Celestino Gorostiza Alcalá

"Cortés: ¿Tú eres doña Marina?
Malinche: (Con coquetería.) Tú lo dices...Mi nombre es Malinali.
Cortés: ¿Es verdad que has aprendido el castellano?
Malinche: (Hace con los dedos el signo mexicano.) Un poquito.
Cortés: Está bien, Malinche. Tengo que hablar contigo después. Ahora necesito decir algunas cosas a estos naturales. ¿Tú podrías explicárselas en su lengua?
Malinche: Lo que tú me digas y yo no entienda, Aguilar me lo explicará en maya para que yo se los diga en mexicano. Lo que ellos me digan y yo no te sepa decir, se lo diré a Aguilar en maya para que él te lo explique en castellano.
Cortés: Eres muy inteligente. De hoy en adelante tendrás que estar siempre a mi lado. Vas a serme muy útil.
Malinche: (Sin servilismo, alegremente.) Yo soy tu sierva y haré lo que tú me ordenes.
Cortés: No, no mi sierva. Mi hermana. Ven conmigo. (La conduce hasta unas piedras que están junto al altar, sobre las que suben, y desde allí se dirige a los indios.) Quiero deciros que nos ha enviado a estas tierras el muy poderoso señor don Carlos, de quien todos nosotros somos vasallos, para mostraros las verdades de nuestra Santa Religión, y quitaros de adorar ídolos que no son dioses, sino demonios, que son malos y van a llevar vuestras ánimas al infierno."

Celestino Gorostiza
La Malinche




"Don Ricardo: Bien... Eso me evita la pena de darte una explicación..., por lo demás, muy molesta...
Carmela: Nunca me habías dicho nada, Ricardo.
Don Ricardo: No es fácil decir esas cosas... Hasta hoy no había encontrado la forma... la oportunidad... Además... sucedió hace tanto tiempo... Todavía no nos conocíamos tú y yo. Era yo apenas un estudiante de leyes. Tal vez eso contribuyó a que no terminara la carrera. (Pausa. Ella se queda mirando fijamente delante de sí. Él la observa y se acerca a ella.) Espero que eso no vaya a ser motivo de ningún disgusto entre nosotros, Carmela.
Carmela: (Como si despertara.) No, no... es que enterarse de algo... así... tan repentinamente... Me ha hecho pensar en tantas cosas... No sé... Me ha llenado de confusiones...
Don Ricardo: (Se sienta junto a ella, afectuoso.) A ver, a ver... Vamos a ver qué confusiones son ésas...
Carmela: Muchas... Tantos recuerdos dormidos que despiertan de pronto... tantas ideas, tantas emociones encontradas... Ese hijo tuyo...
Don Ricardo: Bueno... Es una suposición... En realidad no sé si existe. Pudo no haber nacido... Pudo haber muerto... Lo espantoso es precisamente no saberlo... Pensar que puede existir... estar cerca de mí... necesitarme tal vez... y no saber nada... no poder hacer nada... Es una pena que no le deseo a nadie, y a mis hijos menos que a nadie. Es lo que traté de hacerle entender a Héctor.
Carmela: Lo malo con Héctor es que lo consientes demasiado, Ricardo. Sabe que estás orgulloso de él, que lo prefieres a sus hermanos, que todo lo que dice y todo lo que hace te parece maravilloso, y, naturalmente, se ha vuelto malcriado y se permite toda clase de libertades."

Celestino Gorostiza Alcalá
El color de nuestra piel









No hay comentarios: