Dorio de Gádex

"Apoyó los codos en el alféizar y esparció su mirada por el campiñal, en el que se encontraban todas las gradaciones del verde; fue su mirada á modo de abrazo de amigo leal: mirada efusiva, cariñosa, de miel; mirada de amante; mirada de padre; mirada emocionada de artista... Primero fijó su atención en el cielo, de un azul débil y sedoso; luego la paseó por la cinta blanca del camino que lleva al pueblo; por el cercado de las fincas vecinas
«La Niña» y «La Macarena», propiedades un día de su familia; reposó un momento en los lejanos pinares de las canteras y después fijóse en el terreno propio. Admiró un momento la lozanía de las hortalizas y de los frutales, en que era rica su huerta, y últimamente fué á quedar aprisionada en el brocal del pozo de ésta.
Había visto unas sayas rojas, unos pies descalzos, una mata de pelo desgreñada y negra y unos brazos morenos y redondos, que sostenían con gallardía un panzudo cantarillo de barro cocido, y también un burdo fieltro de alas caídas y mugrientas, unos zahones de cuero y la cara cuadrada, perfectamente prognática, de uno de sus criados, el Andrés, el mozo más cerrado de sentidos de aquellos andurriales — que él tenía á su servicio por causa de la pobre Antonia, madre de aquel mostrenco, á la cual profesaba gran aprecio: los pechos aldeanos de ella fueron los nutridores de su cuerpecillo canijo, deleznable producto de las entrañas enfermas de su madre, pobre flor de urbe y de histeria, muerta al darle á luz.
Tan sencillo cuadro le sorprendió y, en verdad, no tenía motivos para extrañarse, á causa de ser harto sabido que, desde los días primeros de la Humanidad, escena como la que veía se está representando diversamente durante las horas claras del día y las obscuras de la noche."

Dorio de Gádex seudónimo de Antonio Rey Moliné
Cuentos al oído


"En el año 1877, tocando a su fin la guerra turco-rusa, el rey Víctor Manuel de Italia y su ministro Depretis, confiaron a Francisco Crispi la misión de tratar con Bismarck sobre una alianza entre Italia y Alemania, para la que éste había demostrado interés: Italia se encontraba entonces en una situación internacional bastante crítica, expuesta a las hostilidades de Austria y Francia, y los resultados del Risorgimento parecían expuestos a perderse. Crispi, antes de buscar una inteligencia con Bismarck, trató de conocer las disposiciones de Francia e Inglaterra.
En París, adonde se trasladó primero, tuvo una entrevista con Mr. Décazes, quien le habló de sus grandes simpatías para Italia; pero mostróse muy preocupado por la supuesta existencia de un «partido prusiano» e hizo constar su creencia de que Italia, en caso de guerra de la República con Alemania, atacaría a su patria.
Crispi hizo todo lo posible para desvanecer estas sospechas, mas fué inútil, sacando, entonces, la consecuencia de que su país debía preocuparse de su seguridad.
Seguidamente, el ilustre diplomático marchó para Wildbad, donde «el canciller de hierro» estaba tomando las aguas.
—Tengo el encargo de preguntarle —le dijo—, si se halla usted inclinado a convenir con nosotros una alianza, para el caso de que nos viésemos obligados a batirnos con Francia y Austria.
—Mis intenciones,—repuso Bismarck— en el caso de que Francia ataque a Italia, será prestarles el máximo de ayuda, pues hay que abatir al común enemigo. A este fin podremos firmar un convenio; pero supongo que la paz no se perturbará: la república en Francia será viable mientras no piensen sus hombres en aventuras bélicas.
La guerra, a mi modo de ver, solo sería posible si volviese a establecerse la monarquía. Las dinastías de ese país son clericales por fuerza y como el clero es intranquilo y poderoso, los reyes no pueden menos que ser batalladores, a fin de engañar con estúpidos laureles a las masas, y por consiguiente buscan siempre querellas con las nacionalidades limítrofes.
Muy diferente se presenta la situación en lo que concierne a Austria. Me es imposible imaginar siquiera que pudiese atacaros, y hasta confieso que jamás he pensado en semejante complicación. Mañana habré de entrevistarme con el conde Andrassy, y con toda lealtad quisiera darle mi palabra de que no tengo compromiso con nadie."

Dorio de Gádex
De los divinos, los malditos








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