Cecilia G. de Guilarte

"Ante los aparatos fascistas destrozados, ante los cadáveres carbonizados de los aviadores alemanes me he sentido más periodista que nunca. Y también más joven. Me parecía que el cotidiano 'tranquilidad en toda la provincia' del gobernador y el 'niño mordido por un perro' de toda la vida se rebelaban, cansados, sin duda, de ser las noticias salientes del día. Uno de los aviadores fascistas ha resultado ileso, se decía. Y la noticia se agrandaba. Corría kilómetros y se repetía de una a otra punta de la provincia.
-Hay que buscarlo -me he dicho-. ¿Cómo?
No quiera el lector saberlo. Imagínese todos los trucos periodísticos, todas las ventana, escaladas que quiera, y aún resultará pálido ante la realidad.
Bilbao era una ola de pasión. Se pedía la muerte del que con tan traidoras intenciones llegó a Vizcaya. La pedían las madres que saben de dolor y de ternuras. La pedía el pueblo sintiendo la bofetada alemana en pleno rostro.
(...)
Angustia en los ministerios. Pasión en la calle. Titubeos. Un hombre de pronto. Sólo él sería capaz de llevarse al preso pasándolo por entre la multitud impaciente ya para evitar que la justicia del pueblo se cumpliese con demasiada premura.
Y Schmidt Karl Gustav, el aviador alemán cuya vida un pueblo entero reclama, atravesó Bilbao, lleno el rostro de asombro y temor, ante las gentes agitadas en oleadas de sentimientos vengadores.
Es preciso verle, hablarle. He querido borrar de mi memoria las peripecias que esto me costó.
(....)
-¿Qué opinas de la aviación leal?
-Son valientes -responde lacónico.
-¿Y ahora? -le pregunto.
Hace un gesto de indiferencia. Se ve que lucha por aparecer tranquilo sin conseguirlo. Hay en sus ojos azules una sombra de tristeza, parecida a la que se observa en las gallinas próximas al sacrificio. Con la vista fija en el suelo, contesta:
-Ya sé que no saldré de aquí. Al principio creí que esto terminaría enseguida... todos lo creímos así".
A Schmidt no le interesaban demasiado mis preguntas. Se limitaba a contestar formulando otro interrogante. Siempre el mismo. "¿Me van a matar?"."

Cecilia G. de Guilarte
Crónicas de guerra



"Escribí tres novelas para ellos… Fíjate que les llevé una y me dijeron: «hay que quitarle cien páginas». Yo cogí cien páginas de cualquier sitio y las quité. Es que era una manera de ganar dinero, pero yo no tenía ilusión de dedicarme a la novela rosa…"

Cecilia G. de Guilarte



“Las mujeres tenemos nuestra misión que cumplir (…) Los hombres tienen su puesto de combate en los campos. Las mujeres lo tenemos combatiendo el hambre de la ciudad.”

Cecilia G. de Guilarte


“Máquinas automáticas caminan hacia adelante, movidas por un resorte y solo se detienen cuando una bala rompe la pieza que mueve el mecanismo. Así estos hombres, a los que la bomba de mano deshacía la cabeza sobre las ametralladoras que manejaban. Crispadas en agonía sus manos. Ni un documento. Nada que los identifique. Destrozados sus rostros, nadie diría a qué raza pertenecen estos cuerpos. Son, no una prolongación de la máquina: son un tornillo más. Es la guerra.”

Cecilia G. de Guilarte



“Me marché porque me dio coraje perder la contienda. He regresado porque me da coraje estar fuera de España contra mi voluntad.”

Cecilia G. de Guilarte


"Mientras iba, pensé que España se hace y rehace a sí misma, una y múltiple, sobre el espacio de un ladrillo. Junto al grupo de los vascos, un hombre cantaba con íntimo estremecimiento uno de esos cantares de las minas andaluzas, sin estorbar a otro que, a pecho abierto, levantaba hasta el cielo su 'Asturias patria querida'. Y así, hasta la extrema punta de la popa, unos cientos de hombres que se habían jugado el destino a cara o cruz, y lo habían perdido. Resultaba terriblemente hermoso. Y yo sabía entonces que, pasara lo que pasara, ni lo olvidaría ni sería capaz de describirlo."

Cecilia G. de Guilarte
Un barco cargado de…




“Que sepan los que, a fuerza de barajar lo de ‘valientes milicianos’ y ‘fantástica derrota del enemigo’, han terminado por no creer en las derrotas ni en el valor, que las casas de Oviedo, de gruesos cimientos, nos han de costar muchos combates y no pocas víctimas.”

Cecilia G. de Guilarte



"Ya se había marchitado mi ilusión anarquista, pero creo que algo del polen de esa flor ha quedado para siempre en mi corazón."

Cecilia G. de Guilarte
Un barco cargado de…














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