Rosa Guerra

Al corazón

¡Oh triste corazón! ¿Por qué te quejas?
¿Por qué vives inquieto y agitado?
¿Por qué suspiras y en tus crueles ayes
Llamas la muerte con ahínco tanto?

¿Por qué no eres feliz, corazón mío?
Dime, ¿no cabes en mi estrecho seno?
¿Te sofocan en fin tan crueles males,
Puedo yo arrancarte de mi pecho?

¡Oh, memoria cruel, bárbara suerte,
Memoria aciaga de pesares tantos!
¿Y puedo yo vivir y el alma mía
soportará una vida de quebrantos?

¿No es mejor morir, y en la fosa
Cubierto en polvo el miserable resto
De un ser tan infeliz, dormir tranquila,
En el seno apacible de los muertos?

Rosa Guerra



Amor ideal

Eres tú, cuyo esbelto y noble talle,
Cuya cabeza erguida no altanera,
Cuya preciosa frente y hechicera,
Cuyos ojos de amor e inteligencia llenos;
El mismo que yo veía en mis ensueños
El bello ideal de la imaginación mía,
La creación de mi ardiente fantasía
Que tuvo amor por único modelo.

Dime cómo viniste a este suelo,
¿Es obra mía la existencia tuya?
Aquí en mi mente, tu ideal figura
Grabé yo misma en caracteres bellos;
Un ser ya eras, sólo vital aliento
Faltaba a tu existir y yo quería
Infundirte un alma cual la mía
Tierna, amorosa y de ardoroso fuego.

Rosa Guerra



Despedida

Si yo pudiera existir
Sin estar jamas ligada
Con ningunas conecciones
Ser feliz ó dar gracias

Rosa Guerra





"Entonces se hablará en los salones como en los mas reducidos estrados, y aun en el hogar doméstico; de historia, de geografía, de música, de poesía, de pintura, de autores de literatura, de escritores de viajes, de etc. etc. De este modo no se criticará tanto por el extranjero lo insulso é insignificante de nuestra sociedad reducida ha hablar únicamente de modas y de tantas vulgaridades que ocurren en el interior de la familia y que solo se deben tratar en el caso. Entonces se olvidará esa crítica mordaz que hace el alma y el elemento de nuestras tertulias y sociedades. Habiendo cosas serias y de interés de que ocuparse, no se pensará en sacar la conversación de tal, ó tal persona; de esta, ó aquella familia; sus rentas, sus economías, sus compromisos, su modo de vivir, etc."

Rosa Guerra




"Esta carta dada a un fiel servidor, el que llevaba el preciso encargo de buscar al valeroso Hurtado, y entregarle la carta donde le encontrara, y si era sorprendido por los bárbaros, tragársela antes que cayera en las manos del cacique.
Mangora empezaba a sospechar de las falsas promesas de la cristiana, y vigilaba con sus indios el fuerte de los españoles.
El hombre que enviara Lucía fue tomado por los espías del cacique y conducido a su presencia.
El fiel soldado según las instrucciones de su señora, debía tragarse primero el papel antes que permitir cayese en poder del salvaje; pero habiendo sido boleado su caballo, cayó, y dando su cabeza en el tronco de un árbol, quedó sin sentido. Lo registran, le sacan la carta y lo llevan a la presencia del cacique.
Desesperado Mangora al saber que todo el amor de Lucía no era más que una astucia para dar tiempo a que volviera su marido, juró, devorado por los celos, vengar en los españoles este ultraje, dándoles un ataque nocturno, valiéndose de una emboscada, y apoderarse de la astuta cristiana.
Todas las nobles pasiones del cacique, todo su caballeresco proceder, todo cuanto noble y delicado tiene el hombre, desapareció dominado por esa pasión fulminante e indómita que se llama amor.
Revolcándose en su estera, daba espantosos alaridos, llamaba a la española con los nombres más cariñosos que había aprendido de Lucía, mas después, volviendo de su delirio, la rechazaba, la llenaba de imprecaciones en su lengua indiana, y saliendo despavorido, vagaba como un loco por las selvas.
Para algunos pueblos ha sido una fatalidad la hermosura de una mujer. Una mujer hermosa trajo la desgracia a los griegos. Lucía fue la Elena de los españoles.
Si hubieran de hacerse otras conquistas, se había de prohibir a los expedicionarios por una real orden, llevaran a los países conquistados mujeres hermosas.
Para llevar a cabo el cacique su propósito de venganza, llama a su hermano Siripo, le manifiesta su plan, el cual se reducía a engañar a los de la fortaleza con demostraciones de amistad y cariño.
Siripo, no queriendo tener a los españoles por enemigos, desaprueba el plan de su hermano, y hace todo cuanto puede para disuadirle de tan odioso intento.
Después de una porfiada disputa en que Siripo manifestó las razones que tenía para oponerse al proyecto de su hermano; por último, a fin de huir la nota de cobarde, la perdición de los españoles menos, de Lucía, quedó entre ambos decretada."

Rosa Guerra
Lucía Miranda


JEFE: (…) Vos que tanto pregonáis?
a quién por pueblo tenéis?

CLEMENCIA: A las masas laboriosas
industriales, gananciosas,
a honrados artesanos,
labradores, hortelanos,
en fin a la mayoría
honrada gente a porfía
cuyo voto en elecciones
imploran los señorones
para ser representantes,
senadores, aspirantes,
y luego en plena asamblea
conforme el pueblo desea
recto gobierno nombrar
que nos deba gobernar
según la Constitución,
mas no para que un mandón
en lugar de un funcionario
en un empleo honorario
coloque ya lo sabéis
el empleo que ocupéis
lo debéis al proletario.

Rosa Guerra
Clemencia



“¡Libertad!, no licencia: igualdad entre ambos secsos.”

Rosa Guerra







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