José Grimaldi

El ovejero de mi tierra

No es el gaucho de la pampa
ni el “cow boy” de la pradera,
ni es el huaso, ni es el charro,
el ovejero de mi tierra.

Es un símbolo viviente
del empuje y la paciencia,
frente al viento que lo curte
y al silencio que lo aprieta.

Va clavado en su caballo,
tranco a tranco, legua a legua,
con la voz guardada adentro
y la vista siempre alerta.

Ni usa típicos vestidos
ni le cuelgan pistoleras.
No le teme a las lloviznas
ni a los fríos que lo queman.

Va tras de su “piño”
-mar de lana- por la senda.
Y a su mágico silbido
corre el perro de faena.

Yo lo he visto muchos días
empeñado en su tarea.
Y lo he visto muchas noches
contemplar las estrellas.

Solitario y pensativo,
siempre tras de sus ovejas,
¡es un rey sin trono fijo
el ovejero de mi tierra!

José Grimaldi



Los viejos, que me querían,
soñaban con que yo fuera
un meico o tan siquiera
con alguna profesión
que no me diera aflicción
en los años que vinieran.

Es cosa bien conocía
que siendo los paires pobres
procuran sacar un hombre
de provecho en cáa hijo
y no ahorran sacrificios
para darle educaciones.

Yo iba bien en el colegio.
Ni era el burro ni el primero.
Me mantenía en el medio,
cumplía con mi deber
y trataba de aprender
lo que enseña el magisterio.

Pero sentía un bichito
extraño que me picaba
cuando la luna miraba
o al contemplar la hermosura
de la nieve blanca y pura
que al suelo se descolgaba.

José Grimaldi



Yo fui hijo de un varón
d'esos de los tiempos viejos:
recto y de buenos consejos,
buen paire pa su muchacho.
Bondaoso pero macho,
limpio de alma y de pellejo.

Con mi maire apareció
por estas tierras australes
trayendo de capitales
su coraje y su esperanza
y una reserva e confianza
y amor para sus iguales.

De las Italias venían
y eran jóvenes los dos.
Mi maire, juro por Dios,
fue mujer de gran belleza.
¡Pero tenía entereza
igual que cualquier varón!

José Grimaldi
















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