios hom­bres-, suponiendo que comenzarían por los extremos. Había calculado mal, ya que empezaron por cortar el vientre, aunque por suerte, sin dañarme. Apenas vislumbré la luz a través del primer tajo, comencé a gri­tar, expresando mi alegría por ser liberado de tan opresivo cautiverio.
Me es imposible describir con palabras el asombro de los marineros al sentir una voz humana surgir de las entrañas del animal, asombro que creció aún más cuando vieron salir del vientre del pez a un hombre total­mente desnudo.
Para aclarar la situación, les narré la his­toria tal cual la acabo de contar ahora, y si bien es cierto que se compadecieron de mí, tampoco se cuidaron demasiado de ocultar su risa. Luego de tomar algún alimento, me eché al agua para lavarme y regresé nadan­do a la playa, donde encontré mis ropas en el mismo lugar donde las había dejado.
Calculo que habré permanecido en el in­terior del pez unos tres cuartos de hora, más o menos."

Rudolf Raspe
Las aventuras del Barón Münchhausen




– Responde, Baron, ¿Alguna vez ha perdido una partida de ajedrez? . La mirada del Baron se nublo ligeramente, pero enseguida volvió a su serenidad habitual. .

-¡Ah!, amigos míos, una vez en la vida, y no la olvidare nunca. Como no ignoran, me he enfrentado ante las 64 casillas con los jugadores más celebres del mundo. Pocos podían resistirse a mi juego audaz y fuerte, pero una vez…Ocurrió hace mucho tiempo. Yo era joven entonces y frecuentaba el café de “La Regence”, que aun guardaba el recuerdo de los tiempos de Deschapelles y Labourdonnais. Pronto la fuerza de mi juego, y sobre todo la de mi lengua infatigable, me hicieron invencible.  Una vez, mientras miraba una partida y discutía en voz alta las ventajas e inconvenientes de las jugadas realizadas, advertí la presencia de un desconocido que miraba la misma partida sin decir nada. Parecía no apreciar mis comentarios irónicos y esta audacia me molesto. Quise darle una lección .

– Señor- Le dije-, ¿Quiere jugar una partida conmigo? No piense en rehusar, pues jugara una partida conmigo por las buenas o por las malas. Aquí hay un tablero

Barón Münchhausen – Aficionado Café de la Régence

1.e4 d5 2.e5 d4 3.c3 f6 4.exf6 dxc3 5.fxe7 cxd2+ 6.Axd2 Axe7 7.Cf3 Cc6 8.Cc3 Cf6 9.Ce2 Cd7 10.Cfd4 Cce5 Entonces pensé que iba a ganar la Dama jugué 11.Ce6 , pero mi adversario respondió Cd3++ con tristeza, me di cuenta de que mi rey estaba en posición de mate.

¡Una partida no prueba nada!-le dije-. Jugaremos otra vez, supongo que me permitirá seguir con blancas, ya que me ha ganado.

1.e4 d5 2.d3 e6 3.Cf3 Cc6 4.Ag5 Ab4+ 5.Re2 » un plan estratégico muy profundo» 5…Dd7 6.Cc3 Cf6 7.a3 h6 8.Ah4 Aa5 9.e5 d4 10.Ca4 Ch5 11.Cc5 Cf4# ¡y volví a darme cuenta con estupor que era mate!.

Estaba seriamente enojado. La concurrencia en torno a nuestra mesa era numerosa porque, ante mi fracaso, todo el mundo había dejado de jugar para comprobar este hecho increíble. Apreté los dientes y pedí una tercera partida con blancas

1.e4 d5 2.d4 e5 3.c4 f5 4.f4 c5 para evitar las complicaciones, jugaba una larga Variante de los Cambios, llamada después, Variante Muenchhausen 5.exf5 dxc4 6.dxc5 exf4 7.Axf4 Axc5 8.Axc4 Axf5 9.Axb8 Axg1 10.Axg8 Axb1 11.Txb1 Txg8 12.Txg1 Txb8 aquí reflexioné largo tiempo y para simplificar la posición, decidí cambiar las damas 13.Dxd8+ Juzgad mi asombro y la sorpresa de todos cuando mi adversario, con aire muy resuelto, se apoderó de mi Rey jugando 13. RxR….

– Dejad vuestras bromas aparte – dije muy nervioso- – Volved en seguida mi Rey a su lugar.

– Y vos ¿por qué habéis jugado el mismo movimiento?.- preguntó ingenuamente.

-¡Qué pregunta tan estúpida!. ¿ No sois capaz de distinguir un Rey de una Dama?.

– No-Respondió fríamente-, no conozco muy bien el juego; os lo quería decir antes de empezar, pero no me habéis dejado. Todo lo que he hecho ha sido imitar vuestras jugadas.

Esta inesperada declaración fue seguida por una tremenda carcajada. Todo el mundo se reía. Jamás me encontré en una situación tan desagradable. Mi prestigio pendía de un hilo. -¡Qué cosa tan extraordinaria!.- dije tan alto como pude. El ruido cesó y todos me escucharon – Un hombre que apenas sabe mover las piezas gana a un jugador fuerte y avezado … Estoy seguro de que una aventura tan extraordinaria no podía ocurrir más que a un hombre tan extraordinario como yo, ¡el barón Münchahausen!. -Después de estás palabras me fui; mi honor estaba a salvo. Pero durante largo tiempo no toqué una pieza de ajedrez.

Rudolf Erich Raspe
El Barón de Muchhausen


“Sé que todo esto debe pareceros muy raro, pero ruego a cualquiera que dude de mi palabra que vaya a la luna y lo compruebe por sí mismo, y verá que me acerco más a la verdad que cualquier otro viajero anterior.”

Rudolf Erich Raspe











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