Ventura García Calderón

"Asentí sin fijar precio. El indio me explicó en su media lengua que lo hallaría a las puertas del poblacho. Me detenía en una choza a pedir un mate de aquella horaciana chicha de jora que tanto alivia el ánimo, cuando le vi llegar, caballero en una jaca derrengada, pero más animosa que mi mula de lujo. Y sin hablar, sin más tratos, aquél guía providencial comenzó a precederme por atajos y montes, trayéndome, cuando el sol quemaba las entrañas, el cuenco de chicha refrigerante o el maíz reventado al fuego, aquella tierna cancha algodonada. Confieso que no hubiera sabido nunca disponer en un tambo del camino con los ponchos, el pellón y la silla de montar tan blando lecho como el que disfruté aquella noche.
Pero al siguiente día el viaje fue más singular. Servicial y humilde, como siempre, mi compañero se detenía con demasiada frecuencia en la puerta de cada choza del camino, como pidiendo noticias en su dulce lengua quechua. Las indias, al alcanzarme el porongo de chicha, me miraban y me pareció advertir en sus ojos una simpatía inesperada. ¡Pero quién puede adivinar lo que ocurre en el alma de estas siervas adoloridas! Dos o tres veces el guía salió de su mutismo para contarme, en lenguaje aniñado, estas historias que espeluznan al caminante. Cuentos ingenuos de viajeros que ruedan al abismo porque una piedra se desgaja súbitamente de la montaña andina. "Allí, viendo, taita" en la quebrada agudísima, las osamentas lavadas por la espuma del río."

Ventura García Calderón
La venganza del cóndor


"El sistema americano comprendía sin duda la matchiche, porque aquella muchacha la bailó como una profesional del Rat Mort. El pianista de los "Nocturnos" y las "Polonesas" tocaba a maravillas esta música abarrajada. En una esquina de la chimenea, el japonesito retenía en sus ojos exiguos esta visión ligera del mundo occidental, mientras el egipcio, sacudido un instante de su marasmo, me aseguraba que la matchiche era sólo una corrupción de la danza del vientre, no la bailada en los cafés conciertos, ¡voto a Alah! sino la verdadera, la sagrada, en una noche de luna, al son de brazaletes llenos de cabujones, por una mujer sólo vestida de sus cabellos...
Fue menester que la enteca dueña viniera a recordarnos la hora tardía, porque se nos había contagiado la flama del punch. Cuando Zelmira me dijo "buenas noches primito", me pareció una amiga antigua. Seriamente escarbé en la memoria para buscar si no la había conocido en otra parte. Mis impresiones antes de dormir y bostezando, se resumieron en la palabra "encantadora".
Al bajar en la mañana al desayuno, ya había vaciado el yanqui un half and half. Me arrastró sin dificultad a la Tate Gallery donde quedara mi alma esclava de una Astarté prerrafaelista. Y hasta la tarde erramos contemplando aquellas divinas tísicas de Rosetti: Lady María que recibe tan pálida como el lirio de los candores la anunciación del cariño divino; Beata Beatriz que se despierta, en fin, a la vida inefable con las manos abiertas a la esperanza humana."

Ventura García Calderón
El narrador


“Es preciso, poetas, que en las sumidades urbanas alguien vele repitiendo, como un telegrafista de lo invisible, el llamado que no tiene respuesta, para que siquiera dure en el mundo la dignidad humana de la pregunta.”

Ventura García Calderón



“No creemos en razas inferiores ni dudamos un punto en su amalgama coherente. Y va más lejos la temeridad de nuestro amor. En ese conjunto de manera de sentir y de enfocar la vida, que constituya una civilización, ninguna divergencia nos sobra.”

Ventura García Calderón


“Proponía yo hace veinte años escribía García Calderón- una cátedra obligatoria de lenguaje quechua en la Universidad de San Marcos para entendernos con nuestro hermano indio.”

Ventura García Calderón








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