Ian Gibson

"Boyd contemplaba el Guadalquivir desde el puente de Triana. Al lado de la Torre del Oro, el Nuevo Capricho, de la compañía de navegación Ricardo Triay, se preparaba para soltar amarras y echaba densas bocanadas de humo, impaciente por ganar Sanlúcar de Barrameda y el mar, ochenta kilómetros más abajo. Había observado el traqueteo a bordo del vapor al pasar delante del muelle, donde un cartel informaba de que el destino era Burdeos. Gracias a su río, Sevilla, con sus 135.000 habitantes, podía presumir de ser otra vez una ciudad abierta al mundo. Además llevaba veinte años conectada por ferrocarril con Madrid. Reflexionó que ni siquiera bajo el abominable régimen de Isabel II había dejado de avanzar el país.
En la fonda, donde recaló brevemente antes de presentarse en casa de Machado, le esperaba un telegrama de McKinley. Le deseaba una feliz estancia, le pedía crípticamente instrucciones y, al final, se permitía un vibrante «¡Viva la República!».
Cruzando la plaza del Duque de la Victoria se vio de repente asediado por una multitud de clamorosos harapientos, entre quienes repartió unas monedas. Era evidente que, pese a «La Gloriosa» y sus pretensiones, había mucha miseria en la capital andaluza.
Poco después llamaba a la puerta de Palmas, 9. Se trataba de una casa sólida, burguesa, digna del rector de la Universidad Literaria de Sevilla. Le abrió una criada de unos veinte años, guapa y risueña. Tras una cancela había un típico patio sevillano, cubierto por un toldo, con un naranjo en medio, un pequeño surtidor y macetas llenas de geranios rojos.
Arriba, en el piso noble, le esperaba, sonriente, la esposa del catedrático.
Patrick sabía por su correspondencia con Machado que Cipriana Álvarez Durán era hija de un distinguido militar y excéntrico filósofo extremeño, José Álvarez Guerra, muerto hacía dos o tres años, y de una hermana de Agustín Durán, el compilador del monumental y famosísimo Romancero general. Era una mujer hermosa y entrada en carnes —ya lo suponía por su autorretrato en el despacho de su marido—, afable, de aspecto enérgico y bondadoso, quizá diez años más joven que su marido. Se sintió a gusto con ella enseguida.
—Mi hijo, que es un vago, no ha llegado todavía —le explicó la anfitriona después de que Patrick le besara la mano—. Ya vendrá. Ana, su mujer (se casaron en mayo) ha tenido que ir a Triana a ver a su madre, que está un poco indispuesta, pero ya la conocerá. Es encantadora.
Sentado cómodamente en un salón cuyos balcones daban al patio, desde donde llegaba el susurro del surtidor, Boyd contestaba feliz a las preguntas de la dueña de la casa, a cuyo lado ya se había incorporado Machado Núñez.
Cipriana Álvarez tenía interés en conocer sus primeras impresiones de Sevilla."

Ian Gibson
La berlina de Prim


"Cada día tengo la sensación de saber menos de este país (España) tan complejo."

Ian Gibson



"Creo que Machado hoy estaría a favor de crear una Tercera República porque no le gustaban los Borbones, Alfonso XIII nada en absoluto. Desearía una Tercera República Federal Ibérica, y a mí me gustaría verlo."

