Andreas Gryphius

Lágrimas de la patria en el año 1636 

Estamos destrozados, perdidos, arrasados.
Los pueblos insolentes, las tropas furiosas,
La espada untada en sangre, el cañón retumbante
Devoran los sudores, cuidados y alimentos.

El fuego está en las torres, la iglesia derrumbada,
El cabildo en ruinas, los bravos mutilados,
Deshonradas las vírgenes y en todas partes vemos
Que la peste y el fuego las almas van matando. 

Y aquí en los baluartes fluye la sangre fresca.
Por tres veces seis años las aguas de los ríos
Obstruidos de cadáveres despacio van fluyendo. 

Y palabra no digo de lo que es peor
Que la peste y la muerte, el hambre y el incendio:
Que a tantos han robado el tesoro del alma.

Andreas Gryphius es la forma latinizada del nombre de Andreas Greif


Retrato de nuestra vida

Juego del tiempo, el hombre, mientras que vive, juega
en la plaza del mundo; se sienta, mas no en firme.
Aquél sube, éste baja; aquél busca un palacio,
el otro un pobre techo; uno manda, otro teje.
Lo que ayer fue, pasó; lo que hoy Fortuna encumbra,
lo derriba mañana; las ramas, antes verdes,
ahora secas, muertas; sobre nosotros, huéspedes,
afilado cuchillo de tierna seda pende.
Somos igual en carne, mas no iguales en clase.
Se viste aquél de púrpura, aquél cava en la arena,
hasta que nos despoja la muerte y nos iguala.
Jugad, pues, este juego, mientras el tiempo quiera,
y sabed que al alzarse del banquete del mundo
préstamo es la corona, el saber y la fuerza. 

Andreas Greif


Soledad

En esta soledad, más que un desierto sola,
tendido en borde hierba, junto al musgoso mar,
contemplo yo aquel valle, la altura de estas rocas,
que sólo mudas aves y lechuzas habitan.
De la corte, aquí, lejos, del goce de la plebe,
veo yo cómo el hombre pasa entre vanidades,
en qué frágil cimiento descansa su esperanza,
cómo injuria de noche quien halaga de día.
La gruta, el rudo bosque, la calavera, el cinglo
que el tiempo pulveriza, la corroída tibia
despiertan en el alma incontables ideas.
El espanto del muro, el agreste paraje,
fecundos son y bellos para mí que compruebo
que todo, sin un alma que Dios sostenga, quiebra. 

Andreas Greif
























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