James Gordon Farrell

"Aunque su esposa Silvia era presa de la agitación, Walter trataba de tomarlo con calma. Joan, que había regresado recientemente tras terminar el período escolar en Suiza, encontraba muy duro establecerse en Singapur, separada de los amigos que tenía en Europa. Era de carácter rebelde, desdeñosa en relación a las costumbres provincianas. Como sería lógico, Walter suponía que después de pasar tanto tiempo en la escuela (la escuela había sido una idea de su madre)y dándole algo de tiempo, superaría su rechazo inicial.
El inesperado enredo sentimental de Joan con un joven teniente carente de dinero fue probablemente un acto de rebeldía. Incluso Joan no había intentando pretender que él fuera algo sólido, sino un capricho. Sabía perfectamente que sus padres tendrían una mala opinión de todos esos militares y que no le permitirían hablar del teniente. Walter no lo había vísto aún porque Joan había tenido el tacto suficiente para no llevarlo a casa. Había esperado pacientemente que su hija adoptara una actitud cuerda, explicándole a su esposa que sus lágrimas y su exasperación suponían una pérdida de energía que debería emplear en un mayor beneficio, porque Joan debería afrontar la situación con o sin la ayuda de las lágrimas de su madre. A su debido tiempo, quizás había sido necesario esperar algo más de lo previsto, la confianza de Walter había sido justificada. Joan se había desembarazado del teniente tan subrepticiamente como le había encontrado. Con total tranquilidad había regresado a su casa, la casa de los Blackett."

James Gordon Farrell
La defensa de Singapur


"En las décadas anteriores al motín, estos oficiales de la Compañía India del Este habían quebrantando radicalmente el orden socioeconómico. Habían forzado a los expertos artesanos a convertirse en pequeños productores de productos básicos, pasando la India de ser un país exportador de excelencias de alta calidad a ser proveedor de toscos materiales para la Revolución Industrial de Inglaterra. Sus exorbitantes demandas a los propietarios de ingresos agrícolas habían sumido a la vieja clase de terratenientes y campesinos en la miseria y la indigencia.
Confrontado con la destructiva rapacidad flamenca en el Congo, el narrador de la novela de Joseph Conrad El corazón de las tinieblas clama lo siguiente: "La conquista de la tierra significa sobre todo apartar a quienes tienen rasgos faciales diferentes a los nuestros, una actitud no muy hermosa. Sólo nos redime la idea. Una idea propia del pasado; no una pretensión sentimental, sino una idea; y una creencia altruista respecto a esa idea -algo que tu puedes establecer, ante lo que te puedes inclinar y ofrecer un sacrificio...
La Compañía India del Este eligió redimir su presencia en la India en base a la idea de llevar allí las excelencias de la civilización, traer el fruto de las ciencias, la racionalidad y el progreso a gentes indoctas. Pero este evangélico espíritu de reforma, que pretendía menoscabar las costumbres sociales y religiosas hindúes, sólo logró alienar aún más a muchos indios, especialmente los que vivían en la llanura del Ganges."

James Gordon Farrell
El asedio de Krishnapur



"Otra cosa curiosa: encuentra uno esparcidos por allí gran número de pequeños esqueletos blancos. Los huesos son muy delicados y da la impresión de que deben de haber pertenecido a pequeños cuadrúpedos… («Pero no, no son conejos», dice mi abuelo con una sonrisa).
Había sido en tiempos un lugar de moda. Y durante un período hasta se consideró todo un honor que te aceptaran como huésped durante la temporada de verano. En la época en que Edward Spencer lo compró a su regreso de la India conservaba ya, sin embargo, poco o nada de su antigua gloria, a pesar de que retenía a algunos de sus fieles clientes de la variedad año tras año, damas solteras en su mayoría.
La única explicación de su persistencia como clientes (teniendo en cuenta que bajo la administración de Edward el hotel se deterioró rápida y decididamente) es que, cuando fue perdiendo su esplendor, las damas solteras fueron haciéndose también cada vez más pobres. De todos modos, podían seguir diciendo: «Oh, ¿el Majestic de Kilnalough? Llevo yendo allí todos los años desde 1880…» y el hombre que le vendió el hotel a Edward pudo afirmar que tenía, al menos, un puñado de fieles clientes que seguían acudiendo sin falta todos los años. Esos fieles clientes acabarían convirtiéndose en una pesada carga para Edward (y más tarde para el comandante), era peor que no tener ninguno, a causa de sus hábitos adquiridos desde hacía veinte años o más; las habitaciones en las que habían estado durante veinte años se hallaban dispersas por aquel inmenso edificio y, aunque todas sus alas y esquinas pudiesen estar muertas y pudriéndose, aún había una célula palpitante de vida de la que cuidarse en una planta u otra. Pero poco a poco, con el paso de los años y el descenso de la presión sanguínea, una a una se fueron muriendo."

James Gordon Farrell
Disturbios







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