Ian Gibson


"El día en que Flores llevó a Lorca a conocer a Hart Crane, después de comer juntos en un restaurante de Chinatown muy frecuentado por Federico, el poeta norteamericano estaba, efectivamente, rodeado de marineros borrachos. Crane, aunque le gustaba lo hispánico, no hablaba español, y Flores tuvo que hacer de intérprete al principio. Parece ser que luego los dos poetas se entendieron en francés. Flores se dio cuenta en seguida de que Crane y Lorca tenían mucho en común, empezando por la afición de ambos a los navegantes. El portorriqueño se despidió, quedándose Federico. Crane bromeaba con un grupo de marineros, y Lorca hacía lo propio en medio de otro.
Sobradamente conocida es la fascinación que ejerce entre los homosexuales el arquetipo del marinero. Para el poeta fue, posiblemente, su primer encuentro con un mundo que sería tantas veces reflejado en sus poemas y, sobre todo sus dibujos, en no pocos de los cuales aparecen bellos marineros alternando en un ambiente cargado de alcohol y sexo.[196] En los versos neoyorquinos el yo poético expresa más de una vez una empatía casi pessoana para con la gente del mar. En «Paisaje de la multitud que vomita», por ejemplo, fechado 29 de diciembre de 1929:
La mujer gorda venía delante con las gentes de los barcos y de las tabernas y de los jardines.
El vómito agitaba delicadamente sus tambores entre algunas niñas de sangre que pedían protección a la luna.
¡Ay de mí! ¡Ay de mí! ¡Ay de mí!
Esta mirada mía fue mía, pero ya no es mía.
Esta mirada que tiembla desnuda por el alcohol y despide barcos increíbles por las anémonas de los muelles.
Me defiendo con esta mirada que mana de las ondas por donde el alba no se atreve.
Yo, poeta sin brazos, perdido entre la multitud que vomita, sin caballo efusivo que corte los espesos musgos de mis sienes.
No sabemos si Crane y Lorca volvieron a encontrarse. Curiosamente, el poeta norteamericano seguiría —probablemente sin saberlo— al granadino a Cuba, donde, dos años después se suicidaría tirándose al agua. Pero, aunque aquel encuentro jamás se repitiera, parece probable que en algunos poemas neoyorquinos de Lorca hay una influencia, no tanto de la obra de Crane sino de la impresión que recibió del hombre: de su desesperación, del ambiente en que se movía, de su visión de una América libre, muy diferente de la dura realidad de 1929. También es posible que la admiración que compartían ambos poetas por Walt Whitman fuera tema entre ellos de conversación; admiración que, por lo que respectaba a Crane, pudo comentar León Felipe con Lorca, ya que el errante zamorano conocía bien la obra del poeta de Brooklyn y la tenía en alta estimación.[198]
En cuanto a la exploración temática por parte de Lorca del amor homosexual, el soneto «Adán», fechado en Nueva York el 1 de diciembre de 1929, es un mínimo anticipo de la gran Oda a Walt Whitman probablemente terminada —no sabemos cuándo se empezó— seis meses después. El soneto evoca el nacimiento de Eva del costado de Adán, quien sueña ya con su progenie, con «un niño que se acerca galopando / por el doble latir de su mejilla». Luego el segundo terceto hace una inesperada revelación:
Pero otro Adán oscuro está soñando neutra luna de piedra sin semilla donde el niño de luz se irá quemando.
Estamos ante un desdoblamiento típicamente lorquiano, equiparable a los que se encuentran con tanta frecuencia en sus dibujos. El «otro Adán oscuro» —en este contexto la significación del adjetivo no parece dejar lugar a dudas— no sirve para la procreación, ni la quiere. El «yo poético» de este soneto sabe que nunca será padre.
Los amigos españoles de Lorca en Nueva York han transmitido poquísima información de relevancia biográfica acerca de la estancia del poeta en la ciudad. Las anécdotas de Dámaso Alonso, por ejemplo, aunque divertidas, carecen de trascendencia.
José Antonio Rubio Sacristán, eso sí, ha recordado la profunda angustia experimentada por Lorca en Nueva York —angustia compatible con el éxito social del poeta y el deslumbramiento que allí le producía el fenómeno negro—, así como el recato con que vivía su vida privada («Federico era muy misterioso en sus cosas»). Rubio Sacristán, a quien Lorca le había hablado de sus depresiones y de su «amargura» en una carta del verano de 1928, estaba al tanto de la atormentada homosexualidad del poeta y de su relación con Emilio Aladrén. Después de ganar unas oposiciones a cátedra en España, había viajado a Nueva York a finales de octubre, llegando, a bordo del Bremen, justo en el momento del crac de la Bolsa. Se matriculó luego en Columbia para ampliar libremente sus estudios de Económicas e Historia Económica, y veía con frecuencia a Lorca.
Al poco tiempo de llegar a Nueva York, Federico, de la mano de su amigo Campbell Hackforth-Jones, había conocido Wall Street y la Bolsa —entonces eufórica—, y describió para su familia, en la segunda semana de agosto, una de sus varias visitas con el inglés al barrio financiero de la metrópoli. Como a Paul Morand por las mismas fechas, el espectáculo de aquel mundo le había dejado boquiabierto:
Es el espectáculo del dinero del mundo en todo su esplendor, su desenfreno y su crueldad. Sería inútil que yo pretendiera expresar el inmenso tumulto de voces, gritos, carreras, ascensores, en la punzante y dionisíaca exaltación de la moneda. Aquí es donde se ven las magníficas piernas de la mecanógrafa que vimos en tantas películas, el simpatiquísimo botones que hace guiños y masca goma, y ese hombre pálido con el cuello subido que alarga la mano con gran timidez suplicando los cinco céntimos. Es aquí donde yo he tenido una idea clara de lo que es una muchedumbre luchando por el dinero. Se trata de una verdadera guerra internacional con una leve huella de cortesía."

