Henri Gougaud

"Entre las personas que Woyengi creó había dos mujeres casi hermanas por lo amigas que eran. Una había deseado hijos fuertes y ricos. La otra no había querido nada de lo que hace la felicidad corriente de las mujeres, sino que había pedido grandes poderes mágicos. Su nombre era Ogoa. Las dos muchachas crecieron en la misma aldea y en el mismo callejón. Después una de ellas tuvo un hijo, dos hijas y otro hijo. Ogoa fue una buena madrina para ellos. Se había hecho célebre y famosa. Sabía curar, sabía matar, entendía el lenguaje completo de los animales y leía los pensamientos de la gente, incluso lejana. Sin embargo, estaba triste. Quería a sus ahijados, se ocupaba de ellos, pero le hubiera gustado tener hijos propios.
Ahora bien, no los tenía y eso le causaba pesar en su corazón.
Entonces decidió volver junto a Woyengi para que la creara de nuevo y cambiara su destino. Metió en un saco sus secretos, sus poderes, sus magias invencibles, y un día se fue camino adelante. Viajó largo tiempo, atravesó la sabana, llegó al bosque y se adentró decidida entre las zarzas y los matorrales. Sobre este país frondoso reinaba un poderoso rey: Isembi, el hombre verde."

Henri Gougaud
Ogoa


"Se estrecharon otra vez. De su tercera unión nacieron las ocho islas del Japón, el mar, los continentes, las estaciones, los árboles, las montañas y, al final, el Espíritu del fuego. Pero, cuando este último hijo salía del vientre de Izanami su madre, la incendió cruelmente con su ardor devastador. Ella se acostó, vomitó en tropel a los pájaros y los animales terrestres, y murió. Su hermano Izanayi cayó de rodillas ante su cadáver. Lloró sobre ella siete días enteros, con la cara entre las manos, y luego la enterró. Hecho esto, empuñó su sable, cortó la cabeza del Espíritu de fuego y lo desmembró. De la sangre de aquel impetuoso ser nacieron las criaturas más indómitas de este mundo.
Izanayi, que se había quedado solo, se puso a vagar tristemente por los cielos y la tierra. Pero sucedió que un día, como estaba cansado de vivir sin felicidad, le entró el deseo irracional de irse a buscar a su hermana querida al reino de la noche. Tras largo tiempo de viaje, llegó ante la puerta del palacio de las tinieblas. Llamó y su hermana salió a abrirle."

Henri Gougaud
Izanayi e Izanami











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