Ian Gibson
Federico García Lorca


"Este país tiene que resolver el problema de sus muertos. Sólo en Andalucía hay miles y miles de desaparecidos en barrancos y fosas comunes. Lo dijo el Papa. Si España quiere sonreír al futuro tiene que resolver el problema de los fusilados del franquismo que yacen todavía en cunetas. Ellos tuvieron cuarenta años para desenterrar a los suyos, ahora les toca a los perdedores de la guerra recuperar al abuelo."

Ian Gibson



"Hay que reivindicar a Machado. Primero como el gran poeta que es, pero luego por su pensamiento. Fue un hombre clave en este país, identificado con los afanes culturales de la Segunda República, y su recomendación siempre fue diálogo, diálogo, diálogo. Escuchar al otro en un país que escucha poco y habla demasiado. Es lo que queremos hoy, ¿no?"

Ian Gibson


"La cultura suele ser progresista. Tiene que ver con la solidaridad, con la felicidad de la comunidad. En ese sentido creo que sí, que la cultura se encuentra allá donde hay gente progresista."

Ian Gibson



"(Lo más importante en la vida) es tratar de ser valiente y siendo lo que uno es. Sin miedo. Hay un verso de Paul Valéry que dice: «El viento se levanta. Hay que tratar de vivir». No olvide citar este verso."

Ian Gibson


"Machado representa a todos los exiliados, a todos los que murieron fuera del país y no pudieron volver. En Colliure a él y a toda su familia les dieron cama, camisa y sellos para sus sobres porque no tenían nada. Los cobijaron y luego los enterraron. Allí deberían quedar como símbolo."

Ian Gibson



"Matea llega poco después a casa de Juliette Figuères que vive en la cercana Rue Michelet. «Me dijo que estaba muy enfermo y que tenía que verlo un médico- recordará madame Figuères-. Le dije: «escuche, voy a acompañarle a casa del doctor Cazaben, que es nuestro médico y que vendrá» Fuimos las dos por él y vino inmediatamente. Dijo que era grave. Era asmático y cogió frío en Cerbère. Como tenía asma, el médico lo encontró muy mal porque tenía una congestión».
Los testimonios concuerdan. «El doctor Cazaben- siguió contando Matea- le recetó algunas medicinas y nos dijo que no se podía hacer nada. Antonio se moría, de eso ya no nos cabía la menor duda. A veces se le oía decir: «¡Adiós, madre, adiós, madre!», pero mamá Ana que estaba bien cerquita en otra cama, no le oía, porque estaba sumida en un coma profundo»
¿No le oía? Pero ¿qué sabemos de las largas horas compartidas en aquella habitación por la madre y el hijo al que, de todos los suyos, más quería? ¿No se despertaría en algún momento Ana Ruíz, siquiera momentáneamente, para intercambiar con Antonio algunas últimas palabras? ¿No estarían unidos sus corazones en trance tan supremo? Sólo nos contesta el silencio."

Ian Gibson
Ligero de equipaje



"Soy un hombre lleno de miedos."

Ian Gibson



"Tengo la sensación de que si no estuviéramos en Europa aquí no habría garantía de estabilidad. Este país da la sensación de que se puede deshacer en cualquier momento. Si no hubiera sido por Europa, no hubiera sido tan democrático. Porque la derecha española es la peor del continente: no perdona, no acepta responsabilidades, no admite errores, expresa desdén hacia los otros..."

Ian Gibson



"Yo soy un tímido que querría ser fuerte; un débil que daría todo por ser valiente; lucho contra mis miedos día y noche, mi angustia de niño que jamás me ha dejado. Pese a tanto psicoanálisis sigo siendo un hombre lleno de miedos. La muerte me aterra. Pero, pese a todo tengo una sonrisa. Los amigos son un consuelo, pero no puedo presumir de ser una persona feliz ni muy satisfecho con lo que he hecho en la vida."

Ian Gibson













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